Inmundo [Tomioka Giyu x Lectora]

06

(__) miró nerviosa a los dos pilares. No esperaba que fueran tan efusivos y amables. Jamás imaginó que llegaría a conocer a personas tan extrovertidas. Después de todo, se había acostumbrado a la calma que Tomioka emanaba en diversos aspectos, dándole su espacio y no hablando más de lo necesario.

—¿Se encuentra bien, señorita? —inquirió Rengoku con preocupación al notar cuán pálida se veía después de haberles servido las infusiones de té negro.

—No se preocupe, no es nada grave —respondió ella sutilmente, intentando no alarmarlo.

—Pero te ves demasiado pálida —comentó Mitsuri con voz aguda.

—En verdad, no es necesario que se preocupen. (__) está en cinta —intervino el de cabellos azabaches, mintiendo hábilmente—. Lamento no haber sido sincero al respecto, pero tuvimos que apresurar nuestra boda por esta razón. Espero que comprendan la situación.

—Ya veo, entonces tuvieron relaciones antes del matrimonio... —musitó Mitsuri, atónita. Después de todo, aquello no era bien visto por la sociedad japonesa. No podía imaginar el problema que habrían tenido con los padres de la joven.

—Así es...

—Espero que no se lleven una mala impresión de nosotros, pero era la única manera que teníamos para comprometernos —volvió a mentir el pilar del agua con una calma imperturbable. (__) No podía creer lo hábil que era al mentir en esas situaciones y mantener la compostura. Estaba convencida de que ella no sería capaz de hacerlo.

—¿Por qué era la única manera? —preguntó el pilar de la llama, curioso por lo que había escuchado. Realmente estaba sorprendido, ya que Giyu no solía tomar decisiones tan precipitadas.

—Se debe al lugar donde crecí —respondió ella con inseguridad, mientras Giyu le tomaba la mano para infundirle confianza, provocando que se sonrojara—. La única forma de librarme de ellos fue gracias al embarazo y a habernos escapado juntos. Deben estar buscándome, pero no es un lugar agradable para quedarse, ya que veneran a los demonios.

—¡Es una historia de amor tan romántica! ¡Qué lindo! —exclamó la de cabellos rosas.

—Tu determinación es admirable, Tomioka. Pero, ¿no crees que deberías explicar esto a todos? Podrían conocer a tu esposa y pensar que la secuestraste y la obligaste a casarse contigo —cuestionó Rengoku.

Aquel comentario provocó un silencio en la habitación, haciendo que la castaña y el azabache tragaran con fuerza. Nunca se les había ocurrido aquello.

—Él no me secuestró ni me obligó a nada. Realmente aprecio a Tomioka —afirmó (__). Las mejillas del azabache se tiñeron de rojo.

—Es cierto. Hablaré con el patrón sobre esto —dijo Giyu—. Aún me siento culpable por haberle ocultado varias cosas y mentirle en otras. No quiero que piensen que mi esposa es capaz de traicionarlos por su pasado en un culto dedicado a los demonios.

—De ninguna manera pensaríamos eso, Tomioka —le aseguró el rubio—. Después de todo, si desconfiáramos por esa razón, no habríamos aceptado a Iguro.

(__) se tensó al escuchar aquello. Nunca pensó que podrían aceptarla tan fácilmente conociendo su pasado. ¿Acaso su hijo o hija podría tener un destino diferente al que imaginaba? Aquello la alentaba y aliviaba sobremanera.