CAPÍTULO 14

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Desperte con la mano de Jisung zarandeándome ligeramente el hombro.

—Venga, despierta. —dijo en voz baja—. Ya casi es la hora.

Al principio no entendía muy bien lo que estaba pasando. Pero entonces capté el aroma de la hierba y el sonido de los insectos nocturnos y lo comprendí de golpe. Preocupado, me llevé la mano a la cara y me toqué la mejilla y la barbilla antes de que Jisung pudiera verme bien la cara.

Había tenido suerte; no había rastros de baba.

Me giré lentamente y ahí estaba él, mirándome con una sonrisa. No tuve más remedio que sonreír yo también.

—Buenos días. —dije, y me tapé la boca para soltar un prolongado bostezo.

—Buenos días, dormilón.

Me quité el pelo que me caía sobre los ojos e hice lo que pude por alisármelo; siempre se me quedaba muy revuelto al dormir.

—A ver si voy a cortarme el pelo un día de estos.

—¿Por qué? —preguntó Jisung, y me retiró un mechón de la frente—. Estás muy guapo así.

El corazón se me aceleró al mismo tiempo que las mejillas se me ruborizaban. Entonces, Jisung se puso en pie y me tendió la mano para ayudarme a levantarme.

—¿En serio tenemos que irnos ya? —me quejé—. Estoy muy a gustito.

—Ya está a punto de amanecer. —respondió, y señaló el cielo. Tal como decía, estaba empezando a clarear en el horizonte—. Si quieres enfrentarte tú a la furia de nuestros padres...

—No, gracias.

Me desperecé y, a regañadientes, tomé su mano y me puse en pie. Lo ayudé a guardar el mantel en la mochila y, después, Jisung me dio la mano una vez más y me condujo hacia el muro del cementerio. Se lo agradecí en silencio, porque todavía estaba medio dormido y tropecé un par de veces. Por el camino miré a nuestro alrededor, tratando de ver a Minho o a algún otro fantasma, pero no había señales de que hubiera nadie más por allí. De no ser porque tenía grabado a fuego en la mente lo que había ocurrido, habría pensado que todo había sido un sueño y que Jisung y yo habíamos pasado la noche solos en el cementerio.

Me ayudó a subir al muro y, después, me tendió la mano para ayudarme también a bajar.

Echamos a caminar, pero no me soltó la mano y yo tampoco estaba muy por la labor, que

digamos.

En realidad, no sé por qué lo hicimos exactamente. Jisung me había cogido de la mano para guiarme por el cementerio y, desde entonces, aquello parecía lo más natural del mundo. Traté de no darle muchas vueltas. Si lo hacía, empezaba a pensar que a lo mejor él quería soltarme la mano y le daba reparo hacerlo para que no me sintiera mal, o que a lo mejor se sentía incómodo por mi culpa. Y, si pensaba demasiado en ello, me empezaría a sudar todavía más la mano sin que pudiera hacer nada para evitarlo, y eso era lo último que quería.

De modo que, en lugar de eso, me limité a disfrutar del momento. Me sentía cómodo con Jisung, y también me sentía cómodo caminando con él de la mano. No tenía forma de saber si mi nuevo amigo se sentía igual y, desde luego, tampoco pensaba preguntárselo. Pero no me soltó la mano, y supuse que ya lo habría hecho si quisiera, ¿verdad?

A decir verdad, tampoco es que estuviera muy acostumbrado a esa clase de cosas. Mis únicas amistades reales eran chicas, especialmente Yeji, y sí, solíamos cogernos de la mano entre

nosotros. Pero nunca había hecho algo así con un chico. Tenía algún amigo no muy cercano,

pero el único contacto físico entre nosotros eran esos apretones de manos tan incómodos o, peor todavía, cuando querían chocar los cinco conmigo, por alguna razón que nunca había llegado a comprender. Ambas cosas me hacían sentir extraño, pero no parecía que hubiera una alternativa aceptable.

¿Qué hay al otro lado? (HYUNSUNG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora