III

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En algún lugar:

- Esta noche la luna está preciosa – dijo un chico, de pie en el techo de una gran finca, solo iluminado por la luz de la luna. Se dirigía a una mujer que ya llevaba un tiempo sentada allí. Ella, de pequeña estatura, tenía sus rasgos ocultos por la oscuridad, pero él sabía quién era.

- Esa frase me trae recuerdos – respondió ella, girando su cabeza para ver al emisor.

- Jum – rió él con gracia mientras se sentaba a su lado. – Hoy hice mi buena acción del día.

- ¿Ah, sí? – preguntó ella.

- ¿Todo bien?

- Obvio – contestó con su sonrisa de siempre. Su acompañante, al ver esto, se entristeció; después de tanto tiempo la conocía a la perfección, su sonrisa ya no le engañaba.

- No, a mí no me puedes engañar. Vamos, déjame ver el rostro de aquella mujer que no teme a la muerte y camina siempre con una sonrisa.

- Esa mujer nunca existió.

- Entonces, déjame ver a la que llora, sufre y se lamenta en silencio, la que no quiere morir y aguanta el miedo por el bien de otros. Déjame verte por esta noche y las que siguen. – Después de decir esto, la agarró de la barbilla y le hizo girar su cabeza hacia él. Ella siguió el movimiento con su cuerpo, lo rodeó con sus brazos y ocultó su cara en su pecho. En ese momento, dejó de sonreír.

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Ya habían caminado durante dos días. En ese tiempo, Nezuko comenzó a entender mejor a su hermano. Ya no era el mismo de antes, claro está. Su actitud era más gruñona, no le gustaba el ruido y tenía una expresión molesta casi todo el tiempo. Era muy contrario a como era antes, pero sentía que dentro de él seguía siendo ese chico amable que ayudaba a su familia. Algo que descubrió y que extrañamente Giyu no le contó, es que el sol dañaba a los demonios. Esa información hubiera sido de ayuda cuando intentó sacar a su hermano de la cueva y terminó quemándolo accidentalmente.

Ya se estaban acercando. Pararon en una casa pequeña y Nezuko dejó la cesta que había hecho para proteger a su hermano del sol en el piso. Para ese punto, la adrenalina ya había bajado y la espalda le comenzaba a doler bastante.

- Ufff, a pesar de que estés más liviano, no puedo cargarte mucho tiempo, hermanito. Creo que tendrás que hacer dieta a este punto. -

- ... -

- ¿Entiendes? Hacer dieta, no comer humanos. -

- ... -

- Aburrido. -

- Grrrr. -

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Es raro, pero tolerable. La verdad, solo quiero descansar un rato aprovechando que es de noche y así continuar. Aunque es extraño que no haya movimiento por esta casa, no es tan tarde todavía. No hay ni luces encendidas ni sonidos provenientes de adentro. Algo no está bien. Me levanté lentamente y empujé la puerta, solo quería dar un vistazo, ver si todo estaba en orden. Sentí cómo Tanjiro se levantó y comenzó a seguirme de cerca, aunque cargando su cesta. No voy a negar que se ve tierno.

Al abrir la puerta lo pude sentir, el olor a sangre era abrumador. Giré una esquina y lo vi: un demonio estaba devorando a una familia, sus cuerpos desmembrados esparcidos por la habitación. Quise salir de ahí, pero parece que se percató más rápido. Levantó la vista con una sonrisa sádica, unos ojos llenos de hambre.

- Más comida - gruñó el demonio. En ese momento, dejó a quien parecía ser la madre para abalanzarse hacia mí.

En un instante, oí cómo Tanjiro soltó la cesta, interponiéndose entre el demonio y yo. – Grrrrrr – gruñó, notoriamente molesto. En estos momentos agradecía que fuera un demonio; seguro él podría vencerlo.

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⏰ Última actualización: Jul 24 ⏰

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