001. DRIFTMARK

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001. MARCADERIVA

Marcaderiva estaba envuelta en un manto de niebla y sal, como si el propio mar llorara la pérdida de Laena Velaryon. La fortaleza, generalmente vibrante con la actividad de los marineros y nobles, se encontraba en un silencio solemne. Los estandartes de la Casa Velaryon ondeaban a media asta, sus colores apagados por la tristeza colectiva.

La pena en los ojos de la familia Velaryon era palpable, una herida abierta que reflejaba la pérdida de uno de los suyos. Lord Corlys Velaryon, el Señor de las Mareas, permanecía junto a su esposa, la princesa Rhaenys, la Reina que Nunca Fue. Sus semblantes, por lo general firmes y decididos, mostraban una vulnerabilidad que rara vez se veía. La pérdida de su hija había roto la armadura emocional que habían construido durante años de desafíos y adversidades.

El ataúd de mármol blanco de Laena se encontraba al borde del acantilado, rodeado de flores azules que contrastaban con la frialdad del mármol, creando un cuadro de belleza y tristeza. Las olas rompían suavemente contra las rocas, su murmullo constante acompañando el canto triste del viento.

Daemon Targaryen estaba cerca del ataúd, su postura rígida y su mirada clavada en el suelo. No tenía deseos de estar allí, pero sentía que era lo menos que podía hacer después de haber visto morir a su esposa sin poder hacer nada al respecto. Cada detalle de esa fatídica noche se repetía en su mente una y otra vez, como un tormento perpetuo.

La ceremonia llegó a su fin cuando el ataúd fue lanzado al agua, llevándose consigo a Laena para volverla una con el mar. El silencio solemne que había envuelto Marcaderiva se rompió momentáneamente con el sonido del mármol impactando las aguas. El ataúd descendió lentamente, susurrando un último adiós antes de ser tragado por las profundidades. Las olas parecieron calmarse en un instante de reverencia, como si el mar mismo acogiera a Laena en su seno.

Las personas comenzaron a dispersarse, moviéndose lentamente, todavía envueltas en el manto de la tristeza. El bullicio liviano empezó a llenar el lugar mientras los murmullos y susurros sustituían el silencio respetuoso de la ceremonia. Los invitados, aunque apesadumbrados, buscaban consolarse mutuamente con palabras suaves y gestos amables.

Se dio entrada al tentempié, un momento para que los dolientes se reunieran y compartieran recuerdos y consuelo. Mesas largas cubiertas con manteles de lino blanco se habían dispuesto en una de las vistillas de la isla, cargadas con platos de mariscos frescos, panes recién horneados, frutas y dulces. El aroma del pan y las especias flotaba en el aire, mezclándose con la salinidad del mar.

Aegon observaba la escena, sintiendo un leve alivio al ver a su alrededor recuperar algo de normalidad. Sus hermanos permanecían juntos, conversando en voz baja, unidos en su propio rincón de consuelo. Sin embargo, su madre, parecía más interesada en Rhaenyra y sus acciones. Su mirada seguía a la princesa constantemente, sus labios apretados en una fina línea de desagrado. Aegon sintió un deje de amargura por ello, resentido por la atención que su madre siempre parecía reservar para Rhaenyra, dejando a sus propios hijos en un segundo plano.

DRAGON DREAMS | DAEGONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora