Capítulo 1: Efímera, bella y misteriosa

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HIJOS DE LA NOCHE

HIJO DE UN RECUERDO

CAPÍTULO 1: EFÍMERA, BELLA Y MISTERIOSA

No pensé que mamá y yo volveríamos tan pronto a esa sala de espera, la misma que recibió a toda la familia Lynx durante el diagnóstico y el tratamiento para la leucemia de Hayden.

Estaba agarrada de mi brazo, con la cara hundida en mi abrigo, y aguardábamos.

Todo era igual.

Las paredes seguían siendo celestes, el producto que usaban para trapear tenía el mismo aroma a cítricos, y el lugar era tan frío como lo recordaba. Las recepcionistas todavía tenían la cafetera que les regaló la hija de un paciente, parecían seguir consumiendo las mismas galletas de mantequilla de la máquina expendedora y reían por los chismes de siempre. Si prestaba atención, podía escuchar el llanto de un bebé al que recién le aplicaron una inyección, el tosido rasposo y seco de un viejo y los regaños de una madre a su hijo por estar correteando por los pasillos.

Hasta tenía a Alex junto a mí. Aguardábamos juntos por la mala noticia, similar a aquella vez, con la diferencia de ahora tenerlo tomándome de la mano, y no firme y callado en su lugar, como un soldadito de plomo.

Me sonrió para intentar darme ánimos y vislumbré el indicio de un pequeño hoyuelo. Y si antes no aceptaba mis sentimientos por él, al considerarlo muy inoportunos, en ese instante, confirmé que seguían siendo los mismos desde aquel entonces. Incluso más fuertes. Más maduros.

Sí, todo era igual.

Casi.

Lo único que nos faltaba era mi hermano.

En una de nuestras últimas pláticas, dijo que las estrellas se harían cargo de volver a juntarnos. Que yo era más. Que no necesitábamos de ningún lazo o mordida para confirmar que pertenecíamos al otro, o a su clan vampírico.

Esa tarde, yo era un manojo de nervios cuando lo enfrenté en su habitación de hospital. Nuestros papás me habían pedido que fuera cuidadoso con las palabras que usara, como si no supiera cómo dirigirme a él. Me hubiera gustado que, en vez de eso, me ayudaran a expresarle con palabras claras cuánto lo amaba.

Nunca confesé que, por un tiempo, odié a los Ainsworth.

Los amaba y odiaba al mismo tiempo, más bien.

Era un pesar difícil de explicar, en especial porque todo el tiempo en el que estuvieron presentes nos hicieron felices. Todos encontramos un lugar al cual pertenecer, al cual llamar hogar, amor y amistad.

El odio (el resentimiento, mejor dicho) surgía al recordar que ellos pudieron disfrutar las verdaderas últimas horas de Hayden. Nosotros ni siquiera contábamos con sus cenizas, si no con lo que ellos llamaban "tierra de casa".

Con los meses, los aprendí a perdonar. En especial porque comprendí que mi corazón siempre esperaba con ansias algún mensaje de Víctor o Ryuunosuke, preguntándome por cómo seguía o contándome sobre su día a día, aun después de su largo texto de despedida.

Por esto, cuando me llamaron para pedir ayuda con una de sus misiones, di lo mejor de mí. Era un halago que me consideraran, entre tanta gente que pudieron conocer a lo largo de sus viajes por el mundo, para algo tan importante.

Eso pensé hasta que volví a ver al (en ese entonces) líder de los Sallow, Scorpius Lythrum.

Hasta ese día, nunca había dimensionado el peso en mi pecho y la sensación de soledad que me invadía cuando se marchaban. Entendí por qué, pese a que me querían y veían como a uno de los suyos, no querían que me involucrara de más con ellos.

Hijo de un RecuerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora