– ¡Papá! –chillé emocionada lanzándome a sus brazos– ¿Qué haces aquí?
– ¿No pensarías que nadie me avisaría si mi hija se hubiera metido en una cámara secreta con un basilisco con dos niños y un profesor para salvar a una amiga? –me preguntó retóricamente sacándome una sonrisa y abrazándome aún más fuerte– Ay, Eli, como me recuerdas a tu padre –susurró acariciando mi cabello.
– En mi defesa, yo no llegue a la cámara, una lástima no haber podido ver al basilisco.
– ¿No deberías volver adentro y hablar con Dumbledore?
– Ni de broma, estoy muy cansada, no aguantaría un discurso de ese hombre –mi padre río dándome la razón.
– Yo si debo hablar con él, deberes de padre. No creo que volvamos a vernos hasta que acabe el curso –nos despedimos y camine hasta mi dormitorio con rapidez, necesitaba una ducha con mucha urgencia. Habría un banquete esa misma noche, con suerte me daría tiempo a ducharme y secarme el pelo gracias a la magia.
Se escuchaba mucho bullicio fuera de la habitación, todos los alumnos de gryffindor bajaban en pijama por las escaleras y muchos parecían recién despiertos, algunos debían haber adelantado sus viajes a los mundos de Morfeo. Recogí mi pelo en una trenza y me coloqué uno de mis pijamas.
Fui de las últimas en llegar al comedor e hice tripas, corazón y me senté donde siempre, entre los gemelos. Fred y yo no hablamos de lo sucedido, tampoco hubo momento para hacerlo. En el momento en el que me senté ambos pelirrojos me dieron un fuerte abrazo.
– Ron nos ha contado que estuviste con él y ayudaste mucho en el rescate de Ginny –hablaron al unísono.
– Ni entramos a la cámara, solo nos quedamos cuidando a Lockhart y quitando piedras, nada más.
Estamos seguros de que hiciste más que Ronnie.
– Gracias, Lizzie –agradeció el pelirrojo mayor.
Esa misma noche los que habían sido petrificados entraban en el Gran Comedor después de lo que había parecido una eternidad, quien diría que habían sido solo dos trimestres. Hermione entro emocionada y orgullosa porque los chicos habían conseguido seguir todas sus pistas. El banquete fue estupendo y probablemente uno de los más divertidos hasta la fecha.
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El tercer trimestre estaba llegando a su fin y como de costumbre todos regresábamos a casa. Estos últimos días siempre me ponían un tanto nostálgica, me gustaba recostarme en un árbol que estaba justo en frente del lago negro. Nunca nadie venía por aquí y era un sitio perfecto para pensar sin nadie que pudiera molestarme, o eso creía.
– Hola, ¿Vienes mucho? –a mi lado se sentó una chica de piel clara, con un largo cabello rubio y ojos verdes.
– A veces, cuando estoy triste y quiero pensar. ¿Y tú?
– También a veces. ¿Por qué estas triste? –me preguntó.
– No es tristeza como tal, más bien es nostalgia. Soy Beth.
– Que nombre más bonito. Yo Rory, viene de Aurora –se presentó la muchacha con una dulce sonrisa.
Era oficialmente mi último día como alumna de cuarto curso. Los siguientes días de antes de volver a casa seguí yendo al árbol, pero ya no iba sola, Rory se había convertido en mi nueva acompañante. La Hufflepuff era muy buena escuchando, aunque también le encantaba hablar, tenía un don para hacerme sentir cómoda y en confianza.
Estaba terminando de guardar mis pertenencias, el verano que estaba a punto de comenzar era bastante imprevisible, ya que los Weasleys pasaban prácticamente todas las vacaciones en Egipto. Generalmente mi padre y yo nos íbamos el primer mes al pueblo donde vivían mis abuelos, aprovechando la playa y el clima mediterráneo, pero los últimos meses hacía quedadas espontaneas con los gemelos y siempre había una semana en la que yo me quedaba en la madriguera y otra en la que ellos venían a Grimmauld Place.
Definitivamente sería toda una incógnita, además de que mi situación con Fred no mejoraba, pero tampoco iba a peor, ninguno de los dos había sacado el tema y honestamente yo no estaba muy preparada para ello. Quizás debería aprovechar la distancia de las vacaciones para reflexionar en toda la situación que había formado.
– Beth, date prisa, tenemos que estar en 10 minutos en el hall –la castaña no paraba de meterme prisa, me miraba desde su cama con los brazos cruzados y con mirada insistente.
– Ya casi estoy, solo me falta ponerle la correa a Michi, pero es que no encuentro uno de mis cassetes favoritos y lo quiero usar para el viaje.
– ¿Has revisado todos los cajones? –le di un repaso a cada uno de los que había ocupado, cuando me acordé que hace unos meses se lo había prestado a Fred para que escuchara música muggle y conociera más música.
– Es lo mismo, creo que ya lo guardé en el baúl –salimos del dormitorio y andamos rápidamente hasta el punto de encuentro para subirnos a los carruajes.
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La vuelta en el tren no fue tan incómoda como me esperaba, Fred actuaba con normalidad, como si el beso le hubiera dado lo mismo. No sabía muy bien como tomarme esto, ya que por un lado me quitaba un peso de encima al saber que nuestra amistad no había sido arruinada, sin embargo, no me hacía sentir mejor.
De cuando en cuando le miraba de reojo disimuladamente, la mayoría de veces estaba empanao, pero un par de veces le pillaba mirándome. Me moría por saber que era lo que pasaba por esa pelirroja cabeza, pero aún así me tragaba las ganas.
– ¡Beth! –me sacudió alguien y cuando abrí los ojos pude ver quien era, debí haberme quedado dormida, llevaba mis cascos puestos, pero el cassete había terminado seguramente hace un tiempo y ya no se reproducía música. George y Lee me miraban, mientras que el otro pelirrojo seguía profundamente dormido sobre mi regazo. No tenía ni idea de en que momento me había quedado dormida– Estamos a nada de llegar, y cuando digo a nada me refiero a como 10 minutos.
Al moverme, el pecoso se despertó algo desorientado y al ver donde se había dormido se sonrojó levemente. Cada vez estábamos más cerca de King 's Cross, recogí mi aparato junto a todos los casettes. Metí a Michi en su trasportín y le di un par de sus golosinas para relajarlo, ya que estar ahí dentro le inquietaba.
– ¿Cuándo te iras al pueblo, Beth? –me preguntó el gemelo menor.
– Pues la semana que viene creo, ¿Por?
– Para enviarte cartas, claro –explicó Fred ahora.
Al llegar a la estación mi padre me esperaba junto a los señores Weasley. Los pelirrojos hacían cola para saludar a sus padres, mientras que yo no tenía que pelear por nadie por un abrazo de mi padre.
– Espero que este año no te hayas dejado nada, ya te pasaste el verano pasado llorando por unos zapatos perdidos, Eli.
– Me he asegurado, de verdad, aunque no te voy a negar que unos nuevos no me vendrían mal.
–Tienes millones de zapatos, Lizzie –se río el gemelo mayor revolviéndome el pelo, lo hacía con más frecuencia de la que me gustaría.
Me despedí de los chicos con un fuerte abrazo, también de Harry, que le apenaba tener que volver a la casa de los Dursley. El azabache me abrazaba fuertemente.
– Te escribiré, lo prometo. Este año no habrá elfo domestico que te las esconda. E intentare visitarte, me da igual lo difícil que sea. Nos veremos pronto, Harry.
– Gracias, Beth, eres la mejor hermana postiza del mundo.
Holaa, sé que he tardado un poco y que no es tan largo como el anterior, es más bien de relleno, lo siento. Muchas gracias a tod@s por leerme, si os ha gustado me encantaría leer vuestros comentarios y votando mis capítulos me haríais muy feliz. Cuidaos mucho, un beso <3
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BESOS DE CEREZA Y PÓLVORA ~Fred Weasley~
Fiksi PenggemarElizabeth es la hija de Sirius Black y Remus Lupin, siendo criada únicamente por Remus, debido a que Sirius es enviado a Azkaban. Al llegar a Hogwarts junto a sus mejores amigos, Fred y George, conocen al último miembro de su grupo, Lee Jordan. Los...