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Era un día caluroso.
Estaban todos sentados en las gradas con 30 grados encima.
A petición de Juani habían venido a ver el partido de americano que se llevaba a cabo a la salida de clases, como todos los viernes.
Francisco no sabía mucho de fútbol americano; ni le importaba para nada.
El siempre había sido más de tenis, golf y cualquier deporte tranquilo y que en su mente lo relajaba.
Odiaba estos deportes hasta cierto punto terratenientes y súper rudos, aunque había algo que estaba bien en esto.
El juego era horrible pero los jugadores estaban guapísimos.
Francisco, conocido por ser un omega con todos y todas las alfas detrás de él, que se darían un tiro solo por que los volteara a ver, no solía reconocer a nadie como guapo o mínimamente competente.
Pero aquí no era el caso, al menos eso cree.
Había uno en particular que tenía algo que le gustaba, Lucas Mascareña.
Era un beta habilidoso para correr, y siempre le llevaba los libros o le hacía favores que a Francisco le daba flojera hacer.
Pero siendo subjetivos y sin tomar partido solo por que le estuvieran, como se dice coloquialmente, lamiéndole las botas.
El capitán no estaba nada mal, aunque le daba un poco de miedo.
Era altísimo, moreno, brazos súper grandes y manos fuertes, un alfa que olía a vino tinto y chocolate, y con una voz que lo hacía temblar.
Enzo Vogrincic.
Pero todo ese innegable atractivo se le venía abajo con lo que decían de él.
Mujeriego, problemas de ira (como cualquier futbolista), ojo alegre y un montón de chismes que no dudaba fueran verdad.
Una lástima.
Y volviendo a lo del inicio, aunque la gente dijera que los tigres, es decir el equipo de la escuela, era buenísimo.
El los consideraba deplorables.
Y al capitán también, sobretodo.
🏈
Puto partido mierda, cabron. — Esteban comenzó a quejarse, típico. — El pendejo de Coria es un inútil, todo el Valla (la otra escuela) está lleno de pendejos. —
Enzo se quiso reír, pero tenía razón.
Anda ardido wey, ya ves como le deje al novio en la fiesta de Rafa. — dijo Enzo acomodándose el pelo. — Le chingan al wey y se aloca. —
Todavía que le hiciste el favor de quitarle a ese buscón de encima, cawn. — le dijo Blas entre risas. —
Es que si wey, yo solo fui buen amigo, aparte ni me gusto. — comentó exasperado. —
