—¿Me estás jodiendo? —gimotee al escuchar la voz del otro lado de la línea. Tenían que estar jodiendo, se supone que iba a ser un día tranquilo, en casa, con mi hijo y absolutamente ningún alfa de las horribles calles de Londres.
—¡Papá!
Mi cabeza giró para hallar a mi pequeño al lado del mueble, él me miró con su ceño fruncido y llevó su pequeño dedo a sus labios, en posición vertical, hizo un sonido parecido al "Shh" y reí, dándole un suave beso en la frente antes de concentrarme de nuevo en la llamada. Un evento, debía fotografiar un evento ignorado por error en la lista de artículos que saldrían el lunes a primera hora en la revista. No tenía ganas de salir de casa.
—Sí, entiendo que es importante, pero escuche, si desea mañana a primera hora le hago una entrevista a cada persona que asistió, no lo sé, una sesión fotográfica, yo voy a sus casas, sólo... —Sólo siento que hoy no es un buen día.
Gemí de solo escuchar la voz de alto mando de mi jefe, Raffaele Palladino. Tenía suerte de estar hablándole por celular, aquel sujeto no se había ganado ser el dueño de la revista más conocida de Londres en base a su esfuerzo, sino por ser un buen alfa con una voz tan increíble que podía hacer doblegarse hasta a los de su mismo género. Él hablaba y esa orden se acataba, no era mala persona, solo odiaba cuando las cosas salían mal o tenía que encargarse él, como ahora.
—De acuerdo, iré, señor.
Corté la llamada, dejando mi celular a un lado y observé a mi pequeño Dylan meter por milésima vez su manito en su frasco lleno de galletas miniatura de vainilla, él las amaba, y disfrutaba de cómo estas se deshacían después de chupar mucho, aunque debido a eso cepillarle tres veces al día los dientes no era suficiente, sino siempre después de comer sus galletitas.
—¿Tabajo? —dijo.
—Sí, campeón. —Me encargué de tomarlo en brazos y sentarlo sobre mi regazo, con sus piernitas pequeñas a los lados de mi cuerpo, mientras me miraba atento, aun moviendo sus pequeños labios de lado a lado, seguro disfrutando de una galleta—. Vendré temprano, ¿sí? Lo prometo, antes de que te duermas. Le decís al tío Franco que no te haga dormir, de eso me encargo yo.
—Sí, papá. —Él se acurrucó en mi pecho mientras yo agarraba de nuevo mi celular para llamar a mi hermano, esperando que pudiera quedarse con Dylan o de lo contrario tendría problemas, no me gustaba dejar a mi hijo con niñeras, hasta el momento solo confiaba en una, y Franco tuvo que darme un discurso de que la necesitaba, porque de lo contrario no habría accedido.
[...]
Observé el gran lugar al que estaba entrando, mostré mi pase de fotógrafo en la Revista "Chronicle Live" y así entré a aquel mundo de ricos que me daba tanta antipatía, aunque siendo sincero a estas alturas de mi vida no negaba ser una persona malhumorada en todo el sentido de la palabra.
No era falta de sexo, porque eso era algo que se me daba muy bien. Cuando tenía un tiempo entre toda mi vida, digamos, un fin de semana o algo parecido, me atrevía a salir a bares con tal de un poco de diversión, eso una o dos veces al mes cuando mucho. No tenía problema, los alfa no solían propasarse o no me querían para más de una noche, yo tampoco, ni siquiera los beta eran tan tontos como para desear formalizar una relación después de que les decía "escuchá, tengo un hijo y un lazo roto, podés ver la cicatriz de la mordida en mi cuello, entonces ¿salimos el lunes?". Era hasta gracioso el nivel de repulsión que sentían por alguien con un lazo roto, aunque la mayoría de veces no era ni siquiera necesario hablar, a los bares no se iba para encontrar al amor de tu vida, pero bueno, siempre existen aquellas personas que quedan hipnotizadas después de un buen juego en la cama.
Y aunque hace ya casi tres meses no salía a bares debido a estar corto de plata y no tener para comprar las necesarias pastillas anticonceptivas, sabía que mi mal humor no se debía a falta de sexo, sino al simple hecho de ser un omega roto, de esos que ya nadie quiere, el mal humor se vuelve parte de tu personalidad con el tiempo. Sí, ese soy yo, el clásico omega imperfecto que podés querer en tu cama pero nunca más de una vez.
Tomé un par de rápidas fotos a la entrada, antes de adentrarme entre la gente, admirando las hermosas obras colocadas estratégicamente en las paredes, bueno, algo genial debía de sacar de esto, considerando que era un buen amante del arte. Caminé observando detalladamente todo el perímetro y una vez listo, empecé con las fotografías. No fue difícil. Vamos, son los alfa, beta y omega con dinero que amarían que su foto sea una de las escogidas para salir en la revista, así que cuando me acercaba con la gigantesca cámara, ellos mismos se encargaban de posar con su mejor sonrisa, mostrando aquellos dientes blancos y cada bordado o detalle caro de sus peinados y vestimentas.
Una vez tomé cierta cantidad, decidí darme mi merecido descanso, apagando la cámara, tomé una de las copas de lo que fuera y la llevé a mi boca, sintiendo el líquido caliente llenarme, sabía que no tenía ni idea de bebidas, pero esta cosa quemaba peor que un afrodisíaco. Entregué la copa en otra bandeja de los hombres beta que iban y venían, sintiendo mi cuerpo caliente, quemaba, esa cosa de verdad me hizo entrar en calor en segundos.
Relamí mis labios, intentando conservar la calma, caminé hasta el baño y me metí en uno de los enormes cubículos, respirando hondo. Mordí mi labio inferior con insistencia, seguro teniéndolo rojo ya, saqué mi teléfono, marcando el número de mi hermano.
—Ey, Valen, ¿cómo estás? ¿Ya venís?
—No... Aún no, Fran. —Apoyé mi cabeza en una de las paredes, aún sentía el inminente calor—. Fran... Creo... Creo que estoy en problemas.
—¿Por qué? ¿Qué pasa?
—Tomé algo, no lo sé, creo que tenía más alcohol del que estoy acostumbrado. —Tenés que hacerle caso a tu lado omega, Valentín, me dije mentalmente, él me había dicho que no fuera, que no era un buen día para salir, que algo malo iba a pasar, pero el empleo y mi jefe jugaron en mi contra—. El punto es que... Aún faltan unos días para mi celo, no te lo dije porque planeaba tenerlo todo controlado pero esa cosa que tomé me movió todo y... Dios, Franco, hace calor.
Lo escuché putear en la casa y pude estar seguro que se estaba preocupando, incluso, si no estuviéramos hablando por teléfono hasta diría que sentía el aroma a omega en pánico en el baño. No, alto, ese no era Franco.
Mi olor. Mi maldito olor estaba llenando el baño, me encontraba teniendo principios de un celo adelantado en el baño de una exposición de ricos y soltaba mis feromonas como omega desesperado, no tenía supresores, ya no me quedaba ni un maldito supresor entre mis cosas.
—Valen, Valen, ¿me escuchás? ¿Estás bien? ¿Querés que te busque?
—Por mucho que amaría esa idea, tenés que cuidar a Dy. Fran, haceme un favor. —Jadee, escuchando pasos de alguien entrando al baño, mierda, si sentía mi olor y era un alfa, estaba acabado, en caso de que aquel sujeto use su voz de alfa conmigo, me tendría en su cama en dos segundos—. Decile a Dy que no podré llegar a la hora, que lo amo y que se acueste, ¿de acuerdo? No sé cuánto me tome rodear las calles centrales y... Tengo que irme.
Colgué antes de escuchar más gritos preocupados de mi hermano, suspirando, acomodé mi cámara de una mejor manera, para que cuelgue al lado de mi cuerpo, saliendo del pequeño espacio y enfrentándome a lo que fuera. Mierda, en serio hacía calor, necesitaba salir de ahí como diera lugar.
Cuando abrí la puerta del cubículo, observé que tenía razón, una persona había entrado al baño, un hombre y desprendía olor a alfa por todo el lugar. Mordí mi labio inferior de nuevo e intenté no hacerme notar, algo imposible considerando el espejo gigante que se encontraba delante de nosotros, él me observó a través de el reflejo y pensé que definitivamente estaba acabado, mi omega jadeó ante la potente mirada de aquel sujeto, mientras yo me encontraba muerto de miedo, desprendiendo más feromonas que nunca simplemente por no saber controlar mi pánico.
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The perfect omega [Adaptación]
RomansCuando eres la perfecta definición del omega imperfecto, pierdes todo pensamiento positivo de algún día encontrar al amor de tu vida. Valentín Carboni tiene 20 años, un hijo de tres y un lazo roto debido a su ingenuidad. ¿Qué alfa querría encargarse...