La mañana siguiente, Santiago y Anto se prepararon para su vuelo de regreso a Buenos Aires. La tensión de la conversación de la noche anterior aún pesaba sobre ellos. Ambos estaban callados mientras empacaban, cada uno sumido en sus pensamientos.
En el avión, el aire acondicionado estaba particularmente fuerte, haciendo que el ambiente fuera bastante frío. Santiago y Anto se acomodaron en sus asientos, tapándose con mantas para mantenerse calientes. Anto estaba visiblemente afectada, su rostro pálido y su expresión distante.
Después de un rato, Anto comenzó a sentirse mareada. Intentó controlar las náuseas, pero finalmente tuvo que levantarse apresuradamente para ir al baño. Santiago notó su movimiento, preocupado, pero antes de que pudiera reaccionar, Patricia, que estaba sentada cerca, también se levantó y fue detrás de Anto.
Santiago decidió seguirlas, queriendo asegurarse de que Anto estuviera bien. Cuando llegó al baño, vio a Patricia afuera, esperando. Ella levantó la mirada y le sonrió suavemente, tratando de tranquilizarlo.
"Tranquilo, Santiago. Yo me encargo," le dijo Patricia, tocando su brazo. "Anto necesita un poco de apoyo ahora."
Santiago asintió, aunque la preocupación no desaparecía de su rostro. Patricia llamó suavemente a la puerta del baño. "Anto, soy Patricia. ¿Puedo entrar?"
Desde dentro, Anto respondió con una voz débil. "Sí, por favor."
Patricia entró y cerró la puerta detrás de ella. Encontró a Anto sentada en el suelo del baño, respirando con dificultad y con lágrimas en los ojos. Se arrodilló a su lado y le acarició suavemente el cabello.
"Anto, cariño, sé que no soy tu madre, pero quiero que sepas que entiendo perfectamente lo que estás pasando," dijo Patricia con voz calmada. "Estás bajo mucho estrés y presión, y eso puede causar estragos en tu cuerpo y tu mente."
Anto sollozó, dejándose consolar por Patricia. "Es que... Santiago no me cree. Piensa que estoy con otra persona. No sé cómo hacerle entender que siempre le he sido fiel."
Patricia la abrazó con ternura. "Santiago está preocupado y confundido. Pero lo importante ahora es que tú te sientas mejor. Vamos a salir de esto, ¿de acuerdo?"
Anto asintió, aferrándose a Patricia. "Gracias, Patricia. Necesitaba escuchar eso."
"Siempre estaré aquí para ayudarte," respondió Patricia, dándole un último apretón antes de ayudarla a ponerse de pie. "Ahora, vamos a limpiarte y a regresar a nuestros asientos. Todo va a estar bien."
Cuando Anto salió del baño, se sentía un poco mejor gracias a las palabras de Patricia. Caminó de regreso a su asiento, deseando poder descansar un poco antes de llegar a Buenos Aires. Sin embargo, al acercarse, notó que su asiento estaba ocupado por Sandra Petovello, quien estaba charlando animadamente con Santiago.
Anto se detuvo en seco, sorprendida y algo molesta. Santiago levantó la vista y la vio, su expresión cambiando de sorpresa a preocupación.
"Anto, ¿te sientes mejor?" preguntó, poniéndose de pie de inmediato.
Sandra miró a Anto con una sonrisa, pero su mirada tenía un tinte de curiosidad que hizo que Anto se sintiera incómoda. "Oh, lo siento, Anto. No me di cuenta de que ya habías vuelto. Santiago y yo solo estábamos conversando un poco."
Anto forzó una sonrisa, tratando de mantener la calma. "Está bien, Sandra. Necesito sentarme."
Sandra se levantó lentamente, dejando el asiento libre para Anto. "Por supuesto, espero que te sientas mejor pronto."
Anto se sentó y Santiago se acomodó nuevamente a su lado, sus ojos llenos de preocupación. "¿Estás bien, Anto? ¿Quieres que te traiga algo?"
Anto negó con la cabeza. "Estoy bien, Santi. Solo necesito descansar un poco."