Capítulo 3: Coincidencias

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Los días pasaron y Ana y Lucía no dejaron de pensar en sus encuentros fortuitos. Era como si el universo se hubiera confabulado para reunirlas. Ambas siguieron con sus rutinas, pero siempre con una expectativa latente de volver a verse.

Una tarde, Ana decidió visitar una galería de arte que había abierto recientemente en el centro de la ciudad. Era una de sus escapadas favoritas; perderse entre pinturas y esculturas le daba una sensación de paz. Mientras recorría las salas, admirando las obras expuestas, escuchó una voz familiar.

Lucía: (sorprendida) ¡Ana! No esperaba verte aquí.

Ana: (sonriendo ampliamente) ¡Lucía! Tampoco yo. ¿Te gusta el arte?

Lucía: Sí, aunque no soy una experta. Vengo cuando necesito desconectar un poco del trabajo. ¿Y tú?

Ana: Me encanta. Es mi manera de escapar de la realidad por un rato.

Pasaron la tarde recorriendo la galería juntas, compartiendo impresiones sobre las obras y descubriendo gustos comunes. Ana se dio cuenta de que Lucía tenía un ojo crítico y una manera única de interpretar el arte, algo que la fascinaba.

Una semana después, ambas se encontraron nuevamente, esta vez en un parque. Ana había ido a dar un paseo con su perro, un Shiba Inu llamado Max, cuando vio a Lucía sentada en un banco, con un libro en las manos. Al acercarse, reconoció el libro que le había recomendado en la librería.

Ana: (riendo) Vaya, parece que siempre nos encontramos en los lugares más inesperados.

Lucía: (levantando la vista del libro) ¡Ana! Y veo que trajiste compañía.

Ana: Este es Max. Le encanta salir a pasear. ¿Cómo te va con el libro?

Lucía: Me está gustando mucho. Gracias por la recomendación. (acariciando a Max) Hola, amiguito.

Max, como si entendiera la conexión entre las dos mujeres, se acomodó junto a Lucía, ganándose su cariño de inmediato. Ana se sentó a su lado y pasaron un rato hablando, disfrutando de la tranquilidad del parque.

Lucía: (mirando a Ana) ¿Te parece si vamos a tomar un café después de esto? Me encantaría seguir hablando contigo.

Ana: (sonriendo) Me encantaría.

Después de un rato, se dirigieron a una cafetería cercana, donde la conversación fluyó naturalmente. Hablaron de sus sueños, sus miedos y sus pasiones. Cada vez que Ana hablaba, Lucía se sentía más atraída por su optimismo y su manera de ver la vida. Ana, por su parte, encontraba en Lucía una mezcla perfecta de pragmatismo y sensibilidad.

La noche cayó y tuvieron que despedirse. Esta vez, sin embargo, ambas sabían que querían seguir viéndose. Intercambiaron más detalles sobre sus vidas y acordaron encontrarse de nuevo pronto.

Lucía: (sonriendo) Me alegra mucho haberte encontrado de nuevo, Ana. Siento que cada vez descubrimos algo nuevo la una de la otra.

Ana: (sonriendo tímidamente) Yo también, Lucía. Ha sido una tarde maravillosa.

Se despidieron con un abrazo, prometiendo mantenerse en contacto. Ana volvió a casa con una sensación de calidez en el corazón, mientras que Lucía, al llegar a su apartamento, no pudo evitar sonreír al recordar cada momento de esa tarde.

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