Capítulo II: De mocasines

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El momento del encuentro entre las dos jóvenes, en la plaza temprano.

- ¡Amiga! ¿Cómo estás?- respondí a Isabela luego de que ella me gritara en su saludo primero.
- Todo bien... creo que mi cerebro se frió de tanto estudiar Historia.
- Ay sí, tomá- hice un gesto desde el oído de Isa a su frente, como si le entregase algo líquido en la mano- se te escurre el seso por el oído - luego de la seriedad de la broma estallé en risa.
-¡Qué tonta! ¡Tengo la amiga más tonta del mundo! -comenzó a gritar dando vueltas sin perder de vista su café para no derramarlo.
-¡Isaaaa! Por favor ya, ¡pará! Nos miran todos.
-¿Todos, quiénes? - me calmó relojeando a nuestro alrededor-. No hay nadie viéndonos, salvo... -miró fijamente a ese chico que tanto veía- e.se... chi...co... de allá- terminó de decir entre cortado mientras se aseguraba que realmente las observaba mucho. -Ya vamonos.

No llegué a registrar cuando Isa me enganchó del brazo disimuladamente, sin apuro acomodamos nuestras polleras y emprendimos camino al colegio.
-Eu, el otro día vi un chico.
La miré curiosa esperando que siguiera su historia. Siempre que empezaba a contar algo sobre muchachos lo hacía con lujo de detalles, casi que me sentía parte de su relato.
-Entré en un kiosco, quería un alfajor Oreo. Me saludaron a distancia, sin vernos la cara y cuando me acerqué al mostrador vi un rostro joven y de ojos azules. Me paralicé y no me salían las palabras. No podía dejar de verlo, ni siquiera pestañeaba.
- ¡Aaaiaa! Corazón Corazón -gestualicé bromeándole.
- No recuerdo todo lo que le dije, pero cuanto más lo veía más palabras salían de mi boca. Creo que le pregunté por los otros alfajores, los chicles y los caramelos. Apenas le pude preguntar cuánto le tenía que pagar.
- ¡¡Nooo!! No te puedo creer.
- Bueno, en fin, me atrapó. Ahora quiero ir todo el tiempo a ese kiosco, a comprar un caramelo o todas las golosinas. Podría pagarle el aire que respiro con tal de verlo.
- ¡Estás hasta las manos, amiga! -mientras pensaba que esto era algo pasajero porque la conozco realmente. - Quiero conocerlo. Ojalá algún día me lleves a pasear por ese kiosco.

Llegamos al colegio y entramos de una. Saludamos a las celadoras y Preceptores que nos reciben cada mañana en la puerta de entrada. No llegamos a repasar nada para la evaluación pero ya habíamos estudiado suficiente, y claro que, nuestras emociones también merecen su tiempo de amistad para ser compartidas.

Ya en el aula venía pensando y me sentí inspirada con la historia de Isa que no pude esperar para escribir en mi agenda. La tomé mientras esperaba al profe de Historia y registré:

A veces te pienso sin querer
A veces te quiero sin pensar,
Otras veces te quiero pensar
Y otras miles de veces te pienso queriendo contigo estar.
Hay veces que vienes a mi mente y no te vas,
A veces no quiero echarte sin más,
A veces te traigo dulcemente porque no hay otra manera
Y otras tantas veces conmigo te quiero dejar.
A veces no me miras pero estoy allí, contigo, a tu lado,
A veces no me oyes pero estoy allí, hablando,
A veces no me hablas pero estoy ahí, escuchando tu silencio,
A veces no me sonríes pero estoy ahí, sonriendo para ti,
Sonriendo por ti.
A veces estoy para ti, pero hay veces que soy contigo,
A veces somos dos, pero a veces solo llegamos a ser uno y medio
A veces el amor nos encuentra unidos
Y es lo mejor de las veces en que somos uno entero.

No hace falta ni decir lo enamoradiza que soy, soñadora y con corazones latiendo en cada pensamiento. Creo que cada uno tiene a su compañero en algún lado pero, debe encontrarlo en el camino de la vida y además, trabajar esa relación en un vínculo sincero que tenga lugar para cultivar los valores y permita el crecimiento como persona y como pareja.

Ya notaba que la inspiración dejaba fluir la lapicera en mi agenda y si bien me gustaba cómo había quedado estaba segura que necesitaría modificaciones.
El profe se había demorado y yo seguía escribiendo. Esta vez sobre una historia que me había inventando sobre mi "yo enamorada".

Creí que en algún momento me verías,
Creí que muchas rosas me regalarías,
Creí que mis afectos notarías,
Y que miles de veces sonreirías.
Creí que mi vida romance tendría,
Creí que a mi muchacho encontraría,
Que Dios a mi lado lo traería,
Y que el amor jamás se apagaría.

-¿Marianela? - escuchaba mi subconsciente sin responder. Aclaraba la garganta antes de insistir - ¿Anne? - el Profesor Fernández Lugo parado frente a la clase tenía su mirada en mí.

- Eh em... sí. ¿Qué? - dije sin saber porqué me veía.

- ¿Qué se le ofrece, profesor? ¿Qué necesita? - dijo a modo de corregirme. Y vuelve a insistir. - Anne, ¿no escuchaste que te había llamado? ¿Estás bien? -No había escuchado su entrada al aula ni tampoco su saludo. Estaba inmersa en ese escrito del amor. - Es momento del examen. - Dijo a modo de repetición personalizada y se dirigió a su escritorio.

- Oh, sí, ¡estoy lista! Todo bien. -Dije cerrando mi agenda y disponiéndome a empezar el examen. Saqué mi hoja y me concentré en ello, ya que el resto de mis compañeros estaban viéndome bien extrañados, como si hubieran visto un fantasma.

La situación había sido un poco extraña, ya que soy muy dedicada al estudio y rara vez me ocurren cosas como estas. Tanto al profe como a mis compañeros les había extrañado mi ausencia y mi reacción pero, siendo consciente de ello reflexioné sobre el momento y analicé mis sentires para tratar de evitarlo en el futuro.

Esto es estar en mis zapatos, en mis mocasines escolares que por cierto, los adoro, ¡son tan, taaaaaan cómodos y hermosos! Creo que cultivo gustos de gente grande. No conozco chicas de mi edad que expresen amor por este tipo de calzados. Luego de este detalle, quedaré atenta a cualquier indicio que demuestre lo contrario o alguien que quiera sumarse al Team Mocasín.

Tus versos, mi perdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora