002 | Welcome Back

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Para ser honestos había perdido la cuenta de veces que había discutido con Callum desde que nos mudamos a Canadá. Había olvidado por completo todo el terror que le tenia, con el tiempo todo eso se esfumó. Se convirtió en algo ridículo y sin sentido que en algún momento sentí.

Callum había pasado a ser otro más de los chicos. Y aunque, era el más peligroso, sin duda le había perdido el miedo.

Sus achaques de macho alfa siempre hacían a todos dudar en la casa. Incluso a Owen que siempre hacía lo que le plazca.

Pero eso cambió, cuando entonces, desperté en una cama amarrada de pies a cabeza. Sin siquiera poder respirar con tranquilidad.

—¿Qué mierda...?

—Maryanne, relájate.

—No le pidas eso, eso lo único que hará será que...

—¡¿Dónde mierda me tienen?! —bramé, furiosa.

—Mina —me regañó una tercera voz.

Las mirada gatuna de Reece se desvió, bajando directamente al suelo. La de Owen, se mantuvo pegada en mi, pero se desvió cuando el hermano de en medio se posó delante de mi.

Ambos retrocedieron como si fuese un jodido rey.

Llevaba un año con ellos... Y seguía sin entender cómo eran capaces de tenerle tanto miedo.

—Callum, habíamos hablado de esto —me quejé—, Dime que no lo hiciste —pedí en un murmullo.

El ni se inmutó, su mirada fría y amarillenta seguía viéndome como si nada.

—Estamos en casa, Mina.

No.

—¿Cómo que en casa? Mi casa está en Canadá, frente a la jodida playa, cerca de la nieve y...

—No seas hipócrita, se te notaba en la mirada que odiabas Canadá. Te hicimos un favor.

—¿Qué mierda hacemos aquí? —bramé.

—Teníamos que regresar nena, hay problemas que nos toca resolver.

—¿Problemas? ¡Me importa una mierda sus jodidos problemas, me trajeron a la fuerza!

—Callum, suéltala —pidió en un susurro Reece viéndolo. Callum ni se inmutó.

—Si la suelto va a atacarme, la conozco. Y tú también, es la cosa más estupida que podías haberme dicho.

—No estaría así si no la hubieras obligado a venir —espetó en su dirección Owen.

—Ella no iba a venir por decisión propia —le riñó—, ¿O me equivoco? —preguntó en mi dirección. Me quede en silencio, viéndole con molestia.

—Escucha, Mina —empezó a decir tras soltar un suspiro—, Mi madre se ha separado de mi padre, aparentemente tras la relación de cincuenta y dos años de casados siendo demonios le cansó. Se ha comprometido con un demonio importante, uno fuera de la reliquia de nuestra familia y por ende, hay una boda donde tendremos que asistir. Todo el inframundo irá. Tenemos que estar ahí. Y como nuestra... Chica, tu deber es estar ahí, con nosotros.

Arrugue el ceño ante la palabra chica, pero me reserve el reclamo para luego. Tensé la mandíbula.

¿Boda? ¿Inframundo? Ridiculeces. No hay tal cosa como el inframundo, es una manera estupida de llamarle al ambiente de los demonios.

—Que sepas que irás, te guste o no. No está a discusión.

—¿Podrías dejarla en paz? —bufó Owen.

—Tu cállate.

—Mira, yo que tú...

—¿No volveremos a Canadá? —pregunté sintiéndome estúpida.

—No, nuestro hogar está aquí. Nuestro territorio es este. Es nuestro deber estar aquí —respondió con rapidez. Negando.

Bueno, las opciones de regresar eran muy pocas. La verdad Canadá se había hecho una costumbre en mi vida. Ya estaba acoplándome a esa manera de vivir. El ser una completa desconocida y no saber de nadie en la calle. Pero ahora sería diferente. Ya era una demonia, era parte de ellos. Ya no veía todo como antes, sí, seguía siendo yo, eso no cambiaría pero...

Joder, la tentación de querer saber que ha sido de aquellos que ya no están en mi vida sigue ahí. Aún, después de tres años, sigo extrañando cada día saber de ellos.

—¿Estás escuchándonos? —preguntó Reece sacándome de mis pensamientos.

Parpadeé un par de veces, y le miré.

No podría regresar, eso era claro. Tendría que acostumbrarme a vivir aquí de nuevo, será duro pero...

—Reece —llamé, ganándome su completa atención.

Los tres pares de ojos estaban aún sobre mí.

—Suéltame —pedí.

Reece lo dudo un segundo, incluso miró a Callum por encima de su hombro para confirmar que estaba de acuerdo. Y de la misma manera en que le miró, el simplemente no dijo nada. Reece se acercó, quitándome la esposa de un solo tirón, rompiéndola.

Enarque una ceja en dirección a Owen.

—¿No podías comprarlas más resistentes? Si hubiera intentado quitármelas con mis habilidades las habría hecho pedazos —señalé. Una sonrisa ladina le decoró los labios.

—Cuando te asustas no usas la cabeza, Mina. Es una bonita cualidad que siempre nos ayuda para salirnos con la nuestra —admitió—, Además, estaban en descuento —añadió.

Me aguante las ganas de sonreírle y baje de la cama, estirándome. Miré a mi alrededor, la habitación blanca con detalles en negros me dio la bienvenida helándome los huesos. Por un momento, mi vista se quedó pegada en el espejo a un lado, viendo mi propio reflejo.

No podía creer cuánto había cambiado mi imagen, ya no era nada de lo que era antes. La mirada blancuzca y prácticamente vacía, me escaneo, mis propios ojos viéndose cansados y sin motivación alguna. El cabello obscuro que en su momento había tenido mucha luz y vida, lucia caído y grisáceo. Incluso mi rostro lucía huesudo y delgado.

¿Qué me estaba pasando?

—Tenemos que irnos —avisó Callum entrando a la habitación, ni siquiera había notado que se había ido por un momento.

—¿La dejaremos aquí? —le pregunto Owen.

—Seh, la casa está protegida. De aquí no sale sin que yo lo permita —admitió Callum como si yo no estuviese allí. Tragué en seco, viéndolo, aunque ni una simple mirada de reojo recibí.

—¿Podrían dejar de hablar de mí como si no estuviese aquí, delante suyo? —bufé.

—Sigue usando ese tono repugnante y no acabará esto nada bien —gruño Callum saliendo por el humoral de la habitación, tirando la puerta tras suyo en un portazo.

—Está molesto.

Rodé los ojos ante el comentario de Reece, —Yo también.

—Mina, no puedes enojarte con nosotros —se adelantó Owen.

—¿Ah no?

—No.

—No veo porqué. Me engañaron, me drogaron y prácticamente me secuestraron —conté con mis dedos, los miré, cruzándome de brazos—, Creo que tengo todo el derecho de querer matarlos.

—No puedes estar hablando enserio —murmuró Reece mirándome.

¿Matarlos? Ni loca. Pero me gusta jugar con ellos.

—¿Enserio estás diciendo eso? —cuestionó Owen mirándome.

—Tómalo como quieras.

Y entonces, un grito proveniente de la parte baja de la casa resonó—: ¡Reece, Owen! ¡Muévanse!

En fin, me dejaron sola.

A través de sus ojos | Libro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora