Cap 1

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Tenía dos días de haber regresado de Suiza, había estado estudiando por lo menos dos años gastronomía, desgraciadamente tuve que pausar mi carrera, mi padre, que vivía en Alemania, ya no podía seguir costeando mi escuela a causa de la guerra. Me quedé dos años más por el conflicto bélico, vivía en la casa de una familia acomodada, conocidos de mi padre que me abrieron las puertas de su hogar con todo el gusto del mundo, así que no me vi muy afectada. En aquel lugar gozaba de personal que se ocupaba de mi comida, de mi ropa, de casi todo. La estancia en Suiza era cómoda, no había mucha diferencia en el estilo de vida que llevaba en Alemania, solo que no veía a mis padres.

Mi sueño era estudiar en Francia, pero la desdichada nación se encontraba recibiendo violencia y fuego, de mi propio país.

Tras llegar de nuevo a mi hogar en medio de una crisis, porque - ¡sí!, mi país había perdido una guerra que había empezado! Me tuve que refugiar en un departamento. Si volvía a casa me estaría esperando un vestido de novia y un novio desconocido al que me negaría a aceptar ¡Ah! y mucho, pero mucho caos.

"Te mandaré a Suiza, pero al volver tendrás que casarte con quien yo quiera" Fue la amenaza que mi padre lanzó en mi contra cuatro años atrás. Seguramente creyó que Alemania saldría victoriosa, y que todo volvería a la normalidad para pagar una boda ostentosa. Claramente tuve que aceptar ese trato que era inevitable que sucediera en algún punto de mi vida, pero pude sacarle provecho.

Brigitte es todo menos una mujer sin palabra, así que tenía que cumplir, a mi tiempo, y con mis propias condiciones claramente. Apenas llegué había rentado un lugar lejos de la casa de mis padres, no debían saber que me encontraba ya en Alemania.

Abruptamente se interrumpieron mis pensamientos, y volví a la realidad, en un tren con destino a no recuerdo donde. La gente desesperada empezó a empujarse, debían ir a gastar sus billetes antes de que todo subiera de precio de nuevo. Me levanté de mi asiento tratando de encontrar a Arad entre la multitud, y ahí estaba.

- ¡Abran paso! - Dijo con desesperación mientras se abría paso entre un mar de gente enloquecida- ¡Me están esperando! - Empujó a un hombre que groseramente le había negado el paso, pero enseñó su boleto haciendo que el malhumorado uniformado no tuviera otra opción más que dejarlo pasar. Inmediatamente me buscó entre la multitud, y agité una mano para que me encontrara.

- Se te hizo tarde-Lo miré fingiendo molestia y nos sentamos en los únicos dos lugares vacíos que quedaban

- Por poco no te reconozco- Me dijo bromeando y tomó mi pequeña maleta para husmear, cosa que se me hizo muy atrevido, actuaba como si nada después de no vernos por un tiempo, así se la arrebaté y lo miré indignada, y el solo soltó una risa, confundido como todos los hombres tontos que no saben leer a una mujer. Esperaba más emoción de su parte, no se veía tan desesperado por verme, al menos no como me lo decía en sus cartas.

- ¿Vengo a recibirte y te pones de mal humor? -Subió una ceja mientras sonreía como imbécil.

- Yo soy la que ha regresado después de cuatro años-Contesté frunciendo el ceño, tratando de intimidarlo, y solo meneo la cabeza de lado a lado, un hábito que era muy suyo.

- No pude extrañarte

-Mmmm- Hice un sonido sin abrir los labios, seguía molesta y milagrosamente Arad ya estaba captando mi disgusto.

-No puedes enojarte Brigitte, dos semanas antes de que llegaras fui a visitarte a Suiza, fui muchas veces.

-Tantas que llegaron a pensar que eras mi prometido

- No tienes tanta suerte - Dijo con una sonrisa que me hubiera gustado arrancar con mis uñas, sin embargo, no pude evitar reírme con él, era mi mejor amigo.

Para ese entonces, Arad que sabía todo de mí, no se había enterado de mi matrimonio arreglado, y tampoco sabía que me estaba quedando en un viejo departamento que estaba pagando con los francos suizos que me había obsequiado mi familia adoptiva. Con el poco dinero que me sobró de la renta, pude comprar dos boletos para ir a ver un musical en Berlín, ¿quién hubiera pensado que en medio del miedo y la depresión existiría algo de diversión? Después de bajar del tren nos perdimos momentáneamente entre una ciudad resentida por la economía. Algunas tiendas se encontraban cerradas, y otras ofrecían su mercancía de forma desesperada. Habíamos caminado mucho tratando de encontrar el pequeño teatro, sin darnos cuenta de que había estado frente a nuestras narices todo el tiempo.

- ¿Una zapatería? - Preguntó Arad desubicado.

- ¿Buscan algo? - Preguntó una voz femenina desde el interior del lugar.

-Estoy buscando un pequeño teatro- Respondí a la misteriosa persona que se encontraba escondida en la oscuridad del negocio.

Una mujer salió de las penumbras, con un vestido entallado y largo, una diadema con plumas adornaba su cabeza, y fumaba un cigarrillo largo que no paraba de humear. Su maquillaje era exagerado, y tenía un lunar falso en una de sus mejillas, su piel pálida me hacía entrecerrar los ojos, pues brillaba demasiado.

En la piel llevamos (Editada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora