El Principio Del Fin

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Actualmente

* Valhalla*

-¡ Vete a la mierda!
Volví sobre mis pasos sin mirar atrás, pero podía escucharlo tras de mí.
Salí a la calle mientras Samuel me pisaba los talones.
-¡ Espera,no es lo que estás pensando!- gritó desde la entrada del edificio, supongo que no podía salir en bóxer a la calle.
Le saqué el dedo mientras negaba sin voltear a verlo, claro que no era lo que estaba pensando; era lo que había visto.

Subí a mi camioneta dando un portazo, haciendo que varios transeúntes se fijaran en mí. Puse la música a todo volumen para no escuchar mis pensamientos, pero no podía esconderme de mi misma.

Llegué a mi casa deseando vivir en una isla desierta, pero en Ibiza éso era imposible. Mis padres, mi hermano y yo, nos habíamos mudado desde Dinamarca cuando yo tenía seis años y mi hermano catorce. Era una isla paradisíaca y siempre estaba llena de turistas, pero mi casa no era precisamente el Edén.Prácticamente había olvidado el danés porque mis padres no lo usaban desde que llegamos, sólo mi hermano solía decir algo de vez en cuando;la mayoría de las veces para molestar. Después de diecisiete años ya éramos toda una familia española, excepto por el acento extranjero de mis padres.

En cuanto mi rostro se asomó a la entrada mi madre salió a recibirme.
-¿ Dónde está Samuel? Creí que vendría contigo para comer juntos- miraba a todos lados como si yo pudiese traerlo escondido en un bolsillo.
- no vino,ni vendrá más, está ocupado revolcándose con otra- fui cortante y pasé de largo por su lado mientras asimilaba mis palabras.
Agradecí que no fuese tras de mí pidiendo detalles. Me encerré en mi cuarto, dejando a mi madre despotricando en contra de Samuel a voz en cuello.
Me recosté a pensar si realmente me molestaba librarme de Samuel. Era una total hipócrita,no sé si por el hecho de usarlo como coartada para mis salidas nocturnas,o por tratar de tener una relación siendo acompañante de lujo. No podía irme a vivir sola porque tendría que dar explicaciones acerca de cómo conseguí los fondos, por otro lado no recibiría mi parte de la fortuna familiar hasta los veinticinco, sólo me conformaba con contar día por día los dos años que me faltaban para adueñarme de ella. Todo se complicó cuando cumplí veintiuno y mi hermano Ragnar murió en un accidente. Me creía recuperada, pero cada vez que pasaba por la calle dónde solía vivir con su novia, me daban ganas de lanzarme de un risco. Fue el hijo perfecto, estudioso, dedicado a su carrera de economía, siempre pensando en los demás y sacrificando su juventud para prepararse para el día en que tuviese que ocuparse de la empresa familiar. Éramos totalmente opuestos. Yo llevaba casi toda mi vida a su sombra. No me interesaban los estudios, vivía de fiesta en fiesta y cada día para mí era una nueva aventura. Cuando llegó el momento de entrar a la universidad,no sabía que hacer, me cambié de carrera dos veces en cuatro años, y cuando mi hermano murió me tomé un año sabático. Me descontrolé por completo,su muerte me dejó con todas las espectativas de la familia y ellos se volcaron en mí,sin detenerse a pensar que yo no era como Ragnar y ni siquiera quería serlo .

Entónces conocí el mundo de los acompañantes de lujo.
Chicas y chicos jóvenes,atractivos y con ambiciones, que no sabían hacer otra cosa que ser hermosos y seductores. Lucía,una amiga que conocí en segundo año, me dijo que con lo hermosa que era podía tener lo que yo quisiera en la vida y además divertirme en el proceso. Me llevó a una fiesta y enseguida un chico muy lindo me dió su atención, tenía entendido que eran futbolistas o algo así y la noche terminó con copas de más y ropa de menos. Lo que más me hizo gracia,fue el cheque que dejó en la mesita de la habitación del hotel. Al principio me indignó aquello, pero cuando le conté a Lucía ella sólo se rió de mí. Me dijo que la vida de lujos que se daba no era por tener familia rica,sino porque desde los dieciocho un amigo le había mostrado ése mundo. Ahí fue cuando comenzó mi doble vida; chica estudiosa y centrada de día, perra sensual y adicta al sexo de noche. Lo más atrayente de ése empleo es que además de escoger mis clientes, podía decidir si me acostaba con ellos o no. La mayoría de las veces,nos querían sólo cómo acompañantes,parejas que presumir en eventos privados dónde las esposas no tenían cabida. El sexo era otra cuestión, la agencia que nos contrataba se encargaba de proponernos los clientes y una jugosa suma por nuestros favores sexuales,se nos mostraba el cliente y la suma que estaba dispuesto a pagar por pasar una noche con nosotras. La agencia era muy selectiva en cuanto a edad y apariencia, por algo éramos los acompañantes más exclusivos; los clientes eran igual de especiales,y sobretodo totalmente discretos .

Contra las CuerdasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora