Como a diario, voy camino a la escuela desde Barrio Savoia y cruzo cuidadosamente las vías del tren. Cada que necesito cruzar recuerdo la voz de mi madre en mi cabeza: mirá bien al cruzar, pueden haber accidentes ¡no te distraigas! Una vez cruzadas las vías y el Camino Centenario, giro en 467 y con minutos de sobra llego a detenerme unos minutos en la plaza, lo cual me encanta ya que todas las mañanas sin falta disfruto de un acontecimiento ordinario pero realmente exquisito para mis ojos y sumamente placentero para mí. Suena algo egoísta y puede que lo sea pero, me considero un loco de remate. Y ahí está otra vez, comenzando mi rutina matutina:
Ya cruzando a la plaza está esa muchacha, a quien fielmente veo caminar y me quedo paralizado, viéndola como un bobo. Mi mente se pausa, el mundo continua, mi café se enfría y ella camina y se aparta en un banco al sol. ¡Ella es tan hermosa! Ni siquiera sé de dónde es ni su nombre pero, su cara angelical y sus rizos caramelo me generan una amnesia temporal que no logro comprender. Me olvido de todo. Siempre admiro esa perfección tan femenina: su piel tiene ese aspecto suave y delicada, cuidada y apenas bronceadita. Su rostro limpio, solamente muestra brillo labial y una sonrisa que se esboza muy a menudo.
Se acomoda la pollera y se sienta en un banco al solcito, deja su mochila de colegio a un lado. Toma un sorbo de café y luego, coloca la mano sobre el vaso térmico para que no se le enfríe. Sigue tomando mientras mira fijamente una de las calles perpendiculares a la plaza. De pronto se sonríe como si hubiese recibido un regalo y comprendí, una de sus amigas venía a su encuentro.
-¡Anneeeee! - venía saludando su amiga a los gritos y agitando el brazo. Y fue ahí que escuché su nombre, creo.
En ese encuentro, ambas se fundieron en un abrazo rápido pero intenso donde vi mucho cariño, apartando sus cafés. Charlaron apenas unas palabras, las veía reír cuando la otra chica me miró. Fue en ese momento cuando se tomaron del brazo y comenzaron a caminar rumbo al colegio. Cada una con su mochila, se acomodaron la falda y las medias y salieron de la plaza. Continuaron caminando por la 467 yendo para el lado del Camino General Belgrano. Sus cabellos bailaban con tantos bucles, subían y bajaban cual resortes. ¡Hermosos! Su amiga también era bonita pero no me cautivaba como lo hacía ella.
- ¡Annee! -suspiré para mí.- ¿Qué puedo hacer? Necesito que sea mía -decía para mí mientras no dejaba de admirarla, cual monumento histórico para un profesor, cual universo para el astrónomo. Me dispuse a caminar hacia mi escuela rompiendo hoy mi rutina. Esta vez decidí ir por la misma calle que iban ellas.
Eran las 6.50a.m ya y todavía me faltaban varias cuadras. Miraba la hora en mi celular a cada minuto para disimular mi caminata detectivesca. Solo estaba a un par de metros de ellas y no levantaba sospecha alguna ya que esa zona a esa hora era bastante concurrida por todos los adolescentes que iban a los colegios de ahí. Ya en la esquina 20 escuché un grito:
-Euuu, ¡Pancho! ¿Qué hacés?- uno de mis amigos me gritó sobresaltándome un poco. Paré mientras seguía con la mirada a las chicas.
-¡Hola, compa! Todo bien, ¿vos? -le choqué la mano y cuando volví a ver a las chicas ya habían doblado en la esquina. Me incliné a querer ver más allá y claramente no pude.
- Estás raro, hermano - me veía como si estuviese en presencia de un loco.
No tenía palabras en mi boca ni mucho menos saliva. Estaba seco, sequísimo. ¡Dios mío! ¿Qué me hizo esa chica? Pegué una corrida a la esquina por donde desaparecieron y apenas divisé su mochila ingresando en un colegio. Caminé recuperando el aliento hasta la puerta principal y leí "Colegio Sagrado Corazón de Jesús" donde estaba repleto de chicos con los mismos uniformes.
No podía dejar de ver la puerta como esperando que saliera. -¡Anne! -no conseguía dejar de pronunciar entre suspiros.-Eu ¿qué hacés? -me vi sujeto por mi amigo, parece que me había seguido. -Vamos, ya es hora.
No puse resistencia y empecé a mover los pies en dirección a mi escuela que, si no me había perdido en el cambio de recorrido quedaba en la misma manzana, a la vuelta.-Ya para, Romeo. Estás volando y sonrojado. -Me cargaba este flaco que se consideraba mi amigo.
-Te veo adentro. -Le hice unas muecas, le di una palmada en el hombro e ingresé a la escuela por mi lado.
-Claro, te alcanzo adentro. Apártame un lugar. -Me dijo ya a la distancia.
Revoleé mi mochila al lado de mi silla y me recosté, todavía tenía unos minutos hasta empezar la clase. Mi mente volaba y solo repetía esas escenas de la plaza y esta muchacha con su café, la caminata y sus rulos moviéndose. Esa piel suave de porcelana, su sonrisa esbozándose a menudo entre sorbo y sorbo, entre comentario y abrazo. Esa sonrisa que mostraba unos dientes perfectos, unos labios brillosos y un brillo especial en la mirada, se iluminaba sus ojos y al mismo tiempo tendían a achinarse un poquito. Parecía que sonreía y mi mundo se paraba. No podía sacarla de mi cabeza. Sabía muy poco de ella pero, me hallaba embelesado. ¡Un tremendo tonto! Enamorado diría pero, a todos les significa algo distinto el amor aunque podría decir que a todos los de esta edad el concepto les es similar.
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Tus versos, mi perdición
Romance-En las calles citibeleras la conocí cuando cumplíamos con nuestra mayor obligación, la de ir a estudiar. Quise que fuera mía, solamente mía. Pero el plan falló. Él más se acercaba y ella, se alejaba. Esta historia juvenil estaba destinada al fraca...