Capítulo 1

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A Jotaro Kujo le gustaba la azotea. Saboreaba la tranquilidad que se respiraba porque no se permitía subir a nadie a la azotea. Contemplaba y admiraba los cerezos en flor, viendo cómo sus pétalos flotaban elegantemente en el aire. Siempre que tenía ocasión, subía allí.

Hoy era como cualquier otro día. Iba a pasar el almuerzo solo en la azotea, como a él le gustaba. Excepto que, cuando abrió la puerta que conducía a ella, vio a alguien sentado contra la barandilla, leyendo un libro.

Lo más probable es que fuera un chico, por lo que Jotaro pudo ver. Tenía el pelo de un rojo vibrante, junto con lo que Jotaro tenía que decir que era el rizo más extraño que había visto nunca. Era bastante musculoso, Jotaro podía verlo incluso con su uniforme verde cubriéndole, aunque no estaba abultado como Jotaro (lo que suena engreído ahora que lo piensa).

Seguramente habría destacado en una multitud con su altura, siendo sólo unos centímetros más bajo que Jotaro, que pasaba por alto a todos en su escuela, incluso a los adultos. Era extraño que Jotaro nunca hubiera visto a este tipo antes.

Demasiado extraño. ¿Qué quería de Jotaro? No habría otra razón para que subiera al tejado que verle. Lo primero que pensó fue que era un matón que quería pelearse con él, lo normal, pero parecía un buen chico, alguien que no buscaría pelea.

Su segunda suposición fue alguien del consejo estudiantil. Encajaba a la perfección, y además le habían estado acosando sin parar sobre sus peleas con la gente, como si no oyera lo mismo de los profesores y el director.

Jotaro tiró de la visera de su sombrero, temiendo tener que enfrentarse a alguien. Sólo quería comer en paz, ¿era mucho pedir? Mientras Jotaro caminaba hacia el miembro del consejo estudiantil, se dio cuenta de que llevaba un bento en la mano.

"Eh, creía que le había dicho al tonto de tu presidente que me dejara en paz".

Miró a Jotaro como si le hubiera hecho la pregunta más estúpida que jamás hubiera oído antes de volver a mirar su libro, ignorándole. Esto irritó aún más a Jotaro. No quería obligarle a marcharse, pero supuso que tendría que liarle un poco, sólo para espantarle.

"No sé de qué estás hablando y que tampoco me importa. Por favor, déjame en paz." Su voz, aunque sonaba educada, tenía un filo, casi retando a Jotaro a interrumpirle de nuevo. Y, bueno, como era de esperar, Jotaro se atrevió.

Aunque aquel tipo no formaba parte del consejo estudiantil, seguía cabreándole. "Lárgate de aquí, entonces", gruñó Jotaro, mirando al desconocido. Cerró el libro y se levantó para mirar a Jotaro a la cara.

"Corrígeme si me equivoco, pero a los estudiantes no se les permite estar en la azotea sin un permiso especial, que yo tengo. Así que deberías ser tú quien se fuera", comentó con sorna. Jotaro no rompió el contacto visual, metiendo los puños apretados en los bolsillos.

... ¿Quién demonios tiene los ojos color lavanda? Puede que sea inapropiado centrarse solo en sus ojos, pero esos ojos eran todo lo que podía ver. Unos ojos fríos, cerrados y egoístas que le miraban fijamente. No estaba acostumbrado a que nadie le mirara así tan descaradamente.

Y le ponía de los nervios.

"Sólo te lo voy a decir una vez, pero lo que más desprecio son los imbéciles arrogantes como tú", afirmó Jotaro, sacando uno de sus puños de los bolsillos y levantándolo hacia el otro. Éste enarcó una ceja y miró los puños de Jotaro, visiblemente poco impresionado.

"¿Vas a darme un puñetazo?", preguntó, su tono burlón goteando de su boca como la miel. Ahora que Jotaro le mira aún más, tiene la boca ancha, casi como una rana. Una rana molesta y engreída que no sabía cuándo callarse la puta boca.

Bad Romance - JotakakDonde viven las historias. Descúbrelo ahora