Expresso para tres

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-Pareces un animal.

Su dulce voz me siguió por el pasillo, hacía nuestra habitación.

La noche anterior nos habiamos quedado hablando sobre cosas tontas, como nuestras ideas sobre vacaciones y nuestros pasatiempos.

Julia me contó de sus amigos, su escuela y un poco de sus sueños. Yo, en cambio, hablé sobre Héctor y sus técnicas marinas.

Parecía que yo conocía un lado de Héctor que nadie más conocía.

también cometí el error de decirle a Julia que a Héctor le gustaba pintar y que me había regalado sus pinceles. Me hizo prometer que a la mañana siguiente pintariamos un poco, al menos para variar la monotonía del barco.

Ergo, a la mañana siguiente, después del desayuno y de qué limpiará la cocina (Con ayuda de una Julia que quería hacer todo lo más rápido posible), saque las pinturas y comenzamos a pintar.

-Tienes un poco de pintura ahí-Señalé un lugar completamente en blanco de su piel y lo pinté con el pincel.

Ella se quitó de encima rápidamente y trató de pintarme también. Las risas llenaron el silencio de la proa cálidamente.

-Que bestia- dijo ella mientras reía.

Eran estos los pequeños momentos que me hacían no extrañar mi casa, pues nada quedaba ya de mí en ese lugar que no podía llamar hogar.

Mis días eran pacíficos, a veces hasta demasiado. Mis únicas preocupaciones antes eran sobrevivir día a día y ahora solo debo preocuparme por el menú de la cena.

Fuera de lo que tenía planeado para mi vida, estaba plenamente satisfecha con lo que ahora tenía.

Había reemplazado a mis tutores con Héctor, quien era fácilmente una de las mejores personas que podría haber elegido como brújula de mi vida y, créanlo o no, Julia también se volvió una gran amiga.

Diría que incluso la palabra amiga es la equivocada, algo más íntimo que eso.

Nuestras miradas fugaces cuando recién entró al barco se convirtieron en miradas fijas durante la cena, y el "Quizás luego" que me otorgaba cada vez que intentaba hacer algo ahora era un "De prisa, vámonos".

No sentía que extrañaba mi vida, sentía suficiente calor aquí que en mi vida pasada.

Sentía el calor de Héctor cuando desayunabamos juntos o me hablaba sobre los objetos antiguos del barco. Sentía el calor de despertarme en la mañana y saber que tendría otro día más, lleno de cosas que esperaban a mí para realizarse.

Sentía el calor de las manos de Julia sobre las mías cuando corríamos hacia el bosque que rodeaba la isla. Lo sentía también cuando me pedía que la abrazará de noche porque hacía frío mientras nos preparábamos para dormir.

Sentía su calor y cercanía cuando hablaba con Héctor, de pie, y ella llegaba detrás de mi y tocaba suavemente el dorso de mi brazo y apoyaba gentilmente su cabeza en mi hombro.

Era una especie de cariño que desconocía, un calor acogedor que no había tenido nunca. No sabía si se debía a que así se sentía tener una amiga por primera vez o eso era algo más.

Una experiencia extra que aquel barco me proporcionaba.

No sabía, pero tampoco quería averiguarlo ni darle ningún tipo de nombre. No quería limitar nada, simplemente lo disfrutaba.

Disfrutaba encontrarla sobre la mesa, pintandose las uñas con colores cálidos y descalza, mientras yo me sentaba en la silla frente a ella y la ayudaba o simplemente me reía.

1964Donde viven las historias. Descúbrelo ahora