Another day.

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Otro día que seguramente sería como ayer. 

Se supone que las terapias de rehabilitación son para recuperar fuerzas, para encontrarle sentido a la vida de nuevo. Se supone que los terapeutas saben qué hacer con alguien que ya atentado contra su vida pero parece que ellos están más confundidos que yo, sentado entre tanta gente que sufre más que yo seguramente, que sus motivos si fueron buenos para profanar su cuerpo de ese modo y el mío fue más ridículo que mi posición al estar aquí.

La derrota es un sentimiento fuerte y duro de afrontar, haber perdido ante la persona que juré destrozaría fue lo último que necesitaba, ver mis esfuerzos caer en ese campo, todo mi entrenamiento, todo para lo que vivía verlo destrozado entre el césped húmedo, el equipo contrario gritar de emoción porque ese bastardo por fin pudo ganarme y como si fuera poco, extendiendo su mano para recordarme lo miserable que soy.

Haber vuelto a casa después de eso, escuchar a mi madre gritarme por desperdiciar sus sacrificios y los de papá, haber sido sometido a un castigo sin razón, enviado a mi recámara como si hubiera hecho algo malo. Mi cuerpo simplemente dejó de responder, las soluciones se esfumaron y sólo quedó una, avancé al baño con esa arma blanca empuñada en mi zurda, azoté la puerta, no quise pensarlo más así que sólo lo hice, lo hice sin pensar qué pasaría si moría. Quería que se sintiera culpable, que todos ellos se sintieran miserables, que mi madre lamentara haberme gritado así... pero mi padre se dió cuenta de aquello salir por debajo de la puerta y no pude irme. 

En este lugar los doctores siempre te ven como si estuvieras apunto de morir, no te dan esos ánimos de esforzarte, te hacen sentir peor. 

Un día de "suerte", uno de los psiquiatras dijo que irían personas normales a hablar con nosotros, esto para que podamos interactuar con alguien más, según era un modo de afrontar la soledad, sólo me haría sentir peor que un extraño me vea así. 

Esperé en aquella mesa con los brazos cruzados, reviviendo todos mis días desde que sucedió, se había vuelto repetitivo, nada tenía un cambio, no había nada que fuera diferente que me emocionara, todo se volvió nauseabundo. Todos los demás tenían a su compañero y el mío seguía desaparecido; un golpe se escuchó en la puerta principal y un joven más o menos de mi edad hizo presencia, el cabello mal pintado de rojo y un atuendo bastante infantil, supuse que no habría mucho de qué platicar con él, hasta que se sentó frente a mí. 

—¡Hola! Lamento en serio la demora, me confundí de hospital.— se veía tan feliz que me daba escalofríos, para mí ese sentimiento había perdido sentido, se había convertido en nada más que un recuerdo amargo que iba ligado a una victoria que jamás llegaría. —Me llamo Eijiro, ¿Eres Katsuki, no?—  asentí, miré con atención su cabello, era lo más llamativo en él.

One shots kiribaku/bakushima ‼️ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora