01. La lista roja de Zoey Liderman

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Capítulo 1

La lista roja de Zoey Liderman.


Esta fue la lista que escribí ese año.
Una lista de venganza.

> Jackson Stand. Alias: Jack.

Agresión en 6° año.

Corrió el rumor de que me había hecho encima en la excursión al museo de Bellas Artes. Era mentira. Había caído justo encima de la mierda de perro. Por su culpa, fui partícipe de unos cuantos apodos humillantes.

>Ashley Benson. Paige Benson y Morrison Nilvin. Alias: "Las trillizas de oro".

Armaron un grupo en facebook para hablar mal de la chica nueva. O sea, yo. Pusieron pegamento en mi silla. Pasé cuatro horas con el culo pegado hasta que a la directora se le ocurrió cortarme la pollera del uniforme.

> Thomas Irwin. Alias: "El maestro".

Acusado de esconder una bolsa de marihuana en mi casillero. Por su culpa suspendí un mes de instituto, adquirí un nuevo apodo y me humilló delante de todos cuando la pubertad hizo estragos en mi cuerpo.

>Will Bolton. Alias: "Dedos mágicos"

Acusado de robarme cinco dólares. Jugó una apuesta con su mejor amigo, (obvio que iba a ser Jackson), para ver si caía ante su encanto. ¿Lo logró? Sí, definitivamente sí. ¿Ganó la apuesta? No, claro que no...bueno, sí. Y ese es justamente el por qué encabeza la lista roja.

Will y yo entramos al instituto al mismo tiempo.

Sexto grado de primaria, nos convocaron para hacer un examen de nivelación. Mis padres no tuvieron otra idea que inscribirme en el prestigioso Instituto Bright Future para niños y adolescentes. La cuestión es que, desde el momento en el que Will entró por la puerta de la oficina, derribó todas mis defensas. ¿Era el primer chico que me había gustado? No. Pero sí el único que había hecho que estuviera completamente obsesionada.

Así fue mi adoración para con él.

En el instituto me hice de tres grandes amigas: Joana, Trish y Malia. Éramos inseparables dado que compartimos el mismo gusto musical por las boybands del momento. A Trish le gustaba leer, Malia prefería los accesorios y las fiestas, y Jo solo tenía en mente preparar la lista de universidades a las que visitaría. Y yo...bueno, aún garabateaba en los márgenes de las hojas algún que otro dibujo de criaturas mágicas que solía leer en mis cuentos preferidos.

Trish y yo leíamos. Y mucho. Tal vez por eso se convirtió en mi mejor amiga en esos tiempos. Hasta que, una vez, me animé a enseñarle un pequeño borrador de lo que solía escribir por las noches. Y sí, adivinen qué...fue una historia de amor con Will Bolton. Sonará estúpido y un tanto preocupante, pero para ese entonces, estaba completamente enamorada de él. Si Will pasaba por al lado del banco en el que solíamos sentarnos Trish y yo, aspiraba su perfume a chocolate porque, según yo, no había colonia tan rica como esa. Sabía su cumpleaños, dónde vivía y de qué color eran sus calcetines los días jueves. Rojos. Eran sus favoritos, los de buena suerte para los entrenamientos de básquet.

Pero todo eso acabó cuando ese maldito borrador llegó a sus manos. Trish se lo quedó para leerlo tranquila en su casa y así darme una devolución. Porque en esos años, el único sueño que quería cumplir era volverme una escritora reconocida. Lo cierto es que Trish se olvidó la carpeta esa tarde, un día jueves, debajo del banco. El conserje lo vio y le pidió a Jackson Stand que lo llevara a la oficina de la directora donde estaban las cosas perdidas. Y sí. Jackson encontró la historia. Se la dio a Will. Él la leyó. Y al día siguiente comenzaron las burlas.

Pasé los primeros años de secundaria totalmente alejada de Will Bolton y sus hermosos ojos ambarinos por vergüenza. Jamás le dirigí la palabra, ni siquiera me atrevía a verlo. Ya no pasaba por su casa adrede cuando volvía a casa, porque éramos vecinos, ni tampoco lo miraba entrenar en las clases de básquet. Y él nunca me dijo nada. Si había leído la historia o no, no lo sabía. Tampoco me quería arriesgar, hubiese sido estúpido de mi parte el preguntarle, y estaba cien por ciento segura de que estaba al tanto de ese borrador porque Jack y sus amigos me lo hacían saber.

Aún así, aunque esa obsesión terminó para el último año de la secundaria, seguía siendo el chico más hermoso que había visto en toda mi vida. Ya no escribí historias con él, no volví a pedirle a una segunda persona que me diera su opinión, a excepción de mi profesora de literatura en el último año de instituto que me corregía las faltas ortográficas y me alentaba para que no dejara de escribir. Y entonces llegó la graduación y con ella, el final esperado de toda historia juvenil.

No volví a ver a Will Bolton.

Y la obsesión se esfumó.

Debo admitir que para el baile de graduación ocurrió algo impensable. Era de esperarse de todas formas, porque vamos...los niños dejan de ser niños con la pubertad. Las chicas se ponen buenas, a los chicos les crecen los músculos y se convierten en presas o en depredadores. Esa noche, Jo, Trish, Malía y yo bailamos. Bailamos mucho y nos reímos y nos sacamos fotos. La fiesta fue en casa de Morrison después de la entrega de diplomas. Todo fue espectacular, mis amigas y yo lloramos y juramos permanecer unidas por el resto de la vida. Acabamos con un par de copas demás, pero volvimos a casa las cuatro juntas y nos dormimos en mi cama abrazadas, listas para el comienzo de una vida universitaria.

-Juntas, para siempre-fue lo último que prometimos.

Un año después, esa promesa se rompería.

Pero con ella, llegaría la lista roja que tanto logré por cumplir. Me vengué de todos los que me habían hecho Bullying en el instituto. A Jack le llené su hermoso auto nuevo con mierda. Junté durante una semana la caca de mi perro en una bolsa y cuando apareció con ese descapotable precioso que el papá le había regalado, salté la reja de su casa y le eché la mierda encima. Hice públicas las infidelidades entre Ashley, Mor y Paige.

Ash se acostaba con el novio de Paige, y a Mor le gustaba Ash, por lo que le mandé una carta haciéndome pasar por ella en la que salía del closet y le juraba amor eterno. Cuando Mor llegó a la casa de Ash y ella la rechazó diciéndole que jamás se acostaría con una lesbiana, la venganza había cobrado frutos.

Con Thomas la cosa fue así: lo seguí hasta su punto de venta, le tomé un par de fotos de lejos donde salía vendiéndole drogas a un par de desconocidos. Las fotos llegaron envueltas en un sobre papel madera a sus padres. No volví a verlo después de ese día. Supuse que, o bien había sido internado en un centro de rehabilitación, o bien había ido preso por venta de sustancias ilícitas.

La verdad no me importaba.

Podría haber puesto a Will Bolton a la cabeza de la lista roja, solo que había dos problemas. El primero, no sabía cómo acercarme a él sin que la vergüenza me delatara. Después de lo que había escrito, no podía mirarlo a la cara. El segundo problema estaba en que se había ido del pueblo. Nadie estaba al tanto del motivo, solo había...desaparecido.

Supuse que se habría peleado con los padres, ellos aún estaban en Wellington.

Taché su nombre de la lista roja, borré su recuerdo por completo de mi mente y me dediqué a pasar a segundo año de la carrera de Artes. Las cosas por fin se acomodaban en mi vida, papá tenía mucho trabajo y mamá había dado a luz a mi primer hermano, Theodoro. En la universidad hice nuevas amistades, tuve mi primer novio y me animé a escribir de nuevo. Por la mañana asistía a clases, a la tarde cuidaba a Theo y estudiaba, y a la noche trabajaba en una cafetería como moza para costear los gastos de los apuntes.

Todo eso acabó el catorce de octubre, cuando agregué el nombre de Will Bolton de nuevo a la lista roja.

La lista roja de Zoey LidermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora