capítulo tres

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Cuando el sol se filtró por las ventanas y el canto de las aves se hizo oír, Harry acarició la mejilla de Louis con su dedo índice. Había indicado a su madre que no los molestaran hasta la tarde, ya que Louis había tenido un viaje muy largo y necesitaba reponer fuerzas descansando.

Harry desayunaba en su alcoba mientras observaba a su amado dormir. El suave resplandor matutino iluminaba la habitación, creando un ambiente sereno y cálido. La luz del sol se reflejaba en los detalles dorados de la habitación, añadiendo un brillo suave y acogedor.

—Si mi familia descubriera mi plan en este preciso momento, podría morir feliz solo con saber que pude verte dormir, amor mío —murmuró Harry, sus palabras llenas de una ternura silenciosa.

Los ojos de Louis permanecían cerrados, y Harry se sintió tentado a despertarlo solo para conversar un poco, pero era consciente de que debía dejarlo descansar. Observó cómo el pecho de Louis se alzaba y descendía rítmicamente, encontrando paz en la simple visión de su amado en reposo. La suavidad de la manta de seda acariciaba la piel de Louis, mientras el ligero aroma de ambos llenaba el aire de la habitación.

Harry dejó su taza de té sobre la mesilla de noche y se inclinó hacia Louis, depositando un beso suave en su frente. Cada gesto era una declaración silenciosa de su amor y devoción.

—Duerme bien, mi príncipe. Despertar a tu lado es el mayor de los regalos —susurró Harry, acomodándose a su lado, dispuesto a velar su sueño hasta que el sol estuviera en lo alto del cielo.





Con la primavera dando inicio, las mariposas revoloteaban mucho más que antes por los jardines del palacio, agitando sus maravillosas alas y posándose sobre los rizos perfectos del príncipe Harry. El aire estaba lleno del aroma de las flores recién abiertas, y el suave susurro del viento entre los árboles añadía una melodía tranquila al entorno.

Louis observaba la encantadora y tersa piel del omega frente a él; el sol le confería un brillo especial y el rubor natural en sus mejillas solo lo volvía más adorable a sus ojos. La visión de Harry, con las mariposas jugueteando en su cabello, era casi etérea, como una pintura de un sueño.

—Admirar la belleza de otros no es un pecado —comentó la reina Jules, apareciendo junto a ellos con una sonrisa benevolente.

Louis sacudió la cabeza y desvió la vista enseguida, sintiendo un calor subir a sus propias mejillas.

—¿Tuvieron una buena noche? —inquirió la reina con voz suave.

—Así es, madre —respondió Louis, tratando de mantener la compostura.

—Ciertamente, la compañía de William me resultó muy reconfortante. En ocasiones, tengo problemas para conciliar el sueño y debo suponer que verlo tan agotado me hizo sentirme cansado —comentó Harry, una suave risa escapando de sus labios.

—Bueno, eso es bueno. No quería que los malos modales de mi hijo llegaran a causar infortunios a usted o a su sueño —replicó la reina Jules, con un ligero toque de humor en su tono.

Louis rodó los ojos al escuchar las palabras de su madre, sintiendo una mezcla de exasperación y cariño.

—Para nada, y me gustaría, si usted me lo permite, señalar que el comportamiento del joven William es digno de admiración. Ciertamente es un omega encantador; estoy muy seguro de que su futura pareja tendrá mucha suerte de tenerlo —dijo, con una mirada decidida y un brillo en los ojos.

Los ojos de Louis brillaron y no pudo evitar que su aroma se volviera más fuerte, llenando el aire con su fragancia.

—William es algo exigente. Ha rechazado a tres duques y se niega a contraer matrimonio. Supongo yo que es debido a su edad y su idealización del amor —comentó su madre, con una mezcla de resignación y comprensión en su voz.

—Nadie debería llevar una marca en su cuello si no es hecha con amor. Después de todo, ¿qué son los reinos si no hay amor en tu vida? —replicó Louis con convicción, sus palabras resonando en el aire como una verdad incontestable.

La reina Jules observó a su hijo con una mirada reflexiva, sus cejas ligeramente fruncidas.

—El reinado es más importante que una simple fantasía —respondió su madre, con un tono firme pero comprensivo—. Tomará tiempo, pero estoy segura de que llegarán a comprender.

Louis asintió, aunque su corazón seguía firme en su creencia de que el amor debía prevalecer sobre el deber. Mientras tanto, las mariposas seguían revoloteando en el jardín, ajenas a las complejidades del amor y el poder, disfrutando simplemente de la belleza del momento.















Son tan lindos que quiero llorar.

todo por amor [l.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora