Entre Llamas Del Amor ✔️3

|Capítulo 5: "Uno"|

Evans Spanos

De entre todos los dioses griegos, mi curiosidad se enfoca en Hades, el dios del inframundo era catalogado como el dios justo y compasivo, si la ocasión lo ameritaba. Sin embargo, aun en la actualidad las historias relatan a un dios malvado, y capaz de robarte tu alma en cualquier momento.

Me gusta imaginar su historia, porque me ha llevado a actuar en situaciones desconocidas, me ayuda a ver con claridad las cosas que suceden a mi alrededor para así doblegar siempre cualquier acción en mi contra. Soy pasivo cuando lo deseo, y aunque me considero un hombre totalmente malo por las brutalidades que he cometido a lo largo de todos estos años, soy un ser humano y he cometido ciertos errores de los cuales me estoy arrepintiendo.

Tengo cuatro de siete pecados capitales; la soberbia, la lujuria, la ira, y la avaricia. Y aunque estoy reviviendo escenas del pasado que me llevaron a convertirme en esto no puedo cambiarlo. Yo mismo me cree de acuerdo con mis deseos, yo me planteé una vida digna de lo que yo merecía, una vida con bienes ilícitos que me iban a mandar directo a la sepultura en la que me encuentro. Yo asesine, sometí, e intimidé a los demás por obtener lo que deseaba, hasta el punto de comprar a una mujer para que fuera sola mía.

Pero de todo lo que he hecho, solo siento arrepentimiento de lo que le he hecho a Stella. No puedo volver el tiempo atrás y fingir que me arrepiento de todas las cosas que he hecho, o que mis hombres han hecho en mi nombre, eso me da igual, no me interesa en lo absoluto porque eso soy y no puedo cambiarlo. Sin embargo, lo que sucedió con Stella si deseo cambiarlo.

Porque su amor es lo único que me ha hecho sentir como una persona normal, como un ser humano.

Han pasado semanas desde que la noticia de la muerte de mi hijo me ha golpeado con una fuerza inimaginable. El simple hecho de pensar en que aquella noche la sangre corría por sus piernas mientras lloraba la muerte de su amiga entre mis brazos, se ha grabado de por vida en mis pensamientos, hasta el punto de que no puedo tan solo dormir sin soñar con ella.

Me han trasladado hace un par de semanas a la Prisión de Korydallos 1, y aunque las cosas se han vuelto jodidas en este lugar desde mi llegada estoy intentando sobrevivir. Arthur García encontró una mejor forma de torturarme por la muerte de su esposa, en la cual no participé, pero si mandé a realizar una operación para cobrarme la muerte de Amy, y todas las torturas que me ha hecho durante estos nueve meses.

La venganza tiene un sabor extraordinario. Arthur García sufre la muerte de su esposa, y sus sabuesos le tienen compasión a un hombre igual de jodido que yo, pero la justicia siempre le gana a la razón.

Me quitaron la exclusividad, me otorgaron la miseria que viven en este lugar. Lo único bueno de todo esto es que comparto una pocilga de habitación con un hombre desconocido que no ha dicho ni una palabra desde hace semanas que estamos aquí. Solo yace leyendo un libro con una portada negra sin ninguna letra a la vista. Es un hombre silencioso, serio y meticuloso en cómo se desplaza dentro de las cuatro paredes, lleno de grandes tatuajes a lo largo de su piel, con poco cabello y ojos de un café intenso. Me mira en ocasiones con severidad, al igual que le dirijo la misma mirada cada vez que percibo que me escanea en silencio durante las noches.

Debería estar alerta ante su silencio, porque esa es el arma más peligrosa que existe en este mundo, y lo que me hace pensar en que Stella está tramando algo de lo que no tengo conocimiento, o de lo que nadie se ha atrevido a decirme. Me desplazo de un extremo a otro de la habitación viendo la luz del sol filtrarse por la ventana en la parte superior de la pared. No puedo concentrarme, no consigo dormir, ni mucho menos mantener mi cabeza enfocada en una sola cosa porque todo se basa en ella. He tenido sueños extraños durante estos días, he sentido miradas de odio por parte de algunos reclusos conocidos por pertenecer al Nipcia en el norte de Grecia, sus miradas de odio me hacen sonreír con ironía, la mayoría son pequeños traficantes atrapados en las calles, otros se me son imposibles reconocer.