2. La confesión

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Volvían del trabajo agotados. Había sido una dura jornada, pero por fin estaban en casa. A Deku le hubiera encantado abrir la puerta y correr hacia el sofá, para posteriormente quedarse dormido hasta la mañana siguiente.

Sin embargo, aún disponía de una tarea pendiente.

Justo antes de que Bakugo girase el pomo, el pecoso abrió la boca e irrumpió la calma que se respiraba en el lugar:

—Kacchan —dijo. Su voz temblaba—. Llevo tiempo queriéndote decir algo muy importante.

El rubio se giró y lo miró extrañado.

—Ya me lo dirás luego, nerd. Entremos antes de que nos congelemos —contestó y se dispuso a pasar por debajo de la puerta.

—¡Espera! —respondió e inmediatamente lo sujetó del antebrazo, ejerciendo una cierta presión que mostraba la desesperación del joven.

Bakugo frunció el ceño.

—¿Qué mosca te ha picado hoy? Estás actuando más raro de lo normal.

Izuku se esforzó mucho por no apartar la mirada de aquellos penetrantes ojos, los cuales hacían juego con el color de sus mejillas.

—No puedo esperar más. Además, prometimos que ya no habría más secretos, por lo que si no aclaro esto, siento que estoy engañándote... Es justo para ambos que lo sepas.

El muchacho seguía aferrándose con fuerza al brazo del contrario. El miedo se adueñó de él, pues no sabía cómo se lo tomaría o si siquiera reaccionaría bien.

Katsuki analizó el panorama; la voz temblorosa de la persona que se postraba ante sus ojos, el rostro ruborizado, los nervios que se percibían en el ambiente, la forma dulce y cohibida con la que se estaba dirigiendo a él...

Bakugo no era un experto en el terreno romántico, pero todo aquello podía reducirse a un simple escenario; el de una confesión.

El rubio agachó la cabeza levemente, ocultando su cara.

—Izuku, para —soltó—. No sigas hablando.

El nombrado arqueó la ceja lleno de confusión.

—¿Kacchan? —cuestionó e intentó alcanzar su rostro, ya que no lograba ver qué expresión estaba haciendo. Ante tal muestra de afecto, el cenizo retrocedió varios pasos.

—Sé lo que pretendes.

Los pies de Izuku se clavaron al suelo, pero el mundo comenzó a girar violentamente a su alrededor.

—¿Cómo vas a saberlo, si ni siquiera he dicho una palabra? —aclaró. Por su tono de voz, se le notaba preocupado y molesto.

—Mejor así. Créeme.

—¿Cómo va a ser eso mejor? No te adelantes a los acontecimientos y escúchame.

Hubo un silencio sepulcral.

—Al menos mírame. Por favor, Kacchan.

Bakugo hizo caso a su petición. Los ojos del peliverde brillaban con intensidad y estaban a punto de llenarse de lágrimas.

El corazón del rubio dio un vuelco al verlo así. Sin embargo, y por mucho que le doliera, no podía permitir que aquello fuese a más. Por el bien de ambos y de su futuro.

—Entremos y olvidémonos de esto, Izuku.

—¡No! No me iré de aquí sin antes haberte dicho todo lo que siento —añadió exaltado—. Concédeme al menos ese deseo.

La respiración desacompasada del pecoso combinada con la fría temperatura que hacía en el exterior, provocaba que una especie de vaho saliera de sus temblorosos labios.

What Are We? [BAKUDEKU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora