002. DRAGON MEETING

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002. REUNIÓN DE DRAGONES

El aire frío se colaba a través de los ventanales del castillo, helando los huesos de Aegon mientras se encogía en su silla junto al fuego moribundo. La noche había tejido un manto oscuro y opresivo sobre el reino, una sombra cargada de incertidumbre que parecía infiltrarse en cada rincón. Con Aemond convertido en el nuevo jinete de Vhagar, la amenaza de la guerra inminente se sentía más palpable que nunca, como si cada brisa gélida que se colaba por las rendijas de las almenas susurrara advertencias del caos por venir.

La marea tumultuosa golpeaba las rocas con una furia descontrolada, su estruendo fundiéndose con el rugido lejano de los dragones, cuyas llamadas se entrelazaban en una inquietante sinfonía.

Aegon, con los ojos cerrados, intentaba escapar de la realidad, absorbiendo el lamento del viento que se filtraba por las rendijas. Cada ráfaga parecía murmurar presagios sombríos, reflejos de los horrores que sus sueños ya le habían anticipado. Las nubes se arremolinaban en el cielo, ocultando la gran luna que normalmente ofrecía un respiro de luz en la penumbra de la noche. Ahora, la luna se escondía tras un velo oscuro, como si temiera el destino que se avecinaba.

La paz, esa frágil ilusión que había intentado mantener unida al reino, se había desmoronado lentamente desde tiempos antiguos. Aegon había albergado la esperanza de que, al salir del centro de los planes y maquinaciones que giraban a su alrededor, las cosas pudieran mejorar. Pensó que, quizá, su ausencia de los juegos de poder podría traer una nueva claridad o un cambio positivo. Sin embargo, la realidad no era tan indulgente. Todo seguía igual, atrapado en una interminable danza de intrigas y traiciones. Se sentía como una pieza más en un gran tablero, necesaria en su rol, pero insignificante en el gran esquema de las cosas.

El pensamiento de su propia irrelevancia le resultaba difícil de digerir. La sensación de ser al mismo tiempo necesario e innecesario le causaba una confusión interna. No sabía si sentir frustración, resignación o una mezcla abrumadora de ambas. Las viejas promesas de cambio y de una paz duradera se desvanecían ante sus ojos, como humo en el viento.

El murmullo que llegaba desde el pasillo afuera de su habitación lo sacó brevemente de su ensoñación. El ruido, una mezcla indistinguible de voces, llegó a sus oídos como un recordatorio de la vida que continuaba en el exterior. Sin embargo, la perturbación no era suficiente para distraerlo completamente. Aegon volvió rápidamente a sus pensamientos, sumido en la profunda meditación sobre su propio papel en ese juego que parecía no tener fin.

Confiaba en que, sea lo que fuera que estuviera ocurriendo fuera de su vista, Bronn sabría manejarlo con la habilidad que siempre había demostrado.

Bronn poseía una habilidad innata para resolver problemas que a menudo parecían insuperables. Era una cualidad que Aegon sabía que él mismo no podría jamás igualar. Se recriminaba por no haber sido capaz de seguir su plan de abandonar Poniente, de liberarse de las cadenas invisibles que lo ataban a ese lugar. Sentía que había fallado en cumplir con las promesas que se había hecho a sí mismo.

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⏰ Última actualización: Aug 03 ⏰

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