Mensaje de texto

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Antes que nada esto es un Kaishin. Serán unos cuatro o cinco capítulos a lo mucho.
Sé que tengo otras historias sin continuar pero no pude evitarlo.

Gracias a todo aquel que dedique un poco de su tiempo en leer esta pequeña historia.

Gracias a todo aquel que dedique un poco de su tiempo en leer esta pequeña historia

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Kudou Shinichi se despertó esa mañana igual que todas las anteriores. Tras observar la arrugada almohada, dirigió la mirada a la enorme ventana de su habitación. La brisa matutina movía ligeramente las cortinas. Cerró los ojos y respiró lenta y profundamente, llevándose las manos a la cara. Podía percibirlo; la piel de todo su cuerpo aún olía al tóxico perfume de ese ladrón. No entendía qué lo había llevado a esa estúpida dinámica, ni por qué seguía cayendo en ella vez tras vez. Pero sabía perfectamente qué la había ocasionado: haber terminado con Ran, aquella dulce joven que desde niña había sido su mejor amiga y, años más tarde, su novia.

Él la amaba, al menos eso creía, hasta que apareció aquel sujeto. El nuevo alumno de intercambio. Shinichi no supo qué fue, pero algo en él capturó poderosamente su atención: ¿sus palabras, sus manos, la mirada de sus ojos? Nunca lo supo, pero poco a poco cayó por él. El sentimiento en su pecho se volvió tan grande, denso y pesado que un día tuvo que dejarlo salir, y fue frente a Ran. Ella gritó, lloró, y Shinichi se sintió miserable, pero no había nada que pudiera hacer porque no existía forma alguna de retroceder. Además, no quería.

Amaba y se había obsesionado tanto con ese sujeto que, cuando Ran le deseó buena suerte, diciendo que quería que él fuera feliz aunque no fuese a su lado, se lanzó a confesar lo que sentía ante aquellos ojos, aquellos espejos de lila, como ridículamente los llamaba en sus pensamientos, y fue gratamente correspondido.

¿Y todo para qué? 

Shinichi le abrió su corazón, le dio todo de él. Le entregó su alma, su vida, sus pensamientos y su corazón. Era feliz, tan estúpidamente feliz... él era toda su vida... 

Otra vez: ¿y todo para qué? 

Un mensaje, un maldito mensaje de texto, ni siquiera una llamada. Un mensaje y todo se acabó... 

«Lo siento, Shinichi. Pero no puedo continuar con esto. Te amo, pero esto es un error. Olvídame.» 

Y todo se terminó... su mundo se había derrumbado. Ja —sonrió sin un ápice de alegría—. Llevaba días llamándolo Karma, por muy estúpido que sonara para alguien como él. Sí, Karma: lo hizo y se lo hicieron. Rompió un corazón y ahora destrozaban el suyo. 

Pero, aún con todo lo anterior, aún no le cabía en la cabeza la estupidez que había hecho a continuación.

Aquella vez, esa noche, se encontraba persiguiendo al estúpido ladrón fantasma, Kaitou Kid. Estaba a punto de atraparlo, de llevarlo ante la justicia. Había conseguido encontrarlo, arrinconarlo y, a diferencia del inspector Nakamori, quien dirigía a su grupo de policías en la dirección contraria, él había logrado acorralarlo casi contra la pared de lo que parecía un edificio abandonado.

𝕂𝕒𝕣𝕞𝕒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora