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BELLA

—Bella, ¿quieres quedar esta tarde?

—En tu casa, sí.

Quiero preguntar "¿por qué?", y "¿por qué no en tu casa?", pero me contengo las ganas de hacerlo porque sus ojos me miran de una manera que no esperan respuesta.

—¿Sabes qué, Heather? Mi madre me ha comprado un vestido carísimo para ir a una fiesta este fin de semana. ¡No sabes las ganas qué tengo de ponérmelo! —exclama Bella, muy ilusionada, pero casi de una manera superficial, aunque no le doy importancia—. ¡Uy! ¡Lo siento! No tengo una entrada para ti; verás, me ha invitado mi primo Collin, que tiene muchíiisima pasta, y solo está invitada la gente... ya sabes, popular, interesante y adinerada —suelta dando énfasis a la palabra adinerada, y yo no puedo evitar pensar que yo debo estar considerada impopular, anodina y pobre.

—No lo sabía; ¿cómo es? —Quiero interesarme, porque nunca me he puesto un vestido.

—Es un vestido de muselina blanco apto para las noches de verano, que ya se acercan —dice, pensando en que estamos en la recta final de la primavera, y, eso quiere decir, a los últimos días de instituto antes de que el verano saque la cabeza—. ¿A qué es precioso?

—Suena precioso, sí; a ver si me lo enseñas algún día. —Intento imaginarme el vestido, y por sorpresa mía, pues no tengo aires de vanidosa, un sentimiento vivificante se instala en mi cuerpo.

—Mira, —Bella se saca el móvil del bolsillo de sus pantalones—, tengo una foto con él puesto. ¿A qué me queda bien?

—Te queda espectacularmente bien, sí.

—También tengo unos tacones con los que acompañar el vestido; un perfume caro; un delineador de ojos; una diadema de hoja de sauce y muchas cosas más. ¡Voy a estar tan... bonita y perfecta con todo esto puesto!

—No tengo la menor duda.

—¡Ay, cielo! ¡Qué felicidad da el dinero! —Yo no estoy muy de acuerdo con ella, pero sin saber por qué, sonrió y asiento con la cabeza—. ¡Y lo que puede llegar a hacer una madre por ti...! ¡Mi madre es la mejor!

...

—¡Hola, cielo!

—Hola, ¿quieres que subamos a mi habitación? —pregunto, y después me asombro, pues Bella está realmente preciosa. Su cabello rubio cobrizo se aprecia por las ondas que le caen sobre los hombros, y sus ojos se ven considerablemente grandes a causa del efecto de un buen delineador de ojos—. Estás... deslumbrante, Bella.

—Lo sé —susurra, mientras me sigue por un corredor que conduce a mi habitación—. Tu casa es bonita, aunque la mía es el doble de grande, tiene unas escaleras voladas con tirantes, y el suelo es de vinílico.

—Ah —suspiro. De verdad parece la descripción de una casa de ensueño.

Al llegar delante de una puerta de madera desgastada, abro la puerta y dejo que Bella entre primero.

—Mi habitación tiene un gran cabecero tapizado, puesto que tiene un techo muy alto; y una cama y un canapé vintages —explica Bella, descubriendo en su lugar una sencilla cama individual con una simple manta verde y sin lugar a almacenamiento—. También cuenta con dos listones de madera a cada lado de la cama y...

Yo podría haber fingido que no me importaba, que yo disfrutaba de la sencillez de las cosas y del gran valor que ya tenía tener un techo donde poder vivir, pero las palabras de Bella me revuelven por dentro y me hacen cuestionarme muchas cosas, por mucho que lo intente evitar.

La Vida Sin FiltrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora