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"Yo pensé que si uno era bueno
las cosas buenas llegaban,
pero papi solo fui
una niña ilusa"
-Cazzu.

Las lágrimas caían y caían por mi rostro cual cascada formando un gran charco húmedo en mi almohada la cual presionaba en mi rostro mientras retenía el sinfín de palabras que quisiera gritarle  en el rostro

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Las lágrimas caían y caían por mi rostro cual cascada formando un gran charco húmedo en mi almohada la cual presionaba en mi rostro mientras retenía el sinfín de palabras que quisiera gritarle  en el rostro.

Eran las 4:00am y no lograba conciliar el sueño.

Sentía que me faltaba el aire pero no sabía si era la almohada en mi rostro o lo rápida y escasa que se había vuelto mi respiración después de tantas lágrimas derramadas.

Me levanté y fui en dirección al baño, procurando no despertar a mi madre, cerré la puerta tras de mí y me posicioné frente al espejo con las manos apoyadas en el lavamanos.

Mis ojos estaban hinchados y rojos, delatando las tantas horas que llevaba llorando en silencio en mi habitación.

Mis labios temblaban levemente.

Me sentí débil, estúpida, inservible.

Estaba harta de esto.

Llevaba meses así.

Mi vida se había vuelto una rutina sin sentido, fingiendo una felicidad que para mí era inexistente. Me sentía como una basura con la cuál habían jugado y desechado como cualquier objeto inútil.

Debía acabar con esto.

Pasé mis manos con rabia por mis ojos con la intención de borrar cualquier rastro de lágrimas.

De mi mirada se esfumó la tristeza siendo reemplazada por rencor.

Estaba decidida a tomar represalias, no solo contra él, sino contra todos aquellos que nos tratan como simples objetos desechables.

Había acumulado tantas lágrimas por él, y todos iban a pagar por ello.

Aunque no sabía exactamente cómo, encontraría la manera.

Quizás podría hacerles sentir lo mismo.

Sí, eso haría, los manipularía para que experimentaran nuestra angustia.

Después de todo, todos parecen ser iguales.

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Todo comenzó hace unos 4 meses.

Conocí a un chico, no era el más atractivo del mundo, ni el más divertido, ni el más atento, ni el más cariñoso, ni nada por el estilo, pero a mis ojos era perfecto.

En aquel entonces estaba cegada.

Nos conocimos a través de internet y me sorprendió descubrir que vivía lo suficientemente cerca de mí y que nunca lo había visto, algo comprensible dado que rara vez salía de casa.

Empezamos a hablar y descubrimos que teníamos muchos gustos en común.

Poco a poco caí bajo su hechizo.

Me quedé prendada de su voz, sus tatuajes, sus ojos, su pelo, su cuerpo, sus manos; todo en él me fascinaba.

De alguna manera, él empezó a mostrar interés en mí, o al menos eso me hizo creer.

Aunque nunca llegamos a definir nuestra relación, yo estaba completamente enamorada de él.

Cada vez que me decía "te quiero", sentía que moría y volvía a nacer.

Todo parecía tan hermoso, casi irreal.

Hasta que llegó el momento en que dejaba de hablarme y desaparecía por completo: no respondía mensajes, no lo veía en los lugares que solía frecuentar; como por arte de magia, simplemente desaparecía.

Al principio me asusté, luego regresaba con excusas, pero yo, cegada por él, lo dejaba pasar. Repitió este patrón una y otra vez, hasta que finalmente desapareció por completo. Cuando regresó, esta vez no respondía, me ignoraba por completo, como si yo no existiera para él. Insistí mucho más de lo que hubiera deseado, pero fue inútil.

Me sentí mal, muy mal; lo quería demasiado y él actuaba como si yo fuera invisible.

Llegué a descubrir que él mantenía una lista de chicas a las que utilizaba y luego descartaba sin más, y claramente yo era una más en esa lista.

Al descubrir esto, sentí que algo dentro de mí se extinguía.

Dejé de comunicarme con las personas, de salir de mi habitación, de usar el teléfono móvil, de comer. Mi rutina diaria se reducía a pasar todo el tiempo en mi habitación mirando al techo, dejando de vivir para simplemente existir.

Mi madre se preocupó tanto por mí que me obligó a ir a un psicólogo, pero fue inútil, ya que me negué rotundamente a hablar con él.

Así pasaron meses y meses hasta que llegó ese día, el día en que juré que nunca más me volvería a enamorar y haría todo lo posible para que todos ellos sufrieran como yo sufrí.

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Mi plan parecía prometedor, al menos eso creía.

Tenía varios candidatos con los que comenzar mi propia lista, pero había uno en particular que mostraba un interés genuino en mí. Aunque pensé que podría ser como los demás y querer aprovecharse de mí, yo tenía todo meticulosamente planeado y no permitiría que eso sucediera.

Sin embargo, tal vez, me equivocaba en algo...

Ahogada En La Venganza. ||En Curso||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora