El Experimento

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-"¡No, no!"

-"¡Entra ahí"- Esa mujer era horrible. Recuerdo ver todos los días a una mujer alta con el pelo lacio negro, tenía unas gafas y una bata blanca larga de laboratorio. Recuerdo también tener sueños horribles que me pasaban también en la realidad. Esa capsula en la que me metían todos los días. Lo odiaba. La odiaba. Cuando me fui de aquel lugar las pesadillas, los gritos y el dolor me persiguieron y me perseguirán hasta el resto de mis días.

Pero lo que más odiaba era a él. El hombre que me había mirado y  tratado mal desde chica y el hombre que madre amaba. Mi padre. Era una persona encantadora con los demás y horrible con mi hermano y conmigo. Todas las noches volvía tarde de su supuesto trabajo y siempre decía que tenía que trabajar horas extras; lo cuál, tiempo después descubrí que, aparte de falso, era un mentiroso. En resumen, un borracho infiel. Nunca se me hubiera ocurrido decirle tales palabras a padre, aunque a veces si quería decírselo. La única persona que respetaba de mi familia era; aparte de mi hermano, Nana. 

Nana era una persona maravillosa que se comportaba bien con todos y me caía muy bien, era la persona que más tiempo había estado con nosotros, mi hermano y yo. Pero como dice el dicho, las apariencias engañan y a mi me engañaron más de una vez.

Y pensareis, vaya mierda de vida la de esta chavala, pues no todo era malo. Me alegró conocer a los Smith en el laboratorio, ya que a los niños del laboratorio no nos dejaban relacionarnos entre nosotros y tampoco me dejaban juntarme con los Smith pero yo lo hacía igualmente. Tres niños que me habían entretenido todos los días y que jugaban conmigo a todos los juegos que yo quería o que nos gustaban a los cuatro; pero ellos no estaban ahí como experimentos. Ellos eran los hijos de los dueños del laboratorio, Abraham y Eleonor Smith. Yo no los conocía, los había visto varias veces en el laboratorio pero nunca había hablado con ellos. De  hecho, nunca me habían caído bien porque a los niños que estábamos en el laboratorio, siempre nos miraban mal.

Cuando  era pequeña, siempre pensé que el laboratorio era el mejor sitio en el que podía estar y que en el exterior había muchos peligros que no debería conocer, esas eran las ideas que nos habían metido en la cabeza. Ideas egoístas que no me habían dejado vivir.

Abrí los ojos lentamente para encontrarme en una sala bastante grande. Estaba en una cama de madera grande con unas cortinas que colgaban de los palos de madera arriba de la cama. Me senté en la cama y abrí las cortinas para poder ver bien la habitación. En frente de la cama había una puerta de madera que creo que es el baño. Al lado hay una chimenea de ladrillo antigua que esta adornada con rosas negras recién cortadas, el fuego está encendido y la madera arde en su interior, además, hay dos sillas de madera con terciopelo negro enfrente. Giré la cabeza a la derecha y me encontré con unas puertas grandes de madera decoradas con adornos de madera sobre la puerta. A ambos lados de la cama habían dos mesitas de noche de madera con dos lámparas muy bonitas sobre ellas. 

-Es bonita,¿ a que sí?- Ostia menudo susto que me ha pegado. La voz proviene de una de las sillas que están enfrente de la chimenea, no distingo la voz pero supongo que será uno de los tres hermanos.

-La habitación era de mi abuela, ella tenía muy buen gusto pero lo que más me gusta de esta habitación son las rosas negras, son muy bonitas. Mi abuela las ponía siempre porque su amor por mi abuelo era obsesivo e impuro. Es un significado muy bonito según yo, ¿No te parece?

Vaya, la verdad no sé que responder a eso.

-¿Quién eres?- conseguí preguntar, era lo primero que se me vino a la cabeza.

-¿Quién eres tú, Jenna?- ahora sí que reconocí la voz, hacía años que no la escuchaba.

-¿Jack?

La Rosa NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora