El mundo no era como parecía, como los patrones aprendidos que desde niños nos habían enseñado. Einstein no se equivocó cuando afirmó que el tiempo existe dependiendo de quien lo mire. Cada ser o cosa que vive, nace de la antimateria para convertirse en el objeto deseado por el espectador. ¿A qué mente suprema creadora se le había ocurrido tal realidad? ¡Qué bondadosa en compartir su poder y su método hacedor con todos nosotros!
Somos más que protones, neutrones y electrones, estamos hechos de partículas invisibles que se tornan en la figura que forma la realidad, esas partículas que una vez fueron estrellas, luz y oscuridad.
Esa majestuosa inteligencia creadora ideó mundos, todos maravillosos, diversos y ricos, en los que habitan las partículas convertidas en mar, aire y seres. Pero mucho antes de eso, conformaban una sola energía dominada por una mente plena, pura y perfecta, mientras gravitaban esperando ser observadas para formar parte de algún universo; convivían juntas en el amor infinito de la creación.
Era tanta la expectativa de experimentar esos mundos que no podían dejar de pensar en qué serían, como vivirían y que harían siendo materia. Algunas veces, esas almas coincidían con alguna otra, siendo compañeras en el espacio y colgadas desde las estrellas descubrían el amor de padre, hijo o pareja. En ese momento hacían un pacto divino, para encontrarse en algún punto de algún universo y disfrutar juntos en la existencia.
Podía pasar que no coincidieran y las vidas de las partículas dueñas del pacto transcurran separadas por el abismo infinito a millones de años luz. Así pues, transitan su vivir con un vacío inexplicable, ya que no recuerdan lo que fueron antes de ser cuerpo, anhelando y buscando algo que no pueden encontrar.
Pero hay un hilo rojo irrompible que se amarra a sus meñiques y que tal cual como cuenta la leyenda japonesa, ata a esos seres para siempre. Es tan fuerte que puede llevarlos hasta el punto exacto en el que existe el campo magnético que desintegra la materia actual y la teletransporta en minúsculos sub átomos al cosmos en el que habita su alma gemela, para cumplir así el pacto cuántico. Es que cuando de amor se trata, no existen límites de tiempo y espacio, no hay estrellas, lunas o meteoritos que puedan impedir el encuentro acordado entre nebulosas bajo la luz de la creación, por espíritus que conocieron el amor.
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BEKA Y SU VIAJE EN EL TIEMPO
RomanceMientras Beka persigue su sueño de encontrar un adinerado chico coreano que cambiará su suerte y la de su madre, es escogida por el destino para viajar a través de un portal a un universo paralelo. Aquí transcurre la época de la dinastía Joseon en C...