El sol apenas despuntaba cuando Clara ajustó su mochila en el asiento trasero de su viejo Thunderbird rojo. El viaje no sería largo y el destino lo valdría: una cabaña en una aislada cerca de las dunas del pueblo de Samalayuca, estado de Chihuahua, perfecta para alejarse del bullicio de la ciudad y encontrarse consigo misma.
Llevaba semanas planificándolo: investigando la ruta y asegurándose de que todo estuviera en orden. Y aunque amistades y familiares le habían advertido de los riesgos de recorrer sola las carreteras del sur de Ciudad Juárez, ella continuó con su caprichosa idea viajar sin compañía; peor aún, ya entrada la tarde.
La primera etapa del viaje transcurrió sin incidentes: con la carretera despejada y el ocaso deslizándose pacíficamente a su alrededor. A medida que Clara se adentraba en caminos menos transitados, misteriosamente la señal de su teléfono se volvía intermitente. Al caer la noche, una densa "nada" comenzó a rodear el camino; la raquítica luz de la luna, filtrada por entre las amplias ventanillas del viejo Thunderbird, creaba un juego de sombras que confería al ambiente un aire casi mágico. No obstante, pronto aquella magia disfrazada se convertiría en una inquietante y perturbadora sensación de peligro.
Inexplicablemente, el Thunderbird comenzó a calentarse, por lo que decidió detenerse en un acotamiento al borde de la carretera. Era un lugar solitario, con solo el muro de contención adornando el desgastado y desquebrajado pavimento. Clara descendió del auto y estiró las piernas al tiempo que se dispuso a revisar el sistema de enfriamiento. Al detenerse frente al capó, notó una figurilla extraña a su derecha tras el muro de contención: se trataba de una maltrecha cruz negra enterrada sobre un pequeño montículo de tierra; en la esquela metálica, con letras pequeñas y blancas se podía leer:
Aquí murió el Sr. Félix Jacinto Rendón López
(1943 – 1999)
"Recuerdo de sus familiares y amigos"Súbitamente, y como si se tratase de una increíble locura, algo aterrador acaeció: Clara fue testigo de cómo una sombra blanca, misma que escurría sangre y emitía un sonoro y desgarrador gemido de dolor, emergió de la cruz y se precipitó velozmente hacia la carretera. Cuando Clara reaccionó para tratar de enfocar la vista en la tenue silueta, vio a esta salir disparada tras ser golpeada violentamente por un carro. Impresionada con la sangre que a chorros le había salpicado en la cara, gritó, cubrió sus oídos, cerró los ojos y se dejó caer de rodillas al suelo. Luego de unos cuantos segundos, Clara se animó a enfocar la mirada nuevamente, solo para advertir que la carretera seguía tan sombría y solitaria como hacía minutos. Sacudió la cabeza, se miró las manos en busca de la sangre y regresó de inmediato al Thunderbird. Ascendió, se miró en el retrovisor y reiteró que lo cínico que resbalaba por sus mejillas era su ansioso sudor; terminó por atribuir aquella visión al cansancio y la creciente oscuridad. Dio marcha y aceleró de inmediato alejándose lo más rápido posible del acotamiento; sin embargo, mientras conducía, no pudo dejar de observar a través de los retrovisores el sitio donde yacía, espectral, aquella cruz.
En el camino verificó la red del móvil constatando su efectivo y oportuno funcionamiento; se deshizo de la idea de llamar para solicitar ayuda mecánica, pues misteriosamente, el vehículo había regresado a su temperatura normal sin presentar mayores irregularidades. La carretera se volvía cada vez más sinuosa y el crepúsculo daba paso a una noche cerrada; la única iluminación provenía de los faros del ahora, poco "confiable" Thunderbird. Clara intentó tranquilizarse, pero no pudo evitar sentir que algo o alguien, desde que se había topado con aquella cruz, la acompañaba.
Después de unos kilómetros de conducción tensa, y tras darse cuenta de que estaba perdida, decidió que era mejor encontrar un lugar seguro donde pasar la noche: al día siguiente, ya con más luz y mayor calma continuaría con lo que se suponía sería un "breve" recorrido. Localizó un motel en el maps del celular y se dirigió allí. El motel, El Refugio del Desierto, parecía salido de una película de suspenso: una estructura antigua, con luces parpadeantes y un cartel de neón medio roto. La recepción estaba vacía, salvo por un feo y sucio anciano de mirada turbia y lujuriosa que la recibió con una sonrisa evidentemente fingida.
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Cruces
Mystery / ThrillerCada cruz a la orilla de una carretera es la voz de un alma dispuesta a hablar sobre su trágica muerte. Accidente, suicidio o asesinato, Clara Cruz posee el perturbador don de presenciar el fallecimiento de las personas.