Comprar

9 1 0
                                    

"Los ojos no saben guardar secretos "

—Gabrielle —

Era la primera vez que iba a uno de estos sitios, pero me los habían recomendado, el lugar no se miraba mal, pero no era interesante, pero ya que estaba ahí, solo iría a ver como funcionaba. Fue cuando abrieron las puertas y la vi, esa chica estaba en suelo dentro de una jaula, totalmente desconsolada con lágrimas en los ojos, pero no había temor en ellos, comenzaron a subastarla pero no parecía que ella se moviera solo quedaba viendo el vació, pero dirigió la mirada hacia mi, esos ojos cafés de esa chica provocó  algo dentro mi,  cuando la mire una ola de emociones me inundó y pensé quiero ahogarme en esos ojos cafe. Si  debo prender en llamas es tu lugar contar de tenerla lo haré,  ella me debe pertenecer nadie más puede tocarla, haré que sea mía levanté ofrecí una cantidad justa por ella, me aseguraré que seas mía, pequeña.

—Señor.

Mire cuando iban a golpearla porqué ella no se movía

—No te atrevas —grite— como se atreve a tocarla cuando  ya me pertenece.

—La mire a los ojos, tenia los ojos tan llenos de dolor  que solo quise calmar su dolor; le romperé esos brazos si vuelve a intentar golpearla, haré que pague con sangre por cada rasguño. Pensé ver temor en sus ojos, en eso bellos ojos cafés, sin embargo eran lágrimas, que creo que ni ella sabía que salían, tomó mi mano con fuerza, pero cayó desmayada, como podrían hacerle esto a ella.

—Señor déjeme yo la cargo.

—No.

Negué, no quiero que nadie más la toque es mía y solo yo puedo tocarla, tenerla así... cerca  me convencí mas,  no te dejare ir... al llegar a la mansión ella no despertó, la estuve cuidando día y noche poniendo un trapo húmedo en su cabeza llamando al doctor para que la revisara, pero no despertaba, no quería moverme de su lado, pero el trabajo me obligó

—Señor se lo prometo yo no lo traicione —expreso suplicandome—

Por esta basura tuve que separarme de mi pequeña en ese estado, tengo una rabia que necesitaba sacar por suerte lo tenia a él.

—Así que no piensas hablar, otro dedo, por ti me tuve que alejar de la mansión —lo toma del mentón apretandolo— cometiste un grave error, lo sabes cierto —saca mi arma— déjame ayudar a pensar cual es tu castigo, tienes un buen ojo para contar dinero cierto.

—Asiente—

—No, lo siento no me sirve —le disparo  en el ojo izquierdo y el comienza a quejarse de dolor— ya cállate,  haces mucho ruido, tuviste que pensar dos veces en tus acciones.

—Señor.

—Que sucede?, cállate —tomo el teléfono una de las chicas habla—

—Señor, la joven ya despertó.

—Esta bien —pongo  el  arma en la boca del hombre— no te puedes callar, te cuesta, pedazo de porquería —aprieto del gatillo y le  disparó— quemenlo.

La noticia de que ya había despertado  tuve tanta ansias de verla, que me vuelve loco, como puede ella causarme eso,  no puedo esperar a ver esa pequeña, lo único que puedo pensar es en ir a verla, entre a la habitación. Ahí estaba despierta, con una expresión de susto, ni siquiera me dejaba tocar su rostro para asegurarme de que la fiebre había bajado, pero sus mejillas seguían rosadas por la fiebre, solo se alejó, con una expresión  de terror  y confusión, comencéa sentir una ira al saber que la tenían en ese estado, hare que paguen por cada una de tu lagrimas, yo mismo me encargare, de hacerlos sufrir deje que se volviera a dormir mientras yo fui trabajar al estudio.

—Señor, el traidor fue enviado por una de las familia de Italia, los Caruso.

—Entiendo, quiero que sigas al menor de la familia, y llegado el momento, les enviaremos un mensaje a su familia, quizas su dedo, una oreja todavia no me decido.

Esa familia, me encargare de matarlos uno por uno.

—Entendido Señor.

Ya anocheció, deberia ir haber como esta, ni siquiera puedo concentrarme en el trabajo lo unico que pienso es en ella, en tocarla, el control que yo tenia ella se lo llevo cuando apareció, me es dificil controlarme, de no ser porque esta enferma, ya la hubiera tomado entre mis manos, es ella la que me provoca, fui directo a la habitación, estaba dormida, se mira tan bella estando ahí acostada, no tienes ni idea las cosas que quiero hacerte, lo que desata en mi con solo verte pero ahora me conformaré  con solo mirarte aunque tenga que sufrir, por no tocarte.

—Eres preciosa —susurro—

La observe toda la noche, hasta que desperto y noto mi presencia, ver su largo cabello negro  dezlisarse por sus hombro hace que note un lunar que tiene en su hombro derecho. Veo que se levanta acercándose si supiera el peligro al que se esta exponiendo, acercándose de esa manera pero no permito que se detenga aunque noté como temblaba, sentándose  en mi regazo  entrando a la zona roja, coloco mi mano en el sillón apretandolo con  fuerza para controlar mis impulsos  lo que ella hace difícil, cuando esta desabotonando mi camisa, trago en seco, respirando para controlarme, aunque solo quiero rompe ese vestido que lleva puesto tomarla  con fuerza hacia mi cuerpo. Ame la manera tan discreta que de la nada  llegaste  a arrebatarme la cordura,  pero no puedo con ella estando enferma, por eso le dije que fuéramos a la cama para que descansara, pero la escuche  sollozando.

—Aún no estoy lista.

Estar lista, hay ira y satisfacción de escuchar sus palabras, el verla así solo me hace desearla más, si  supiera el riesgo al que está mirándome de esa manera despertar algo ahí abajo, pero sería hasta que se recupera, debo frenar mis pensamientos inquietos e impuros, pero es que tenerla cerca me es complicado no intentar algo, pero su lágrimas me detienen toco su pequeño rostro para limpiar sus lagrimas, así que solo la acuesto, me coloco a su lado abrazando su pequeño cuerpo, cuando estaba dormida fui a tomar un largo baño de agua fría, para tranquilizar mis deseos sucios... salí para volver a estar a su lado, al rato ella despertó corriendo al baño, y la escuché vómitar.

—Sigue mal.

Fui a verla y estaba en suelo desconsolada, solo pensé en cargarla y que lavara su boca la volvía tomar, llevándola a la cama.

—Ya te sientes mejor —pregunté pero no respondió, solo asintió la cuide toda la noche, esperando a que cerrará sus ojos, pero no pude dormir así que traje la computadora para trabajar y cuidarla estar listo por si volvía a vómitar, sin embargo no pasó, pero tenerla ahí sin poder tocar su cuerpo, solo podía verla ni siquiera podía trabajar solo la observaba dormir. Pero me puse a pensar, en que  tan mal estado la tenían ahí que cayó enferma, hasta incluso vómitar. Solo me da tranquilidad saber que ya no volverá a ese lugar.

Al otro día ella seguía dormida así que la deje descansar y baje para que preparan una sopa para que tomara fuerzas, le lleve la sopa a la cama, tome asiento esperando a que despertará, aunque no dijo nada, note que se había despertado ya que se había movido.

—Ya despertaste, ven a tomar el desayunó.

—Estoy bien, no tengo apetito.

—Debes comer,  o sino yo mismo te daré la comida.

No tardo en levantarse y caminar pero claro, no comió lo suficiente, el día anterior, se levanto,pero  antes de caer al suelo la tomé poniendo mi mano en su pequeña cintura.

Mi dulce inocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora