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Cuando estuvieron en el exterior, durante un segundo pudo respirar y pensar que todo estaría bien. Pensó en lo fuerte que abrazaría a su chica y la manera en la que le diría que la había extrañado terriblemente. Se sentía un loco enamorado. Una fría brisa tranquilizó sus pensamientos intrusivos y el calor del cuerpo que sostenía fueron el plus.

Pero como lo bueno nunca duraba, una persona salió de entre los arbustos y trató de atacarlos.

—¡No, Puma! ¡No!

El hombre abrió los ojos, inmediatamente tirando la roca que iba a tirar sobre sus cabezas al suelo al reconocerlos, mirándolos. — ¡Bueno, ya! ¿Y los demás? ¿Y a este qué le pasó?

—¿Mamá? — lo miró, y luego a Leo. — ¿Papá?

—Sí le pegaron fuerte en la cabeza...

—¡Abuelo! — se giró hacia atrás, usando un tono cantarín.

Se congeló al ver al general Torreblanca, el que la había golpeado, con un puñado de hombres a su espalda, esperando instrucciones. Tembló y retrocedió, al punto de esconderse a la espalda del castaño. Leo no le tomó importancia.

—Llévenlo a la enfermería. — demandó el viejo. Dos hombres tomaron a Nando cada uno de un brazo y se lo llevaron.

Hacía un esfuerzo por mantener sus ojos abiertos. Entre más avanzaban, menos reconocía donde se encontraba. Balbuceó, en busca de una explicación.

—¿Dónde está ____?

—Cállate, carajo.

Uno de los hombres habló tan fuerte que lo aturdió. No volvió a hablar para preguntarles algo. Unos minutos después de ser llevado a sus costas, lo dejaron recostar en una camilla. Oyó otra voz diferente de alguien que trataba de comunicarse con él, pero estaba tan mareado que no lograba entender lo que decía.

Cuando despertó, ya habiendo repuesto sus energías, no había nadie. Tenía puesta su pañoleta, pero por debajo tenía vendas para cubrir la herida en la cabeza que Merolick le había hecho. Se levantó y salió de la tienda de campaña que usaban como enfermería temporal, descubriendo que todo había terminado.

Corrió hacia Leo y ____ al verlos en la lejanía y los envolvió con sus brazos, chillando de la alegría. Diciéndoles lo mucho que los había extrañado y lo mucho que temió que les pasara algo. Ambos le correspondieron, conmovidos por su estado vulnerable.

—Conque ustedes dos son hermanos, ¿eh? — el General Galeana se acercó a los tres.

Leo, Nando y ____, que habían sobrevivido a aquella pesadilla.

—Sí, señor. — ambos asintieron.

—México necesita a jóvenes como ustedes.

—General, mi abuela... nuestra abuela está en Puebla esperando que lleguemos. De corazón, y si nos lo permite, prometemos unirnos a la causa cuanto antes.

—¡Por esta! — exclamó Nando dando un salto.

—Ah, ¿cómo ven al muchacho? Nunca me habían rechazado así. — todos rieron. El comentario les había causado gracia. — Muy bien, será como ustedes digan.

Cuando el General Galeana los dejó solos, Nando codeó a Leo con diversión.

—¿Y ahora? ¿Cómo te voy a llamar?

—¿Pues cómo que "cómo"? ¡Pues Leo!

—¿Y esto? — tomó su mentón, alzándolo. — ¿Qué son estos cuatro pelos que te están saliendo abajo de la nariz? ¿Será porque ya te crees un hombre?

—¡Ya! — lo apartó, con Nando deshecho en carcajadas.

—¡Ay, ya sé! ¡Te voy a llamar "Cuatro Pelos"! — el mayor no podía ni hablar por la gracia que le causaban sus propios comentarios, a pesar de que a su hermano para nada. — Ay, soy lo mejor...

—Cállate, barbón.

—Pues, a Puebla con la abuela, Cuatro Pelos.

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⏰ Última actualización: Aug 12 ⏰

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