C I N C O

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Manuel y vos estaban teniendo una pelea, ambos se estaban gritando mucho, y todo termina con él simplemente azotando la puerta de su habitación compartida, sin querer empeorar las cosas y decir algo hiriente de lo que podría arrepentirse después.

Él te escucha llorar en la otra habitación, tu boca balbuceando algo que él no podía entender. Él estaba molesto, vos eras la tonta y le estabas gritando y él no quería lastimarte más. No es su culpa... ¿verdad?

Manu pasa un tiempo pensando en ello, en la cama con el ceño fruncido. Ya ni siquiera podía escuchar tu llanto, asumió que probablemente tendrías hambre o sed y simplemente te dormiste. El silencio era un poco desconcertante, y no es como si terminara si los dos seguían siendo tan persistentes en seguir haciendo la ley del hielo, así que pensó que debería disculparse y continuar desde allí, independientemente de si fue su culpa o no.

Aunque cuando estaba a punto de ir a buscarte, su nariz fue golpeada por un olor familiar... ¿Pasta?

No se sorprende, probablemente tanta pelea te había dado hambre como la que él tenía en estos momentos .

Se dirigió a la cocina, y para qué m mentir, el olor también le hizo agua la boca. Sabía lo mucho que te gustaba, y a él también le encanta lo que a ti te gusta.

En medio de la cocina, te paraste frente a la estufa, el olor de la pasta con tu salsa especial flotaba por toda la casa. Te veías, cansada. Concentrada sobre el sartén simplemente mirando la comida mientras se cocinaba.

A Manu realmente no le importaba si le arrancabas los ojos por esto, pero extendió la mano, inclinándose sobre tu hombro, y sus brazos alrededor de tu cintura.

"Que buen olor tiene eso, convidame."

No respondiste, todavía un poco molesta con él  porque simplemente actuaba como si todo estuviera bien, pero no lo alejaste, sin darte cuenta que se te había escapado una pequeña sonrisita. Sacaste el sartén del fuego, lo colocaste sobre un trapo de cocina en la mesa del comedor y le diste un tenedor.

Mientras comían juntos directamente de la sartén, los dos empezaron a hablar de nuevo, continuando la pelea anterior, aunque más calmada y salpicada de algunas bromas aquí y allá. Independientemente de quién tuviera la culpa, los dos se disculparon y en algún momento admitiste que habías cocinado con la idea de atraerlo y sacarlo de la habitación.

Manuel hizo pucheros, indignado sabiendo que no podía resistirse cuando cocinabas algo.

Estoy con poca inspiración, si tienen ideas o algo que quieran que escriba me piden y hago.

Manuel Ugarte |𝐷𝑟𝑎𝑏𝑏𝑙𝑒𝑠|Where stories live. Discover now