Aquel día no tenía nada de especial, o al menos él no lo recordaba como algo especial. Ya era de noche, se acurrucó junto a su novia mientras la oscuridad los envolvía. Su respiración junto a él, el calor de aquella habitación, el sonido de la ciudad que entraba por la ventana...una noche más. Se destapó, hacía calor para él y se colocó sobre las sábanas y se abrazo a su almohada como cada noche mientras el sueño le vencía poco a poco. La bruma del sueño le acabó alcanzando y sumiendo su mente en el mundo onírico en un viaje que no olvidaría...cosas como las que viviría en la vigilia no se olvidan fácilmente.
¿Alguna vez recuerdas como llegas a una situación en particular en un sueño? ¿o te encuentras normalmente en plena situación dantesca sin saber como empezó? ¿te suena? Este sueño que se relata no es diferente. Se encontraba en la calle de su casa, esa que tantas veces recorrió de niño y adulto, al abrazo de la noche. Era una calle sin salida que comenzaba en una leve pendiente descendiente y culminaba en la fachada de una casa de un color blanco lechoso castigado por la intemperie, una imagen nítida y familiar, un lugar que conocía bien...Se encontraba allí de pie y frente a él estaba su novia, su amada, su querida frente a él. Ella estaba en silencio pero la sensación que tenía era la de que se estaba despidiendo. La veía pero a la vez se veía a sí mismo, era una dualidad que bailaba a un son armónico entre lo que veía y lo que sentía. Veía a su querida sonriendo como siempre, pero a la vez se veía a sí mismo mirándose con una expresión casi triste, se dio la vuelta y caminó hacía el principio de la calle, alejándose de él, sintió de debía despedirse...pero ¿por qué? Estaba melancólico, con el pecho agarrado, sufría y no sabía por qué, ¿quién eres y por qué duele tanto verte marchar?
-Espera, no llevas la llave.-Alcanzó a decirle.
-No me hace falta.- resonó en su mente como algo natural, sin voz ni sonido, solo aquellas palabras que el entendió sin cuestionarse cómo. La entidad se volvió para sonreír una vez más y se alejó.
Observó como aquella figura se alejaba, sin moverse, con un pesar en el pecho. Las luces de la calle se apagaron una a una y, al mismo tiempo, las estrellas de aquella noche desaparecieron del cielo dejando un manto de completa oscuridad.
-Mira.-dijo mirando al cielo.
-Hasta las estrellas vienen a despedirte.
Lágrimas le bajaban por las mejillas, aquella despedida, aquel adiós le pesaba en el corazón sin saber por qué. De repente la puerta de acceso al patio de la que era su casa en la calle se abrió. La puerta se abrió gentilmente y de ella salió su madre, o no...
Era sin dudarlo la apariencia de su madre, de su progenitora, pero algo en aquella entidad le hizo saber en un instante que no era su madre...al menos no la que el conocía. Se apartó hacía un lado sutilmente invitándolo a cruzar aquella puerta, la puerta que daba a un umbral cuya oscuridad rivalizaba con la que reinaba en la calle sin luces artificiales y sin estrellas. Sonreía...hacía tiempo que no veía sonreír a su madre, y mirándolo le dijo:
-¿Volvemos?
Anduvo hasta el mismo umbral y se paró junto a su "madre".
-Tú no eres mi madre.- le dijo consciente de aquel hecho.
No contestó, se limitó a mirarlo a los ojos. Su mirada decía algo muy claro, algo que entendió tan pronto como terminó de articular su frase: "Tú sabes quién soy". No dudó y avanzó hacia la oscuridad del umbral.
Se despertó sudado en el lecho sobrepasado por una poderosa emoción: miedo. Sintió, tan nítidamente como el calor que le rodeaba, como los sonidos que entraban por la ventana, que se iba. Que abandonaba su ser, que su alma se desprendía de él, que moría...Sintió una paz y una tranquilidad tan potente que en el momento que volvió de su viaje onírico solo sentía que se moría, que se acababa y el miedo lo abrumó. Lloró asustado en la oscuridad. Su pareja se despertó alterada y lo consoló mientras escuchaba los retazos del sueño vivido. Conforme lo contaba a su pareja puso las piezas del puzzle juntas en su cabeza, dejando un recuerdo que nunca olvidaría y hoy se encuentra escribiéndolo justo aquí.
¿A qué llave se refería?¿se estaba despidiendo de sí mismo o de una parte de él?¿quién le invitaba a volver?¿volver a dónde?¿a la vida? Todas preguntas que no tienen fácil respuesta...si es que la tienen.
Una llave simbólica para volver a entrar quizás...pero no la necesitaba pues aquella entidad con la que de alguna manera se identificaba no pensaba volver. Lo abandonaba para no volver, pero no estaba triste, se alejaba con una satisfacción del deber cumplido.
Una luces que se apagaban envolviéndolo en la oscuridad, pero una oscuridad que no le molestaba...que lo abrazaba y brindaba un adiós desde los cielos a aquella parte de él.
Una entidad con la forma de aquella persona que le dio la VIDA. Le invitaba a volver a través de una oscuridad más densa que aquella en la que estaba inmerso. Una entidad que emanaba un aura infinita. Divina.
Volver a aquella cama, a la vida, a la "realidad". Volver porque aún quedan cosas por hacer.
Lo que vivió aquella noche en su viaje onírico es algo que escapa a la lógica humana, solo queda suponer lo que quiso su inconsciente transmitirle, pero, lo que sintió aquella noche, a día de hoy, aún lo siente. Las emociones de arremolinan en su mente y alma mientras escribe estas palabras, recuerda el miedo, la paz, la tristeza y aquella entidad que tenía la forma de su madre. A día de hoy no piensa en explicaciones a aquel sueño...solo la certeza de las emociones vividas que le hacen creer que se asomó a algo que estaba más allá de la vida...que echó un vistazo al otro lado.