Una masoquista y una chuunibyou

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Una joven de baja estatura y cabello castaño caminaba por la noche sin dirección aparente, ignorante del grupo de chicos que la seguían. Su apariencia peculiar, con un parche en el ojo y un bastón que utilizaba como si fuera un cetro mágico, la hacía destacar en la oscuridad.

—¡Oye, pequeña! —gritó uno de los chicos, acercándose con una sonrisa burlona—. ¿A dónde vas tan tarde?

La joven se detuvo y giró lentamente, sus ojos llenos de una confianza desmedida. —Yo soy Megumin, la gran archimaga del clan de los Demonios Carmesí. No tengo tiempo para insignificantes mortales como ustedes.

Los chicos rieron, rodeándola. —¿De qué hablas, niña? —dijo otro—. Solo queremos divertirnos un poco.

Megumin levantó su bastón, adoptando una postura dramática. —¡Retrocedan o enfrentarán la furia de mi magia explosiva!

Los chicos se detuvieron por un momento, confundidos por su audacia, pero pronto se recuperaron y empezaron a reír aún más fuerte.

—¡Ja! ¿Magia explosiva? ¿Crees que somos tontos? —dijo el líder del grupo, dando un paso más cerca.

Antes de que Megumin pudiera responder, una sombra se movió rápidamente desde un callejón cercano. En un instante, el líder del grupo fue derribado al suelo por un golpe certero. Los otros chicos retrocedieron, sorprendidos.

—¡Lárguense de aquí! —ordenó una voz firme. Era Kazuma, quien había salido a comprar víveres y se topó con la escena.

Los chicos, al ver la determinación en los ojos de Kazuma, decidieron que no valía la pena y se alejaron corriendo.

Megumin bajó su bastón y miró a Kazuma con curiosidad. —Gracias por tu ayuda, pero yo podría haberlos manejado con mi magia.

Kazuma suspiró, guardando su bolsa de víveres. —Sí, claro. Vamos, es peligroso estar sola por aquí a estas horas. Te llevaré a un lugar seguro.

Megumin lo siguió, aún intrigada por su salvador. —¿Quién eres tú, extraño? Y, ¿por qué me ayudaste?

—Soy Kazuma Satou. Y te ayudé porque no podía dejar que te hicieran daño. ¿Tienes algún lugar a dónde ir?

Megumin negó con la cabeza. —No, no realmente. Estoy buscando un lugar donde pueda practicar mi magia.

Kazuma sonrió levemente. —Bueno, por ahora puedes quedarte en mi casa. Te prepararé algo de comer y luego veremos qué hacer.

Mientras caminaban juntos hacia la casa de Kazuma, Megumin sintió una punzada en su estómago

— Oye Kazuma ¿Cuánto falta para llegar a tu casa? —dijo la joven con una mano en el estómago

Mientras caminaban juntos hacia la casa de Kazuma, Megumin sintió una punzada en su estómago.

—Oye, Kazuma, ¿cuánto falta para llegar a tu casa? —dijo la joven, con una mano en el estómago.

Kazuma la miró con preocupación. —No mucho, solo un par de cuadras más. ¿Estás bien?

Megumin asintió, aunque su expresión mostraba lo contrario. —Sí, solo tengo un poco de hambre. No he comido nada desde el mediodía.

Kazuma apretó el paso, queriendo llegar más rápido. —Aguanta un poco más. En cuanto lleguemos, te prepararé algo de comer.

Unos minutos después, finalmente llegaron a la casa de Kazuma. Él abrió la puerta y la invitó a entrar. —Pasa. Ponte cómoda mientras preparo algo de comer.

Megumin entró y miró alrededor, impresionada por lo acogedora que era la casa. Se sentó en el sofá, dejando su bastón a un lado, mientras Kazuma se dirigía a la cocina.

I'm Red Hood BitchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora