VI

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Al final del día, aquel sancocho familiar se terminó convirtiendo en uno de los peores días que Cristian tuvo que soportar en su vida.

Ni siquiera las seis frías que se terminó tomando hicieron más llevadero el hecho de tener que seguir soportando uno que otro comentario sobre su vida amorosa de parte de algún conocido o familiar, que parecía no entender que la vida amorosa de los demás no era peo suyo. En especial, cuando la mayoría de quienes preguntaban estaban más solos que la una o tenían los cachos como letreros de neón.

Pero lo peor de todo es que la caña tampoco fue suficiente para lidiar con ese desagradable sentimiento que oprimía su pecho cuando recordaba a Andrés cantándole a Carolina, y el instante en que sus miradas se cruzaron.

Aunque lo que sin duda empeoró todo fue la decisión de su madre de que Carolina y Andrés debían quedarse luego de que la vaina se extendiera hasta casi la media noche. Después de todo, la boda sería un domingo, por lo que si se quedaban el sábado no habría ningún problema. Además, su madre dijo que así aprovecharían para buscar junto con Carolina a la madre de esta temporada al día siguiente para terminar de pasar a ver los últimos detalles del ajuste del vestido de novia que habían encargado y terminar de organizar los pendientes del evento.

A Cristian aquella idea no le agradó del todo, pero no tenía ninguna excusa para oponerse a la invitación. No podía decir por qué no quería que Andrés se quedase con ellos. Ni tampoco podía pasar la noche en otro lado sin que su familia se extrañara por su comportamiento. Por más que hasta aquel momento hubiese podido fingir que las cosas eran normales entre Andrés y él, si hacía algo así no dudaba que su familia comenzaría a sospechar que algo ocurría. Ni siquiera ellos estaban tan pendejos como para no darse cuenta si llegaba a actuar de aquella manera.

Y así, y para su desgracia, Cristian terminó compartiendo cuarto con Andrés, como tantas veces habían hecho durante la adolescencia cuando su mejor amigo se quedaba en su casa. Solo que Andrés ya no era su mejor amigo y pasar la noche en la misma habitación que este cuando la boda estaba a la vuelta de la esquina y recordaba la mirada de este mientras cantaba, le causaba un sentimiento desagradablemente amargo.

Sin embargo, Cristian, intentó ignorar aquello que le inquietaba y una vez estuvieron solos; él en su cama y Andrés en una colchoneta a su lado, decidió no decir ni una palabra.

No quería hablar con Andrés. Simplemente cerraría los ojos y se obligaría a dormir.

Pero mientras las horas pasaban, se dio cuenta de que le era imposible conciliar el sueño. Y sabía que a Andrés le pasaba lo mismo.

Podía oírlo removerse inquieto en la colchoneta, y el sonido de su respiración, pero intentó ignorarlo hasta que, en algún instante de la madrugada, Andrés rompió el silencio:

—¿Serías mi padrino de boda?

Por un segundo, Cristian se quedó mudo, como asimilando si había escuchado bien o aquella voz era producto de su imaginación.

—¿Qué? —preguntó Cristian con confusión.

—¿Quieres ser mi padrino? —repitió Andrés, y esta vez, Cristian no tuvo dudas de lo que había escuchado y deseó no haberlo hecho.

—¿Por qué quieres que sea tu padrino?

—Porque siempre fuiste mi mejor amigo —respondió Andrés, y Cristian bufó con acritud ante lo que consideraba una absurda ironía—. Carolina me dijo que le dijera a uno de sus hermanos, al Loco Juan, pero yo quería que fuese alguien especial.

—Entonces deberías decirle a alguien más —dijo con cierto resentimiento, odiando que Andrés le dijese con aquello que le consideraba «especial».

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⏰ Última actualización: Jul 17, 2024 ⏰

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Besos con sabor a mentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora