Derribando barreras

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Y llegamos al final.

Agradezco muchísimo a todas aquellas personitas que han leído está historia de principio a fin. Quiero decirles que me encantaron todos sus comentarios.

Ojalá les guste aunque sea un poquito el final, yo me divertí mucho escribiéndolo.

Ojalá les guste aunque sea un poquito el final, yo me divertí mucho escribiéndolo

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El reloj de la pared marcaba exactamente las siete de la mañana. Antes de que el profesor se presentara, el conocido salón B de tercer grado del colegio Teitan parecía tranquilo. Algunos estudiantes charlaban animadamente, mientras otros se apresuraban a terminar las tareas que no habían hecho la tarde anterior. De repente, y sin que nadie lo esperara, la puerta del salón se abrió, rompiendo por completo la calma cuando Kuroba Kaito, después de semanas de ausencia, aparecía en la entrada.

—¡Oh, por Dios! —exclamó Sonoko al verlo, ocasionando que todos dejaran lo que hacían, con lo que el salón quedó en silencio—. Ran, mira...

Ran levantó la mirada un poco confundida, solo para que su expresión se ensombreciera en cuanto Kuroba se atravesaba en su campo de visión. Kaito no le prestó atención; el murmullo que siguió a su entrada fue casi inmediato, con todos girándose para mirarle. La sorpresa en sus rostros era evidente, y algunos incluso susurraban sobre las posibles razones de su desaparición y su repentina reaparición. Sin embargo, Kaito parecía desinteresado en los cuchicheos y las miradas inquisitivas, pues sus ojos estaban fijos en una sola persona: Kudou Shinichi.

El detective, por su parte, solo le dirigió una mirada de total indiferencia antes de voltearle la cara, decidido a ignorarlo. Todos allí notaron la obvia reacción, ya que sus miradas iban del detective al mago y del mago al detective, tan interesados cual si estuviesen presenciando una comedia romántica. Kaito, decidido a hablar con su detective a toda costa, simplemente apresuró el paso para llegar a él.

—Kuroba.

El mago parpadeó extrañado cuando su paso fue abruptamente cortado. Ran, que se había levantado de su asiento, le miraba fijamente con una expresión fría y de pocos amigos.

—No tengo nada que discutir contigo, Mouri-san.

Pero la muchacha no se movió, insistiendo en bloquear su avance.

—¿¡Cómo te atreves!? —dijo ella, golpeándole el pecho con un dedo. A dos pasos, Sonoko parpadeaba sorprendida; Ran rara vez se portaba así—. ¿¡Vuelves como si nada después de todo el daño que le has causado a Shinichi!? ¿¡Qué demonios pasa contigo!?

Pero Kaito no se inmutó, insistiendo solamente en atraer la atención de su detective.

—Sabes que debemos hablar, ¿no es así, Shinichi? —preguntó, ignorando completamente a la chica de mirada molesta—. No puedes ignorarme para siempre.

Shinichi, con la mirada fija en la ventana, estaba en total desacuerdo: Kaito le resultaba extremadamente molesto, y su teléfono móvil podía dar fe de ello, saturado de mensajes y llamadas. Shinichi había notado que Kuroba había utilizado ambos números, como si Kaitou Kid y Kuroba Kaito se hubiesen empeñado en hacer explotar su teléfono tratando de comunicarse con él la noche anterior. Shinichi lo había ignorado por completo. Había leído cada mensaje y dejado pasar cada llamada, llegando a creer que la insistencia era tal que Kuroba había programado un mensaje especial para que llegara a su teléfono repetidamente durante toda la noche. Así que, sintiendo la intensa mirada amatista y el peso de las miradas curiosas de sus compañeros, terminó por ponerse de pie.

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