1. Diferentes

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Papá se había ido, y no había fuerza en este mundo que pudiera traerlo de vuelta. Si tan solo existiera una posibilidad, una sola grieta en el tiempo que me permitiera asir su mano nuevamente, no dudaría en lanzarme al abismo y tomarla. Pero la realidad era implacable, y la vida, como una tormenta, seguía avanzando.

Los días comenzaron a pasar, y con cada amanecer la ausencia de papá iba reclamando su espacio, llenándolo con silencios donde antes había palabras, con sombras en los rincones de la casa donde alguna vez estuvo su risa.

Mamá regresó al hospital. Sus pacientes la necesitaban, igual que su lugar junto a Sirilak, quien ahora dependía de ella en el centro de cuidados intensivos. La abuela se quedaba en casa; entre sus manos se refugiaban las tareas del hogar y el calor de una cocina que ahora parecía más fría. Mamá, en más de una ocasión, había insistido en contratar a alguien para ayudar, pero la abuela rechazaba la idea. Decía que no, que nunca dejaría que alguien extraño cuidara de su nieta.

Volví a clases después de casi una semana de ausencia, tras los días de despedida a papá. No, no lloré. Había algo en mi pecho que, en lugar de quebrarse, se había endurecido. Sentía una herida abierta que no sabía cómo sanar, un dolor teñido de traición.

¿Por qué tuvo que morir?

¿Por qué nos dejó atrapadas en un laberinto de secretos y mentiras?

¿Por qué mintió a mamá?

¿Por qué me mintió a mí, diciéndome que yo era su única hija, su ahora, su mañana, su siempre?

¿Por qué mamá tenía que cuidar de alguien más? ¿Por qué?

En mi mente, estas preguntas eran gritos silenciados, un eco que resonaba en cada rincón vacío.

— ¿Milk? — Escuché a la profesora llamar mi nombre.

Aún continuaba con la mirada perdida en dirección a la ventana. Giré para encontrarme con la sonrisa dulce y ojos brillantes de la preciosa maestra Engfa. La admiraba demasiado, y era tanta esa admiración que cada que mis ojos se posaban en ella mi corazón parecía que saldría de mi pecho y mis manos empezaban a sudar.

— Disculpe maestra ¿Me llamaba? —pregunté al mismo tiempo que me ponía de pie y me acercaba a su escritorio. La distancia no era mucha así que llegué rápido.

— Si pequeña ¿Está todo bien? —Ahora su mano acariciaba mi cabello— Te vi perdida en tus pensamientos —La maestra Engfa era muy afectiva con todos los alumnos, se preocupaba por su bienestar físico y emocional, pero lo era aún más conmigo. ¿La razón? Yo era la mejor alumna de su clase.

— Solo pensaba —dije al mismo tiempo que me ponía tímida y jugaba con mis manos.

— ¿Necesitas ayuda con los deberes? —La voz de la maestra era muy dulce, realmente amaba el brillo de sus ojos. Ella era muy atractiva.

— No se preocupe maestra Engfa —Dije con una sonrisa sincera— Si tengo alguna duda, vendré a consultarle —Le di un guiño y regrese a mí pupitre.

A veces deseaba demasiado que las horas en la escuela sean muchas más, de esa manera podría estar cerca de mi maestra favorita y continuar admirando su belleza y lo buena que era.

El tiembre anunciaba que el día de clases había culminado. Miré hacia el reloj de pared arriba de la pizarra, marcaban exactamente las 12:30pm.

Brrrrrrrrrr

Mí estómago anunciaba su evidente falta de comida. Guardé cuidadosamente mis lapiceros en mi cartuchera, los colores en la sección de colores, mi lápiz y borrador en su respectivo lugar. Admiré por última vez en el día el cuaderno que papá me había traído de regalo en su viaje a Bangkok, seguramente que ese día fue a visitar a su otra familia, pero igual, logró conseguirme la edición limitada de los cuadernos de Naruto. Un grande mi difunto padre.

MISMO LUNAR [MilkLove & LingOrm]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora