En un mundo donde cazadores y demonios son enemigos mortales, el amor prohibido entre Muzan Kibutsuji y una cazadora desafía el destino y las sombras.
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- Libro de mi propiedad. Prohibida su copia y/o adaptación.
- Los personajes s...
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Definitivamente habia un demonio ahí, pero por alguna razón sentias temor al acercarte, eso jamás te habia sucedido como cazadora de demonios, en verdad ese demonio tenia una aura poderosa, suponias que pertenece al de los rangos supueriores.
-¿Quién eres? - murmuras, tus palabras apenas un susurro.
Los ojos se estrechan, y aunque no recibes una respuesta verbal, sientes que te han escuchado. La figura da un paso adelante, saliendo de las sombras justo lo suficiente para que puedas ver un atisbo de su rostro. Es hermoso y aterrador a la vez, y te das cuenta de que estás frente a un ser antiguo y poderoso. Un hombre alto, de complexión delgada y musculosa, con una tez anormalmente pálida. Tiene el cabello negro rizado y ojos almendrados y penetrantes. Sus irises tienen un aspecto parecido al de un gato y son de un color rojo ciruela
Tu katana tiembla en tu mano mientras intentas decidir qué hacer. Pero en el fondo de tu ser, sabes que este encuentro no es uno que puedas ganar con la fuerza bruta. Hay algo más en juego aquí, algo que aún no comprendes del todo.
Tus ojos siguen conectados con los del demonio, y te das cuenta de que no puedes atacarlo. Algo en su mirada te detiene. Bajas tu katana lentamente, sin dejar de observar esos ojos rojos intensos. Sientes una conexión inexplicable, una atracción que desafía toda lógica.
El demonio se queda en silencio, estudiándote con una curiosidad igual a la tuya. Ambos permanecen inmóviles, como si el tiempo se hubiera detenido en ese momento. Es una sensación surrealista, y aunque sabes que deberías estar aterrorizada, no puedes evitar sentir una extraña calma.
Pero repentinamente desaparece en la oscuridad, dejándote sola en la noche silenciosa. La presión en el aire se disipa, y te encuentras respirando profundamente, tratando de procesar lo que acaba de suceder.
Sabes que este encuentro no será el último. Algo ha cambiado, y aunque no puedes ponerle un nombre, sientes que tu destino ha sido irrevocablemente alterado.
La mañana siguiente al encuentro con el demonio, despiertas con una sensación de inquietud. No puedes apartar de tu mente esos ojos rojos que te miraban en la oscuridad. Te preguntas por qué no lo atacaste, por qué no pudiste hacerlo. Esa conexión inexplicable te ha dejado con más preguntas que respuestas.
Decides comenzar tu día enfocándote en la misión. Hablas con más aldeanos, recopilando información sobre los ataques. Mientras lo haces, te esfuerzas por no pensar en el demonio, pero es una batalla perdida. Su imagen resonando en tu mente, no te dejan en paz.
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