CAPÍTULO 20

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Mientras yacía en la cama, incapaz de dormir, no dejaba de maldecirme por mi estupidez.

Jisung me gustaba, y mucho; eso era algo que ya tenía claro a esas alturas. La duda era si yo le gustaba a él, y durante esas últimas noches había comenzado a albergar esperanzas. Heterosexual no era, de eso estaba seguro. Un chico hetero no se habría pasado tantas horas conmigo de la mano, casi sin soltármela en ningún momento. Un chico hetero no me habría acariciado la palma con el pulgar, ni me habría dicho que estaba guapo con el pelo largo. Un chico hetero no habría acercado su boca tanto a la mía. Un chico hetero no se habría pasado una noche entera abrazado a mí, piel contra piel.

Pero, por supuesto, que Jisung no fuera hetero no tenía por qué significar que yo le gustara también, o al menos eso era lo que llevaba varias noches diciéndome. Sin embargo, después de esa última noche, no tenía más remedio que plantearme cosas diferentes. Al igual que me planteaba otras cuestiones, como la experiencia que tendría él en esta clase de cosas. No es que yo tuviera muchísima experiencia con los chicos, pero estaba casi seguro de que tenía más que él.

Después de todo, Jisung se había pasado toda la vida en ese pueblo tan alejado del resto del mundo. Por lo que me había contado, nunca había salido de allí siquiera, salvo para ir a clase. Y en ese pueblo prácticamente no había más adolescentes, por no hablar del reducidísimo porcentaje que debía de haber de chicos a los que también les gustaran los chicos; me resultaba difícil creer que hubiera alguno que se nos acercara siquiera en edad. No podía echarle en cara que no hubiera dado él el paso: probablemente, jamás había besado a nadie. Y, aun así, había sido más valiente que yo.

Pero yo, en cambio, sí que tenía algo más de experiencia, por mucho que las cosas con Jeongin hubieran salido como salieron.

Mi primer beso había sido a los quince años y, desde entonces, me había besado con tres chicos más. Con el segundo de ellos llegué a dar un paso más, aunque ninguno de los dos nos sentíamos preparados para llegar hasta el final. Pero con Jeongin sí que había ido más allá, aunque había veces que me arrepentía. En cualquier caso, debería haber llevado yo la iniciativa con Jisung; no tenía excusa. Después de todo, era él el que me había cogido de la mano, el que se había quedado varias veces con la cara a tan solo unos centímetros de la mía, tal vez expectante.

Era él quien había dado el paso de abrazarme la noche anterior, convirtiéndola, con diferencia, en la mejor noche de mi vida.

Y, sin embargo, me daba miedo. Me daba miedo que me rechazara, me daba miedo estar malinterpretando las señales, me daba miedo que ni siquiera le gustaran los chicos y que tan solo fuera un chaval demasiado aislado de la masculinidad tóxica como para haberse contagiado de ella. Pero entonces recordaba su mirada, sus labios entreabiertos como invitándome a besarlos, y todo era un mar de dudas en mi interior.

Me invadían las dudas, sí, pero también la excitación. La noche con Jisung había sido maravillosa, pero también dura... en más de un sentido. Nada más llegar a mi casa, me había despedido de él por la ventana, había bajado la persiana y me había metido en la cama, dispuesto a aliviar las necesidades de mi cuerpo que había tenido que ignorar pacientemente durante toda la noche.

Y ahora, varias horas en vela más tarde, no podía evitar preguntarme si a él le había ocurrido lo mismo. Algo me decía que él había hecho exactamente lo mismo que yo al llegar a su habitación, muy cerca de mí y a la vez tan lejos, al otro lado de la ventana. Por supuesto, mi cuerpo no tardó en reaccionar ante ese pensamiento, y una vez más me entregué a aliviar la tensión que me había invadido durante buena parte de la noche.

Pero, cuando terminé, lo único que podía pensar era en volver a estar con Jisung en esa tumbona, los dos abrazados hasta quedarnos dormidos. Mientras mi cuerpo agotado se rendía al fin y me abandonaba al sueño, me prometí algo: la próxima vez que nos encontráramos en una situación similar, iba a dar el paso. No sabía cómo reaccionaría él, pero tendría que dejar que pasara lo que tuviera que pasar.

¿Qué hay al otro lado? (HYUNSUNG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora