I

68 2 2
                                    


En una montaña lejana a cualquier urbanización, vivía una familia compuesta por cinco hijos y su madre. No eran demasiados en comparación con otras familias, pero les costaba sobrevivir desde que el padre falleció algún tiempo atrás. Aunque estaba enfermo, siempre ayudaba de alguna manera. Para llenar ese vacío, el hermano mayor, Tanjiro, se encargaba de vender carbón, lo que les permitía llevar una vida en condiciones. Eran una familia unida y feliz, hasta ese fatídico día.

Tanjiro, el hijo mayor, había ido el día anterior a vender carbón, así que esa noche iba a descansar en casa. En cambio, Nezuko, la segunda mayor, se quedó a dormir en el pueblo cercano, ya que alguien necesitaba ayuda médica y su madre estaba ocupada. Así, se despidió de sus hermanos y madre, partiendo hacia el pueblo al pie de la montaña.

- Casa Kamado -

Una noche silenciosa se cernía sobre la casa de los Kamado. Los chicos dormían plácidamente, pero Tanjiro se despertó de forma abrupta. Su nariz, un órgano muy sensible para él, captó un olor putrefacto. Era una mezcla de sensaciones tan intensa que parecía materializarse en el aire.

El primer matiz que notó fue el hierro, el característico y metálico olor de la sangre, pero era una mezcla de varios tipos, como si no fuera solo una persona. Además, había un hedor acre, similar al de la carne en descomposición, esa pestilencia que se apodera del ambiente cuando algo ha estado pudriéndose por días.

Junto al olor metálico y la putrefacción, percibió un rastro de amoníaco, tan fuerte que quemaba sus fosas nasales, como el olor de la orina concentrada y vieja. Era una mezcla nauseabunda que se intensificaba con cada respiración, impregnando cada rincón de su ser y haciéndolo sentir atrapado en una pesadilla.

Por último, había un sutil pero inconfundible aroma a humo, como si el ambiente estuviera cargado de cenizas frías, un recordatorio sombrío de algo que había sido consumido por el fuego y luego abandonado para ser olvidado. Este olor se entrelazaba con un matiz dulce, casi imperceptible, que solo añadía a la repulsión, creando un contraste perturbador que hacía que el conjunto fuera aún más insoportable.

Tanjiro sentía como si todos esos olores se combinaran en su nariz, creando una sinfonía de horror, una mezcla tan abrumadora y compleja que lo paralizaba. Era un ataque a sus sentidos, una manifestación tangible del caos y la muerte que lo rodeaba. Fue en ese momento que la puerta se abrió...

La posición de su futón le permitió no estar al alcance inmediato de la puerta, algo que resultó ser pura suerte. En un abrir y cerrar de ojos, todos habían sido asesinados. Su nariz ya no podía reconocer nada. Aquellos ojos, rojos como la sangre, eran terroríficamente hermosos. Sentía repulsión solo al verlos. Todo sucedió tan rápido que su cerebro no tuvo tiempo de asimilarlo. No sentía nada. Cuando comprendió la situación, solo pudo gritar. Los ojos rojos que miraban a la nada se volvieron hacia él y, con un simple movimiento de mano, una garra de aire lo golpeó. Sin brazo, desangrado y sin entender nada, Tanjiro comenzó a ver su vida pasar frente a sus ojos.

Se dice que cuando vas a morir, buscas a través de tus recuerdos para encontrar una forma de salvarte. En ese momento, lo único que vio fue una silueta. Nunca la había visto. ¿Quién era ese hombre? Era alto, tenía una espada en su cintura y una marca en su frente como una llama. Se encontraba practicando con su espada. Sus movimientos eran rápidos e impresionantes, casi imposibles de seguir con la vista. No sabía de quién era ese recuerdo, pero el hombre desde cuyo punto de vista lo veía habló. Al escuchar sus palabras, el espadachín se detuvo y realizó los movimientos más lentamente, como si se los mostrara. Ahí terminó el recuerdo.

Cuando Tanjiro abrió los ojos, el brazo de quien lo hirió estaba en el suelo. El hombre de traje negro se giró, con una mirada serena y esos ojos que Tanjiro tanto odiaba. La sangre de este cayó en sus heridas, pero el inconsciente Tanjiro no supo más a partir de ahí.

SentimientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora