Epílogo.

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HYUNJIN.

Cinco años después…

Abrochándome la bata, me dirijo a la ventana del dormitorio y miro hacia el camino circular, haciendo una mueca cuando un hombre con un maletín de cuero se baja de una camioneta.

Esto no me hace ninguna gracia.

Odio las entrevistas y no me gusta que haya gente en mi casa cerca de mi esposo y mis hijos. Ya doy suficiente energía en el campo, no hay razón para que los periodistas tengan que venir a husmear en mis asuntos cuando no estoy trabajando. Por desgracia, Felix y yo somos acosados constantemente por los periodistas que quieren una historia exclusiva nuestra. No sobre el fútbol. Sobre nuestra relación. Se ha convertido en un motivo de fascinación entre el público y el interés no va a desaparecer. No, ahora está en un punto álgido. Felix cree que si ponemos todas las cartas sobre la mesa y damos una exclusiva a Vanity Fair, dejarán de llamar y hacer sus interminables peticiones. Y lo que es más importante, los paparazzi dejarán de seguir a mi Felix a donde quiera que vaya.

Mi mano se convierte en un puño en el alféizar de la ventana.

La semana pasada, estaba tan cegado por los flashes que casi choca su auto al salir del estacionamiento de la universidad donde da clases. Creía que la seguridad era hermética, pero estas alimañas siguen encontrando la forma de entrar. Siguen encontrando la manera de acosar a mi chico.

Mío.

Mío.

Cierro los ojos y respiro a través de la ola de posesividad, contando hasta diez como practiqué con Felix. Cuando nos casamos por primera vez hace cinco años, habría atravesado esta ventana durante ataques de codicia en lo que respecta a Felix. Sin embargo, una vez que nacieron nuestro hijo y nuestra hija, tuve que empezar a trabajar para controlar las emociones que me inspira Felix. Siguen siendo afiladas y crudas, pero ya no son tan destructivas. Progreso.

Al notar movimiento detrás de mí, me doy la vuelta y veo al objeto de mi obsesión saliendo de nuestro vestidor, tarareando distraídamente y poniéndose un pendiente. Dios mío, es tan hermoso. Lleva un vestido nuevo. Uno de seda. Azul. Lo abraza por todas partes, especialmente en el culo.

Mío.

El centro de mi pecho se retuerce en un nudo, mi abdomen se une en anticipación. Joder, estoy deseando lamer su pequeño coño mojado. Él siempre ruega por una buena cogida después de que me haya dado un festín entre sus piernas y eso es exactamente lo que me apetece. Una buena y sudorosa cogida, con las piernas de Felix temblando alrededor de mi cintura, sus tetas rebotando para papi.

Dios, sí.

Empiezo a desabrocharme la bata, pero me ve y ladea la cabeza. —¿Es eso lo que llevas puesto para la entrevista? Empieza en dos minutos.

Un gruñido escapa de mi garganta. —Es nuestra maldita casa. Me pondré mi jodida bata si quiero.

Lucha contra una sonrisa. —De acuerdo.

—No estoy molesto contigo.— digo rápidamente. —Es todo por ellos.

—Lo sé.

—Te acosan, cariño.

Aquí voy. Tengo que sentarme en el borde de la cama y volver a contar hasta diez. Me ayuda que Felix se acerque y me pase los dedos por el cabello, contando conmigo.

Cuando nos mudamos a Green Bay después del draft de la NFL, nos sorprendió descubrir que la fascinación del público por nuestra relación había aumentado desde nuestros días en la universidad. Al parecer, había imágenes que circulaban por Internet en las que salía del edificio tras aprobar mi examen de Civilización Occidental y lanzaba a Felix sobre mi hombro. Se había hecho viral en TikTok.

De la noche a la mañana, había varias cuentas de Instagram dedicadas a nosotros y el interés no terminó cuando trasladamos a Felix a su nueva escuela para que pudiera seguir estudiando, obtener su título y la atención explotó en mi primer año en la liga. Yo era el nuevo y atractivo novato en una racha ganadora y Felix era la belleza embarazada de diecinueve años que miraba desde el palco de cristal, en lo alto del estadio, con el corazón en los ojos. Mi camiseta lo envolvía. Diez guardias de seguridad colocados en todos los lados, un requisito de mi contrato.

Es difícil culpar a la gente por estar fascinada. Un amor tan poderoso no es típico.

Es un maldito regalo, como cada maldito segundo con él.

—No tenemos que dejarles entrar del todo.— susurra, acurrucándose en la V de mis muslos extendidos. —Solo lo suficiente para satisfacer su curiosidad.

Gruño, frotando mi rostro entre sus tetas. —¿Y luego volvemos a la cama?

Tararea, un temblor lo recorre. —Sí. Hasta que los niños estén listos para ser recogidos de la guardería.

La mención de Rowoon y Ahyun me hace sonreír. Mi hijo tiene cuatro años, mi hija tres. Son curiosos, divertidos y valientes. Son una mezcla de mí y de Felix y nunca dejaré de maravillarme con ellos. Junto con su padre, son mi vida. Mi fuente de felicidad. ¿Pero mi obsesión? Esa es solo para Felix. Es salvaje y no tiene fin.

Lamo un camino desde entre sus tetas hasta el hueco de su garganta, sumergiendo y haciendo girar mi lengua ahí, absorbiendo su aroma, su escalofrío, su pequeño jadeo de aire. —¿Vas a dejar que papi te folle con ese bonito vestido nuevo, Felix?

Sus escalofríos se vuelven más pronunciados, sus rodillas se juntan. —Sí.

—¿Sucio?— Respiro en su garganta. —¿En la otra habitación?

No puede responder ahora, así que asiente. Obedientemente. Se muerde el labio inferior.

Mi polla está durísima en mis calzoncillos. La boca seca. ¿Cómo voy a pasar esta entrevista sin arrastrar a mi sexy esposo a otro piso y tomarlo a lo perrito en alguna parte? A él le encanta por detrás. Especialmente cuando está desnudo y yo estoy completamente vestido.

Dios, estoy excitado. ¿Cuándo no lo estoy?

Felix existe. Ese hecho por sí solo mantiene mi polla dura. Fin de la historia.

En los últimos cinco años, nuestra relación sexual se ha vuelto... intensa. Incluso más de lo que era al principio. Siempre fue bastante obvio que él disfrutaba de mi dominación, pero ahora... Ahora está fascinado por eso. El más mínimo uso de mi poder puede hacerlo temblar, convirtiendo su coño en crema en un instante. Nuestro dormitorio es para hacer el amor y lo hacemos. Con frecuencia. Lento y minucioso, y tan jodidamente emotivo que a veces tardo horas en correrme. Pero tenemos una habitación secreta e insonorizada al otro lado de nuestro vestidor para que pueda gritar a su papi sin que nadie lo oiga. Donde puedo azotar su culo apretado y golpear la cabecera contra la pared sin que nadie llame a la policía.

Ahí es donde nos ponemos sucios.

Estamos marcados el uno por el otro, por dentro y por fuera.

Y de repente... no sé de dónde viene el deseo, pero sale disparado de mí. Esta necesidad de que el mundo sepa que moriría por él. Que vendería mi alma para que dejara de llorar. O para verlo sonreír. El amor que hay dentro de mí por Felix se ha expandido tanto que ya no puedo encerrarlo. Mis músculos se fatigan de tanto intentarlo. De ahí vienen los ataques de posesividad. De mantener esta feroz obsesión enjaulada.

Me levanto de la cama, tomo a mi esposo en brazos y lo llevo fuera del dormitorio. Mi bata está abierta y lo único que llevo debajo son unos calzoncillos negros, y me importa una mierda. Solo tengo que quitarme este dolor ardiente de encima.

Nuestra ama de llaves ha sentado al periodista de Vanity Fair en el comedor y se levanta cuando irrumpo en el interior, sosteniendo a Felix contra mi pecho como si fuera un tesoro. Lo que obviamente es. Parpadea al vernos, con una sonrisa en la comisura de los labios. Pero yo solo tengo ojos para mi chico, que me mira con curiosidad y luego con comprensión, con escenas de los últimos cinco hermosos años pasando por mi mente. Él también puede verlas. Ve lo que estoy pensando. Puede leer mi mente, como solo el amor de mi vida puede hacerlo.

—Anota esto.— le grito al hombre sin romper el contacto visual con Felix. —Hwang Hyunjin vive cada segundo de su vida para Hwang Felix...

FIN.

𝗍𝗎𝗍𝗈𝗋𝗂𝗇𝗀 𝗍𝗁𝖾 𝖽𝖾𝗅𝗂𝗇𝗊𝗎𝖾𝗇𝗍 - 𝗁𝗒𝗎𝗇𝗅𝗂𝗑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora