Capítulo cuatro: La nota

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Corrí por todo el pueblo, incluso cuando la noche amenazó con tragarme en su oscuridad y mezclarme con ella, pero no podía quedarme de brazos cruzados, algo le había sucedido a mi abuela y mi corazón no dejaba de latir con fuerza.

Cuando llegué a su casa, alejada del pueblo, mientras lo único a mi alrededor solo había vegetación, ningún rastro de que el lugar había sido saqueado.

Traté de disimular mi respiración, por si la persona que atacó a mi abuela seguía cerca. Me acerqué a la puerta, mientras mis dedos temblaban lentamente. Mis dedos tocaron levemente la manija de color dorado y la puerta se abrió lentamente, ocasionando un rechinido.

Fruncí el ceño, apoyé mi mano en la puerta y la abrí lentamente, sin moverme de donde estaba. Miré hacia el suelo, mientras que todo estaba oscuro, lo único que sobresaltaba eran los papeles y carpetas.

Algunos eran de los viajes de mi abuela con sus amigos en su juventud y en su vejez, nada que alguien pudiera robar. Como toda abuela, ella conservaba objetos que ella consideraba reliquias, como fotografía y demás cosas.

Entre tanto desorden, pude distinguir una fotografía que ella apreciaba mucho.

En la fotografía yo era una bebé, ella me sostenía en sus brazos como si hubiera sido lo mejor de su vida y sus ojos de distintos colores brillaban como nunca. De pequeña me parecían muy divertido sus ojos, ya que uno de ellos era de color celeste y el otro era de color marrón, me parecían peculiares.

Preferí dejar la fotografía en su lugar, para que nada correspondiente al sitio fuera alterado. Seguí observando un rastro de papeles que conducían al living, en donde estaba el sofá de color marrón claro y una televisión antigua, como le gustaba a mi abuela.

Me acerqué al sofá y observé que debajo de este había una gota de sangre, fruncí el ceño y temiendo lo que podría encontrar, flexiones mis rodillas y noté que había un papel roto cerca de la gota de sangre.

Con mi cuerpo moví el sofá y observé como el piso de madera contenía más sangre debajo de este. Lo extraño, era encontrar un pedazo de un mapa roto por la mitad. Con mi mano derecha lo tomé y leí el nombre que estaba escrito en la esquina superior del mapa "BACKDALE", el cual estaba escrito con la tipografía Times New Roman inclinada y tenía los bordes amarillos por la antigüedad.

Doblé el pedazo de mapa que había en mis manos y sin tocar nada más de la casa, traté de buscar la otra parte, pero era como buscar una aguja en un pajar. Algo que me había sorprendido mucho, era notar que había más fotografías de sus viajes de lo que recordaba.

En la mayoría de las fotografías aparecían las mismas personas, las cuales eran cinco, una chica que tendría unos treinta años, un señor de unos sesenta y otros dos que eran gemelos y mi abuela.

Me pregunté por qué le había ocurrido esto a ella, no era una santa, pero nunca me despreció, ella me enseñó mucho de las cosas que sé y jamás podría haber deseado una mejor abuela. Cuando lágrimas caían de mis ojos, ella estaba allí, cuando tenía pesadillas estaba allí y cuando no podía dormir, sus cuentos fantasiosos estaban allí.

Creo que no había ningún momento de mi vida en donde mi abuela no haya estado.

Sentía que mi pecho estaba siendo estrujado por una mano invisible, mientras que un nudo se formaba en mi garganta, un nudo que no podría deshacer y aunque me resistía, no podía evitar que alguna o que otra lágrima cayera por mis mejillas.

Cuando volví a casa, no había dejado de pensar en aquel pedazo de mapa que había encontrado y lo más extraño, era que tenía esa sensación de que mi abuela no era quien decía ser. No sabía cómo explicarlo, pero sentía que me ocultó algo.

El bosque perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora