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FELIX.

¿Cómo voy a concentrarme en el desarrollo de la civilización humana en la antigua Grecia cuando este hombre se cierne frente a mí? ¿Por qué no se sienta? Empezó a sentarse a mi lado en el fino colchón, pero emitió un ruido y comenzó a caminar de un lado a otro con los puños cerrados.

Sí, debería haberlo buscado en Google antes de esta sesión de tutoría. O haber visto uno de los partidos de fútbol de la primera división en la televisión. Al menos así habria estado preparado para el Dios -hablando de la Antigua Grecia- que entró en mi habitación. Mide más de un metro ochenta, es bronceado y... grueso. Por todas partes.

Tan musculoso que sus vaqueros y su camiseta gris de manga larga luchan por no reventar las costuras. Su físico habria sido suficiente para convertirlo en una distracción, pero además de fuerte tenía que ser guapo, ¿no? Tiene el pelo oscuro al viento, los ojos castaños claros y una barba incipiente adornando su mandíbula.

Un hombre. Un hombre adulto.

El héroe del campus que no jugará en el partido del campeonato a menos que consiga que apruebe Civilización Occidental. Esa presión pesa sobre mis hombros desde que el decano me pidió el favor. Por supuesto que dije que sí. Tengo suerte de estar aquí. Afortunado de asistir a una universidad sin pagar un solo centavo. Ser tutor del mariscal de campo es lo menos que puedo hacer a cambio de mi buena fortuna. Mucha gente nunca tendrá esta oportunidad.

—¿Quieres sentarte?— pregunto, abriendo el libro de texto y alisando la hoja metida entre las páginas. Mis apuntes para nuestra primera sesión.

Cuando vacila, pasándose una mano por el pelo, se me ocurre algo humillante. ¿Y si piensa que... estoy coqueteando con él? ¿Qué le pido que se siente en mi cama? ¿En qué estaba pensando?

Me pongo de pie, tanteando el libro de texto en mis manos. —Lo siento, debería haberte pedido que te reunieras conmigo en la biblioteca.

—No, está bien.— Vuelve a mirarme con esa extraña intensidad. Como si se estuviera conteniendo. ¿De qué? —Esta bien, solo... estoy tratando de calmarme primero.

¿Calmarse?

Confundido, vuelvo a tumbarme en el colchón, observando que su mandíbula parece a punto de soltarse de su bisagra. —No sigues enojado por mi compañero de piso, ¿verdad?

—No estoy enojado.— Tira las puntas de su cabello. —Siempre estoy enojado, Felix. Solo que ahora no.

El libro de texto se queda olvidado en mi regazo, su energía torturada me tiene esclavizado.

Deja de caminar y niega con la cabeza. —No te voy a imponer más éso.— Empiezo a decirle que esta bien. Este hombre tan grande debe tener un millón de amigos que le prestarían gustosamente un hombro en el que apoyarse o un oído que le escuche, pero si quiere confiar en mí, un extraño, lo escucharía. Por supuesto que lo haría.
Pero él habla antes de que pueda hacer la oferta.

—¿Tienes pareja?

Tengo que taparme la boca con una mano para amortiguar la risa.

—¿Qué?— Frunce el ceño, con los dedos curvados en sus palmas. —La tienes, ¿verdad?

—No. No. Nunca he...— ¿Por qué preguntaría algo tan vergonzoso? El principio de mi frase queda suspendido entre nosotros, hasta que no tengo más remedio que completarla. —Nunca he tenido una cita.— El fuego envuelve mis mejillas y hojeo torpemente el libro. —¿No deberíamos estar e-estudiando?

𝗍𝗎𝗍𝗈𝗋𝗂𝗇𝗀 𝗍𝗁𝖾 𝖽𝖾𝗅𝗂𝗇𝗊𝗎𝖾𝗇𝗍 - 𝗁𝗒𝗎𝗇𝗅𝗂𝗑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora