-Hoy en la noche parto a la frontera. -Me quedo helada al escuchar las palabras de mi padre. Está sentado en el sillón del frente a nosotras tres, sus manos están apoyadas en sus rodillas y está atento a cualquier reacción. -La guerra está avanzando y están destruyendo a los pueblos fronterizos, faltan hombres y como general se me exige ir.
Su voz es firme pero, en sus ojos si mirabas bien, se podía apreciar ese pequeño ápice de temor.
El salón volvió a estar en completo silencio. Acabamos de terminar el entrenamiento de todas las mañanas y apenas concluimos, mi padre nos dijo que teníamos que hablar. Solo Anna y yo tuvimos que intercambiar una mirada para saber que no era nada bueno, y estábamos en lo cierto.
Mi madre ya lo sabía porque, al igual que mi padre, está atenta a nuestras reacciones que aún no llegan.
Mis labios están levemente entreabiertos por la sorpresa, la verdad es que no veía venir esta noticia por ningún lado. ¿La frontera? ¿A la guerra?
Me había enterado a la mañana siguiente del día que habíamos llegado-cuando me escapé con Anna-que el escudo había mandado a decenas de soldados hacía la frontera para detener el avance enemigo pero, se nota que no ha sido suficiente para contener a Anderdrag.
-¿Tan mal está la guerra? -Pregunta Anna. Su tono es firme y aparentemente sin preocupación pero, la conozco bien, es una de sus máscaras.
Mi padre suelta una bocanada de aire, bajando la cabeza derrotado.
-Aquí en la ciudad tratan de ocultar un poco la situación pero, la cosa está bastante fea. Nerlow y sus pueblos vecinos han sido completamente destruidos a lo largo de la semana. Ya casi no hay hombres y en cada batalla Anderdrag sale victorioso.
Su afirmación solo aumenta mi temor. Esa va a ser su muerte directa. Giro la cabeza hacia mi madre en busca de alguna solución pero en ella encuentro la misma aparente indiferencia que en mi hermana. ¿Soy la única que no puede fingir darle igual? Esto no es un maldito juego de quién es más fuerte. Joder.
Un enfado empieza a bullir en mi.
-¿Cuándo vuelves? -Pregunta Anna en voz baja y fría.
Veo en el rostro de mi padre el dolor que le causa esa pregunta, la impotencia en sus pupilas. Todos sabemos que lo más probable es que no vuelva.
-Anna. -Su voz sale en un regaño, aún así mi hermana no se afecta por su tono. -Me voy a ir y en el tiempo que esté fuera quiero que cuides a Sarah. -Me mira. -Y lo mismo contigo, cuida a tu hermana y traten de no matarse. El dinero no les va a faltar y es un alivio.
-Un alivio a base de tu muerte. -No puedo mantenerme más y estallo, levantándome de la silla. Veo como en el rostro de mi padre se contrae a causa de mis palabras pero, no me puedo quedar callada. -Padre, eso es un suicidio, no puedes ir a ahí, no vas a volver.
-Sarah... -Advierte mi madre.
-Padre, no puedes ir ahí. -Repito con la desesperación a flor de piel. -No tienes derecho a mori...
-¿Y esos hombres que murieron en la batalla sí? -Padre me interrumpe ya harto, la calma se ha esfumado de su rostro y al igual que a mi, la rabia le bulle, pero, me atrevo a decir que es a causa de la impotencia. Mis palabras mueren ahí. -Te equivocas, Sarah, yo tengo incluso más deber de morir en el campo de batalla que esos hombres. Las estrellas que llevo en el hombro no solo traen un rango, también cargan un pesado deber. -Al terminar, su respiración es acelerada. Ya en mi no hay esa valentía, solo lo miro con los labios entreabiertos por las palabras cortadas y los ojos muy abiertos por su reacción.
Nuevamente la habitación cae en un espeso silencio donde solo se oyen las respiraciones agitadas mía y de mi padre. Nuestras miradas no dejan de entrelazarse y nuestros pechos no dejan de subir y bajar rápidamente hasta que ya pasado los segundos se ralentiza y se calma.
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Alientos
Fantasia-Pensamos que en la vida nos van a sobrar alientos, pero, solo ver la muerte a los ojos, nos hace consciente de que cualquiera puede ser el último.