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Yoongi.
Como de costumbre, después de hacer el amor con Jungkook, me despierto en la niebla. Recuerdo vagamente que me colocó suavemente en el asiento del copiloto de su coche y me abrochó el cinturón.
Después, el zumbido del motor en mis oídos y su mano grande y fuerte apoyada en mi muslo. Debió llevarme al vestíbulo y a su habitación, que es donde estoy ahora.
Su habitación.
Suyo, y punto.
Me doy la vuelta y aspiro su olor en la almohada, mi sexo se vuelve inmediatamente húmedo y flexible. ¿Dónde está? Quiero que vuelva a estar dentro de mí, poseyéndome como nadie lo ha hecho antes. Mi protector, cuidador y amante, todo en un solo hombre perfecto.
Tras unos segundos de obsesión por su cuerpo, por su tacto, mi efervescente cosquilleo da paso al pavor. Tengo que ir a buscar a Jungkook y averiguar qué vamos a hacer con su familia. No quiero ser la razón por la que se distancien. Definitivamente no quiero perder a mi mejor amiga a la que he llegado a querer. Pero no estoy dispuesto a renunciar a Jungkook. Y no creo que él esté dispuesto a renunciar a mí, tampoco.
No, sé que no lo está. Lo sé.
Ansioso por resolver el problema, salgo de la cama y me arreglo la ropa, el pelo. Busco a Jungkook en mi habitación y en el baño, pero no está en ninguna parte. No ha dejado ninguna nota.
Con el ceño fruncido, salgo al pasillo y dejo que la puerta se cierre tras de mí. Bajo en el ascensor hasta el vestíbulo... y enseguida veo a Wand. Está de espaldas a mí, hablando con una mujer que no reconozco, aunque hay un tirón de reconocimiento. Cuando la mujer y Wand se dan la vuelta, sé por qué.
Es nuestra profesora de sociología, la señora Linden.
Wand me dijo que iba a emparejar a nuestra profesora con Jungkook y...
Y realmente lo hizo. La trajo hasta los Hamptons.
Mi corazón se esfuerza por latir en mis oídos, el sudor frío brota en mi piel. ¿Dónde está Jungkook? ¿Sabe él lo que está pasando? No lo creo. ¿No me habría avisado?
Miro a Wand a los ojos e intento una sonrisa de disculpa. Un saludo. Es mi mejor amiga y anhelo compartir con ella que estoy enamorado, pero no puedo. No puedo, porque estoy enamorado de su abuelo. Finalmente, Wand le da un golpecito en el hombro a la señora Linden y le indica el restaurante situado justo al lado del vestíbulo. La Señora Linden sonríe alegremente y se desliza hacia el puesto de la anfitriona, con sus tacones sin sentido golpeando el suelo de mármol.
Wand se acerca a mí lentamente, con los brazos cruzados.
—Vaya, vaya, vaya. ¿Volviste tan pronto de tirarte a mi abuelo?
Se me revuelve el estómago. Vaya. Creo que nunca había visto a mi mejor amiga tan alterada. Su color es alto, los ojos brillantes de traición. —Wand, por favor... déjame explicarte.
