Tan sólo sí.

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Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde, decía mi madre. 

Fueron palabras que escuché toda mi niñez por lo soberbio y egoísta que me fui haciendo. Nunca me fijé demasiado en la gente, mi meta desde niño fui yo y después yo. Mis amigos de la calle dejaron de hablarme y no lo noté, en la secundaria casi toda la escuela hablaba mal de mí y jamás me di cuenta, porque siempre estaba concentrado en ser mejor que todos. 

Inlcuso al entrar a la preparatoria mi único objetivo fue ese, derrotarlos a todos para subir y ver su fracaso desde lo alto. Así era, hasta que lo conocí. 

Estando peleando juntos ante nuestro primer encuentro con villanos, me dí cuenta de todo lo que ignoraba; jamás lo había visto, desde que entré mis ojos se fijaron en el avance ilógico de Deku y los demás se volvieron ceniza ante el enojo y la frustración, pero él se volvió una llama resplandeciente que ahora notaba. Eijiro Kirishima prometió estar conmigo y volverse fuerte a mi lado. No me quejé, porque pensé que sería una buena oportunidad para ver qué tan capaz soy de dar órdenes. 

Ese día estuvo conmigo todo el rato y en el festival deportivo fue igual. Kirishima se mantenía conmigo sin querer nada a cambio, no como los imbéciles de la secundaria q sólo me seguían para q no los molestaran, Kirishima era... diferente. 

Los meses pasaron y él ahí seguía. Si me pongo a analizar, no importaba qué tan severo fuese con él, todo se lo tomaba como crítica constructiva, me llegaba a hacer más caso a mí que a sus propios instintos y en su momento pensé que actuaba como un perro. 

Empezamos entonces a hacer todo juntos, entrenar, estudiar, pasear; él fue el primero con el que pude hablar horas y horas sin pensar que era tedioso. Estudiar con él se volvió divertido, entrenar cobró otro sentido que no fuera ser más que el prógimo y pasear se hizo de mis actividades favoritas. La confianza que nunca le tuve a alguien se la adueño él, haciendo de mis secretos suyos y de mi temperamento agua sabiendo que antes era un hielo duro inquebrantable. 

Para mí Kirishima se había vuelto vital, pero en mi pensamiento egoísta sólo me gustaba porque me beneficiaba, el sentimiento de soledad se esfumó con su presencia. Lo llevé conmigo a esa estúpida isla, porque sabía que nadie sería compatible para acompañarme a un viaje tan comprometedor y además, porque seguramente nadie querría.

Fue extraño dormir con él, fue raro despertar y verlo, porque detuvo mi pensar y solamente en mi mente se hizo presente ese rostro peculiar. Kirishima no dejaba huella, Kirishima estaba dejando mi vida sellada por su existencia y no me gustaba, porque no quería encariñarme con alguien a quien sólo estaba usando para no sentirme solo en mi camino al éxito. 

Hablar de mi vida con él se volvió costumbre, se volvió costumbre hacerle saber absolutamente todo lo que me molestaba para ser consolado por sus manos y sus palabras. Ahí fue donde caí en cuenta.. que me había debilitado ante él. Ahí fue cuando finalmente descubrí que había caído, había bajado la guardia frente a un posible contrincante, cuando ví a Kirishima con otros ojos... supe que lo mejor sería alejarme antes de lastimarlo o salir herido. 

Dejé de a poco de buscarlo y de dejar que él me buscara. Fue difícil al inicio volver a la soledad, volver a trabajar solo, a comer solo; a vivir solo. Fue difícil asimilar lo que había decidido, fue difícil oír a mi madre preguntar por él y regañarme en cuanto le dije que ya no me servía. Lo cierto es... que el inservible era yo. ¿Amor? ¿Era eso lo que sentía por Kirishima?, no sé cómo se siente el amor, cómo se manifiesta, si esto es amor... ¿por qué duele tanto?

Regresamos de las vacaciones, todo el verano me envió cientos de mensajes, llamadas que no contesté y salidas que no acepté, pasaban las semanas y sus cincuenta mensajes se hicieron veinte, luego cinco, después nada. No habían llamadas, no habían indirectas, no había nada. Había desaparecido de mi vida e intenté estar feliz porque al final de cuentas era eso lo que quería, que se fuera. Ir a la escuela después de todo se volvió tedioso, verlo en el salón siendo él, actuando como si jamás hubiésemos existido, ¿por qué me molesta tanto si eso era lo que quería?

Era extraño regresar a mi dormitorio y ver todo como lo dejé, sin algún detalle extra que me hiciera desviar la mirada al escritorio, ahora cuando lo hice, no había nada. A veces me arrepentía, supongo que era eso, porque jamás había sentido arrepentimiento de alguna acción como esta.

Me arrepentía de no entrenar una hora más, o de no haberle hecho caso a mis impulsos; pero nunca, jamás hubiese pensado que llegaría a arrepentirme por una decisión así. Cuando miraba horas y horas el teléfono esperando que me hablara, esperando ver algo y mandárselo como antes, esperaba algo que ya no pasaría. 

Me costó acostumbrarme a estar solo nuevamente, pero lo logré. No quería a nadie cerca, no quería a nadie rondándome fuera de campo, nadie lo merece, sólo Kirishima. 

Hubo una ocasión, donde tuve que irme porque unos profesionales me llamaron a mí y a otros dos para una misión importante, supuestamente los tres éramos más capaces. Si hubiera sido en otro momento, en otras circunstancias, hubiera ido decidido a ganar y nada más.. esta vez además de las ganas de victoria, estaba el coraje por haber pensado tan mal las cosas. 

Iba distraído, en el aeropuerto sólo podía pensar en él, sólo podía pensar que si moría aquí, menos lo podría ver. Subía al avión con la cabeza agachada, destruyendo los pensamientos con los audífonos a todo volumen, estaba decidido a perder, después de todo, no tenía nada por qué volver. 

Un golpe llamó mi atención, miré atrás y Todoroki me indicó que pusiera atención al suelo. Cuando me quité el audífono y lo ví... mis piernas respondieron por sí solas.

—¡BAKUGO!— gritaba escapando de seguridad, aventé mi mochila, la maleta e incluso el celular, corrí hacia él como él corría hacia mí. Con los brazos extendidos buscándome así como yo lo había hecho con la mirada desde que nos alejamos.

—¡KIRISHIMA!— los policías se detuvieron y entonces, pude abrazarlo.

Nuevamente ocultaba mi rostro en su cuello y mis manos eran cuidadas por su espalda. Otra vez pude oler ese perfume y sentir su corazón latir junto el mío. Lo escuché sollozar, abrazarme con más fuerza e hice lo mismo. Él simplemente me ablandaba.

—No te vayas..— rogó, sin tener intenciones de soltarme cuando escuchó a Endeavor llamarme y después indicar que recogieran mis cosas. Me separé del abrazo para poder verlo a la cara, limpié sus lágrimas con mi sudadera y acuné su mandíbula en mi diestra, mirándolo a los ojos, conectando con él como esa primera vez.

—Voy a volver.— junté mi frente con la suya y él tomó mi antebrazo y de igual forma mi mejilla del lado opuesto. —Te lo prometo.— dejé un beso en su misma frente y me separé, caminando nuevamente hacia el avión. 

La vida y la determinación que me llenó en ese momento fue increíble. Miré atrás nuevamente, viéndolo ahí, levantando su izquierda para despedirse de mí, cosa que respondí. 

Tan sólo sí hubiera sido así desde el principio. Tan sólo sí lo hubiera conocido antes. Tan sólo sí mi vida hubiese sido suya desde que nací. Tan sólo sí.. no me hubiera dado tanto miedo amarlo.

—¡TE AMO, BAKUGO!

—¡IGUAL YO, KIRISHIMA!

One shots kiribaku/bakushima ‼️ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora