En medio de la dificultad, reside la oportunidad.

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Los golpes en la puerta lo despertaron. Se removió con el corazón acelerado cuando estos se intensificaron y casi se cae de la cama. Miró rápidamente el reloj, eran las tres de la tarde, ¿Había dormido tan poco? La verdad esperaba descansar hasta la noche o madrugada, ¿Pero qué se le iba a hacer? Los toques en la puerta apremiaron y tuvo que ponerse de pie. Se tambaleó y sacudió la cabeza para peinarse un poco.

Cuando abrió la puerta principal, Sabito, su mejor amigo, estaba del otro lado, con el rostro ensombrecido y las lágrimas a punto de emerger.

—Giyuu...

—Hola, Sabito. - su amigo le dejó decir más, lo abrazó inmediatamente. Las lágrimas salieron silenciosas de los ojos de Tomioka. No tanto por el luto, sino porque se sentía conmovido de cómo su compañero había venido hacia él lo más rápido posible.

Sabito no vivía en la misma ciudad. Estaba a tres horas de distancia y había viajado seguramente apurado después de que leyó su mensaje. Había invitado también a su viejo mentor de kendo, Sakonji Urokodaki, así como a su amiga Makomo, quienes también vivían lejos. Quizás el único que podía ir a la brevedad era Sabito; y tampoco esperaba que llegara tan rápido.

Finalmente le liberó de su abrazo y Tomioka lo invitó a pasar a su casa.

—¿Cómo estás, Giyuu? ¿Comiste algo?

—Estoy cansado. Justo ahora estaba durmiendo.

—Lo siento, ¿Te desperté?

—Sí.

—Traje comida. - le mostró una bolsa de papel que hasta el momento había ignorado. Era pan con pasas y mantequilla recién horneado. Era el favorito de Tomioka y creyó que eso podría consolarlo un poco. No era bueno con palabras tiernas, era más de acciones toscas, sin embargo, no significaba que no pudiera intentarlo.

—Gracias, iré por café. - lo necesitaba para despertarse.

—¿Te gustaría hacer la ceremonia antes de comer? - se habían puesto de acuerdo en hacerla en casa. De hecho, cuando Giyuu recién llegó acomodó las cosas para hacer un pequeño altar y mausoleo. Colocó una foto de su hermana, unas cuantas flores que había en el pequeño jardín de atrás y las cenizas. Rezó un momento, haciendo tiempo para que Sabito llegara, pero cuando no pudo con el cansancio, se acostó un rato.

—Claro. - todo lo hizo mecánicamente. Era de esperarse, estaba destrozado. Sentía que había estado en una montaña rusa de emociones. Primero lo de su hermana, luego lo de Kocho... Ah, Kocho. Parpadeó recordándola. Su rostro esquivo y entristecido. Además del hecho de que estaba embarazada, ¿Qué rayos pasó? Bueno... No, la pregunta estaba mal planteada, quizás lo correcto era decir, ¿Por qué no le dijo nada o intentó contactar con él?

Aunque si lo pensaba bien, tal vez ya sabía la respuesta. Esa mañana Shinobu se esfumó sin decirle nada. Cuando él salió del cuarto de baño no había nadie en la casa. Se sintió abandonado y algo desolado. Intentó contactar con ella, pero el único número cercano era su hermana Kanae; quien de hecho, nunca le contestó los mensajes. Imagino que, tal vez para ella había sido traumática la experiencia y estaba evitándole a toda costa. Eso le dolió, porque le daba a entender que quizás en medio de su bochorno él pudo haber malinterpretado algo y hacerle daño de alguna forma; ¡O peor aún! Haberse confundido y forzarla a algo que realmente no quería. Prácticamente violentando su confianza y su cuerpo. ¿Podría ser? ¿Él sería capaz? Acaso... ¿Había violado a Shinobu Kocho?

—¿Giyuu? - Sabito hizo sonar sus dedos para sacarlo de su trance. —¿Qué pasa? Estás pálido, ¿Te sientes mal?

—N-No... - tocó su cabeza e hizo presión en una sien. Le estaba doliendo la cabeza horriblemente. —Es sólo el estrés.

Profundo en el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora