Capítulo 4: Primeras Citas

96 35 9
                                    

La emoción de sus encuentros fortuitos se transformó rápidamente en algo más concreto. Ana y Lucía comenzaron a planear sus encuentros, ansiosas por pasar más tiempo juntas. Había una chispa en el aire, una conexión que ambas sentían y que querían explorar.

El primer encuentro oficial llegó un sábado por la tarde. Lucía había sugerido un picnic en el parque, una idea que a Ana le encantó. Se encontraron en la entrada del parque, ambas vestidas casualmente pero con un brillo especial en sus ojos.

Lucía: (con una cesta de picnic en la mano) Espero que tengas hambre. Preparé algunas cosas.

Ana: (sonriendo) Perfecto, porque vine con mucho apetito. Traje algunas frutas y postres también.

Encontraron un lugar tranquilo bajo la sombra de un gran árbol. La tarde era perfecta, con una brisa suave y el sol filtrándose a través de las hojas. Extendieron una manta y empezaron a sacar la comida.

Ana: (riendo) ¡Wow! Esto parece una fiesta. ¿Hiciste todo esto tú misma?

Lucía: (un poco sonrojada) Sí, me gusta cocinar cuando tengo tiempo. Espero que te guste.

Ana: Estoy segura de que sí. Se ve delicioso.

Compartieron la comida mientras hablaban y reían. Lucía demostró ser una cocinera excelente, y Ana no dejaba de elogiar sus habilidades. Entre bocados de quiche y sorbos de limonada, se fueron conociendo más profundamente.

Lucía: (mirando a Ana) ¿Qué te hizo decidir trabajar en una librería? Siempre me ha parecido un lugar mágico para estar.

Ana: (sonriendo) Siempre he amado los libros. Trabajar en una librería me permite estar rodeada de historias y compartir esa pasión con otros. ¿Y tú? ¿Qué te llevó a la arquitectura?

Lucía: (pensativa) Siempre me ha gustado construir cosas. Desde pequeña, me encantaba armar y desarmar juguetes. La arquitectura es mi manera de dejar una huella, de crear algo que perdure.

La conversación fluyó, llena de anécdotas y sueños. El tiempo pasó volando y, antes de darse cuenta, el sol comenzó a ponerse.

Esa misma semana, decidieron tener su segunda cita en una pequeña bodega de vinos que Lucía había descubierto recientemente. El lugar era acogedor, con luces tenues y una atmósfera íntima.

Lucía: (levantando una copa de vino) Por nosotras y por todas las casualidades que nos han llevado hasta aquí.

Ana: (sonriendo y chocando su copa con la de Lucía) Por nosotras.

El vino suavizó la noche, y la conversación se volvió más profunda y personal. Lucía habló de sus experiencias en la universidad, de los desafíos que enfrentó como mujer en un campo dominado por hombres. Ana compartió sus propias luchas, de cómo encontró consuelo en los libros durante tiempos difíciles.

Lucía: (tomando la mano de Ana) Gracias por compartir esto conmigo. Siento que cada vez te conozco un poco más, y cada vez me gustas más.

Ana: (mirándola a los ojos) Yo también siento lo mismo. Eres increíble, Lucía.

Salieron de la bodega caminando juntas, la noche envolviéndolas en una sensación de intimidad y conexión. Llegaron al auto de Lucía y se despidieron con un abrazo largo, sintiendo la promesa de algo más en el aire.

Lucía: (susurrando) Buenas noches, Ana. Espero verte muy pronto.

Ana: (sonriendo) Buenas noches, Lucía. Yo también.

La coincidenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora