chapter eight

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season 1, episode 8
❛ the redemption match ❜



HALLIE'S POV

EL SOL DEL ATARDECER se reflejaba en los ventanales del imponente Estadio Lusail, y yo, con la camiseta número 25 de Lisandro Martínez bien puesta, me acomodaba en mi asiento a pie de campo junto a mi hermana, con su impecable camiseta con el número 7 de Rodrigo de Paul; y Flor, portando el dorsal número 3 de Cristian Romero.

La brisa del desierto, aunque leve, me traía un poco de alivio en medio de la expectativa y la tensión.

Argentina tenía que ganar, sí o sí. No había margen para errores después del tropezón contra Arabia Saudí.

El ambiente era eléctrico. Los hinchas argentinos, como siempre, le ponían todo el aguante. Banderas, bombos, cánticos que se escuchaban desde la entrada misma del estadio. Era como si el país entero hubiese viajado hasta Qatar para alentar a la selección.

Los jugadores salieron a calentar y el estadio estalló en ovaciones. Mis nervios empezaron a calmarse un poco al ver la determinación en los rostros de los muchachos. Hoy era el día para redimirse, lo sentía en el aire.

El árbitro dio el pitazo inicial y el partido arrancó con una intensidad desbordante. Desde mi posición podía escuchar cada grito, cada instrucción de los técnicos. Era como estar en el corazón mismo del campo de batalla. Los mexicanos, siempre duros, nos dieron pelea desde el primer minuto.

Desde el inicio, Lionel Messi manejaba los hilos del equipo con maestría. Cada toque suyo era poesía en movimiento, cada pase, una declaración de intenciones. Verlo en persona, tan cerca, era un privilegio que no todos pueden darse. La forma en que se desmarcaba, como burlándose de los rivales, era un deleite para los ojos.

Se notaba que estaba decidido a cambiar el destino de la selección.

En el arco, el Dibu imponía respeto. Sus órdenes claras y su presencia imponente mantenían a raya a los atacantes mexicanos. Cada vez que una pelota amenazaba con cruzar el área, ahí estaba él, seguro y confiado. Dibu es de esos arqueros que te transmiten tranquilidad, que te hacen sentir que cualquier cosa es posible.

Rodrigo De Paul era un motor incansable en el medio campo. Su despliegue físico y su capacidad para recuperar balones eran admirables. Lo veías correr de un lado a otro, siempre ofreciéndose, siempre buscando ser opción. Su garra y su compromiso eran el reflejo del alma del equipo.

El primer tiempo fue una guerra de nervios. Parecía que cada pelota era la última, y el cero a cero se mantenía inquebrantable. Me aferraba a mi camiseta, como si en eso pudiera transferirle mi fuerza a el equipo. Sentía el rugido de los hinchas como un eco dentro de mi pecho.

Todos estábamos conectados en un solo latido.

Pero fue en el segundo tiempo donde la magia ocurrió. En un momento que me pareció salido de un sueño, Messi, el eterno capitán, sacó un remate de media distancia que se coló pegado al palo. El estadio explotó en un delirio colectivo. Salté de mi asiento, grité hasta quedarme sin voz, abrazándome con desconocidos que, en ese instante, eran mis hermanos.

El gol nos dio un respiro, pero la tensión no aflojó. México no iba a rendirse fácilmente. El Cuti, impecable en defensa, despejaba cada balón con la firmeza de un titán. Yo lo alentaba con el corazón en la mano, sintiendo que cada despeje era una victoria personal.

Enzo Fernández, otro pibe con un futuro brillante, entró en el segundo tiempo y rápidamente dejó su huella en el partido. Con una elegancia innata, dominaba la pelota como si fuera una extensión de su cuerpo.

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⏰ Última actualización: Sep 04 ⏰

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argentina ━ pablo gaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora