Sunoo suele "auto-satisfacerse" en su cabaña alejada del pueblo creyendo que nadie lo descubriría.
O al menos, nadie humano.
Los gemidos del pelirrojo se hicieron más fuertes mientras, a lo lejos, los ojos oscuros de una bestia analizaban a su presa...
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Una sombra blanca corrió a través del bosque.
Siendo casi un reflejo de la luna. Y esta, con intriga, observaba desde la alta oscuridad del cielo al curioso lobo que viajaba entre la maleza con sigilo innato. Los ojos de esta bestia enfocados en un solo destino dado. Sin pensar en nada más.
Porque tiempo era algo que no poseía.
Pero el viaje, lejos de terminar, solo se prolongó. Y por algún tiempo, el lobo buscó. A través de las hojas de colores cambiantes, a través de los irritantes pajaros en lo alto, a través del viento ingrato y voluble.
El color de las hojas cambiando de un verde inocente a la luz del verano a un color terroso y nostálgico. Para después, ser cubiertos por el manto espeso y blanco y por un viento gélido y elocuente. Que solo le avisó al lobo, que debía apresurarse.
Caminando a través de la nieve, sus patas trazando sus huellas en esta. Cuando de pronto, algo extraño llamó su atención.
La presencia chispeante de la magia, condensandose a través del susurro del viento, mientras este, con voz burlesca, le confesaba el paradero de quien buscaba. El lobo atendió el rumbo que el viento trazó, llegando hacia una cabaña capturada por el tiempo y entremezclada por las ramas altas y titubeantes de los árboles.
Los ojos del lobo capturaron poco a poco el lugar. La esencia de la magia siendo capturada por su olfato. Y la bestia lobuna aguardo con paciencia fuera de esta. Porque al fin había encontrado a su presa.
Al fin había encontrado a la bruja.
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